El signo definitorio del grupo de historiadores románticos liberales fue el del considerar al pueblo como protagonista histórico. Las obras de los historiadores románticos son encendidos o poéticos cantos a la libertad, al pueblo, a la Revolución, pero adolecen de falta de rigor en el análisis de las causas y los hechos históricos. Un caso aparte sería Carlyle, ya que al británico le interesarán más las figuras individuales frente a las fuerzas sociales y, también por su crítica a la Revolución, demostrando las múltiples facetas del Romanticismo.
Alphonse de Lamartine (1790-1869) fue un destacado escritor y político francés, el más moderado de este grupo de autores románticos. Su aportación sobre la Revolución fue su obra, publicada en 1847, Historia de los girondinos. Lamartine puso al pueblo en primer plano pero, en línea con sus ideas, defenderá las aspiraciones de la burguesía liberal y el establecimiento de una república moderada. Pero su estudio no tiene un gran valor historiográfico por la falta de rigor a la hora de manejar la documentación y por el tono poético de la misma.
Más importante es Jules Michelet (1798-1874), destacado romántico liberal y demócrata, encendido defensor de la Revolución de 1848. Publicó entre 1847 y 1853 su Historia de la Revolución Francesa, en 17 tomos. Su pretensión era hacer una historia total pero, sin lugar a dudas, su acusado romanticismo le hizo desdeñar los datos y factores económicos y no profundizó en el análisis. Su obra parece más un canto arrebatado por la libertad. Por supuesto, era partidario de la Revolución y de la república. El pueblo es el gran protagonista, el héroe del proceso. Por vez primera, hay una clara valoración de los sans-culottes que, sumidos en la miseria, se lanzan a la Revolución.
El británico Thomas Carlyle (1795-1881) es otro autor romántico muy preocupado por las figuras consideradas como geniales en la Historia, a las que admira por encima de todo. En 1837 publicó su Historia de la Revolución Francesa. En la obra insistirá en su tesis de las figuras individuales frente a las fuerzas sociales. Napoleón es contemplado por el autor como el héroe del siglo. Por fin, será el autor romántico más crítico con la Revolución, ya que, en su opinión derivó en un régimen sangriento y tan injusto como el del Antiguo Régimen. El mejor modelo reformista sería el inglés, desde una óptica mucho más conservadora.