En ocasiones los humanos, llevados por circunstancias que intervienen a veces como causa y a veces como efecto y que los sobrepasan, cometen actos que antes de aparecer aquellas en escena estaban convencidos de que semejantes comportamientos ellos jamás los tendrían; a menudo la mayoría de los desviados conductuales, al no ser realmente en esencia y por naturaleza malos de toda maldad, simplemente se agobian y descontrolan, se alejan de la sensata lucidez llevados por el miedo a las consecuencias inmediatas y caen en una espiral de huida hacia delante llena de errores sucesivos que solo agravan su panorama vital visto de forma completa; es entonces cuando entran a pertenecer al “club de los majaretas no muertos”.
Ante tales intolerables hechos, una vez estos habitualmente a través de los medios de comunicación son conocidos y públicos, por parte de sus congéneres hay más de una manera de opinar, y así las dos más conocidas son:
Están los que rechazan por igual y con la misma contundencia los hechos y a la persona que los ha cometido, anteponen por encima de todo la imposición de lo que entienden que sería un justo castigo, no admiten matices y frecuentemente argumentan su parecer con base en dar prioridad a los perjudicados que nada hicieron para merecer las consecuencias de los inaceptables actos del “majareta” y no conciben ni de lejos que este al final salga mejor parado que las víctimas si se quiere impartir lo que ellos entienden como una justicia realmente justa. En definitiva, entienden que el libre albedrío implica responsabilidad y también que siempre se tiene opción, incluyendo entre ellas la de no hacer nada y por ello nada justifica un condenable actuar; si se ha hecho daño, por osmosis o por percusión, solo cabe aguantar estoicamente el chaparrón. En este grupo al defender su posición pesan más los agravantes que los eximentes, y no lo disimulan.
En el lado opuesto tenemos los que rechazan con la misma contundencia que los anteriores la obra pero tal rechazo no se lo aplican por igual al actor. Estos abogan por una comprensión para con el “majareta” por el simple hecho de su pertenencia a la especie humana, ya que es innato en esta al existir la tentación por debilidad caer en el error, en este grupo cuando se expresa parece que pesan más los eximentes que los agravantes. Y sin olvidar del todo a la víctima con base sencillamente en la compensación le otorgan a esta una indemnización que rara vez resarce del sufrimiento, e imponen una mesura en la respuesta al causante del dolor mediante la contemplación de una proporción lógica a la hora de establecer el castigo de manera que este no se exceda más de lo imprescindible en su dureza y crueldad, y además ofrecen una oportunidad de reinserción al incumplidor.
Para los primeros la corrección en la rotundidad de su respuesta sin paliativos se basa en que actúan por reacción y esta debe gozar de la misma libertad de opción sin frenos que tuvo la acción que la precedió. Para los segundos otorgar el derecho a la misma carencia de límites en la acción y en la reacción, las hace similares y por tanto convierte en rechazables ambas por igual. En los primeros a veces se hace difícil distinguir justicia y venganza, en los segundos se percibe una acomplejada inclinación a que quede muy claro que para nada es venganza solo justicia.
Los primeros son vistos por los segundos menos evolucionados y civilizados, y los segundos son vistos por los primeros poco comprometidos con el mantenimiento del orden tan necesario para garantizar una convivencia pacífica en la civilización. Los segundos tienen una perspectiva individual y además de mirar al delincuente en cierto modo también se tienen en cuenta a sí mismos, y los primeros no atienden para nada al sinvergüenza pues entienden que él se lo ha buscado y solo focalizan en la sociedad, y de pensar en sí mismos solo se imaginan en el papel de la víctima.
Como observador ambos grupos me generan preguntas, aunque no las mismas. Respecto a los primeros me pregunto si llegado el momento y si por casualidad se incorporan ellos o uno de los suyos al “club de los majaretas” ¿pedirán la misma contundencia que predican y rechazarían el perdón? Me cuesta creer que sí.
Y respecto al segundo grupo me pregunto: primero, si realmente solo es bondad y comprensión o más bien ¿se preparan el terreno para la probabilidad en un futuro de ser incorporados ellos o uno de los suyos al “club”? Y segundo, gracias a ser clementes con otros realmente lo que buscan ¿no será librarse al fin de su mala conciencia por sus equivocaciones pasadas? Me cuesta creer que no.
En cualquier caso, considero que ninguno de los dos grupos concentra toda la razón, ambos tienen importantes fisuras, y hasta el momento ha sido muy difícil crear una tercera alternativa que de cada uno de ellos aglutine lo mejor. El común denominador es que ninguno de los integrantes de estos dos grupos quiere para si o para los suyos la incorporación al “club de los majaretas no muertos”.