abril de 2024 - VIII Año

90 años perdidos

90 aniversario de la proclamación de la II República Española, 14 de abril de 1931

Y bien, ya estamos aquí otra vez. Y una vez más, y seguro que no será la última, con la obligación, la devoción, con el compromiso y con la ineludible necesidad de reivindicar, noventa años después, el papel de la SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA, Parece increíble. Pero sigue siendo necesario repetir una y mil veces más lo que debería ser una obviedad, una verdad sin discusión, avalada por la historia. Que las Instituciones Republicanas, arrancadas a sangre y fuego por una dictadura feroz, eran instituciones democráticas, respaldas y avaladas por los votos de los muchos españoles que, lejos de representar el papel de verdugos que les han atribuido los nostálgicos del franquismo, fueron las auténticas víctimas de un aparato demoledor que, con la ayuda del fascismo, realizó su cruel y siniestro trabajo en apenas cinco años.

El resultado de la Guerra Civil desencadenada por el golpe de estado franquista, tuvo como consecuencia el exilio de miles de españoles que, huyendo del terror, se asentaron, entre otros países, en México, Francia y Rusia. De esos miles de personan formaban parte los más destacados y prestigiosos representantes de un nutrido colectivo intelectual: escritores, historiadores, científicos, periodistas, juristas, artistas, políticos, ingenieros o militares, entre otros. Fue, en definitiva, una sangría que tuvo evidentes, largas y nefastas consecuencias para la vida cultural española. Décadas de decadencia que convirtieron a nuestro país en un páramo educacional del que, lamentablemente y dado que la incultura tiene culpables herederos, todavía no hemos salido. Se ha avanzado, sí, pero tantos años de ignominia, de mentiras, de calumnias han dejado un poso difícil, por no decir imposible, de erradicar.

El éxodo provocado por la GUERRA CIVIL tuvo, además de sus trágicas consecuencias sociales, un dramático desenlace en el mundo intelectual y político español privándole de una serie de hombres y mujeres que, con su elevado nivel creativo y científico, habían situado a nuestro país en un muy destacado lugar en el panorama internacional del primer tercio del siglo.

Solo un enloquecido, obtuso, cruel, iletrado y, si se me permite la expresión, idiotizado régimen fue capaz de renunciar, perseguir, y tratar de aniquilar y acabar con un tesoro tan preciado. No me voy a extender demasiado en nombres. Pero sí voy a citar algunos para que se comprenda y recuerde la dimensión de tamaño desvarío.

En el campo de la poesía, prácticamente toda la generación del 27 se fue al destierro. Entre ellos, y como mero ejemplo, Luis Cernuda, Rafael Alberti, León Felipe o Juan Ramón Jiménez, cuyo premio Nobel bien se puede considerar un acto de reparación y reconocimiento a esa poesía española en el exilio.

Filósofos como José Gaos y Fernando de los Ríos. Escritores como Ramón J. Sender, Rosa Chacel, o Jorge Semprún. Músicos como Pau Casals o Rodolfo Halfter. Periodistas como Luis Araquistáin o Francisco Díaz Roncero. Científicos como Arturo Duperier o Severo Ochoa. Cineastas como el director Luis Buñuel o la actriz Margarita Xirgu. Políticos, por fin, como Indalecio Prieto o Francisco Largo Caballero por citar solo dos de una más que extensa nómina.

Algunos de estos hombres y mujeres pudieron volver a España una vez muerto el dictador e instaurada la Democracia. Otros muchos no pudieron cumplir ese sueño. Murieron en países lejanos aquejados, entre otras enfermedades, por el mal de la nostalgia. Y un buen puñado no pudo ni siquiera abandonar el país. Federico García Lorca es el símbolo de todos aquellos que fueron asesinados.

A todos ellos, la dictadura franquista no solo los condenó al exilio sino, también, al cobarde silencio. Durante muchos años permanecieron en un culpable olvido.

Y todo ello, como consecuencia de la derrota de una República que, sin violencia, fue una auténtica expresión de la voluntad popular. Una república que, con el objetivo de modernizar la anclada sociedad española, lideró una reforma social, científica, cultural y económica destinada a reducir las desigualdades, a impulsar la participación de la mujer, a fomentar la educación para todos y, en definitiva, a acabar con los privilegios de unos pocos en detrimento de los demás, de los muchos más.

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