Un pájaro, así en genérico, es un bicho que vuela, que desciende del arqueopterix, un tipo de dinosaurio, que vivió en el Jurásico, era carnívoro y mal planeador. La evolución permitió transformar a aquel ser en la inmensa multitud de aves que disfrutamos, unas grandiosas como un cóndor y otras liliputienses como un colibrí, algunas muy vistosas por su plumaje y la gracia de sus trinos y otras menos afortunadas e incluso repugnantes como los buitres.
Un pájaro, en sentido sarcástico, es un humano pinturero, guaperas, bien fornido, esbelto, con labia y cara de bueno. ¡Vaya!, más chulo que un ocho, por su físico. Ser chulo, no es lo mismo que chulear a la gente, como es obvio. Lo primeo suscita admiración y envidia a partes iguales, porque no todo el mundo tiene ese garbo. En cambio, lo de chulear a la gente levanta rabia, enfado y rechazo. A la vista está.
En el plano psicológico, el chulo físico tiende a ser un pigmeo, porque no necesita desarrollar muchas habilidades cognitivas, ni de empatía, ni de razonamiento lógico, ya que su físico le facilita seducir y manipular, sin hacer demasiados esfuerzos intelectuales ni emocionales. Puede tener la cabeza hueca y tiende a alojarse en el narcisismo primigenio, toda vez que sus gracias externas le permiten logros maravillosos que engordan su engreimiento fatuo, pero fastuoso.
En el plano moral, la ley del chulo es manipular para obtener más réditos de gloria personal; una vez conseguido el logro, paga con el desdén y la indiferencia. El chulo carece de empatía y de sentido de la responsabilidad. Cuando la gente lo cala, viene a diagnosticar: ¡menudo pájaro…! No se puede decir más, con menos palabras y sin poner nombre propio.
Si cambiáramos de sexo, la pájara es una mujer habilidosa, oblicua, sinuosa, que cuando parece que se va es que está de vuelta; rehuye las líneas rectas por la exposición que exigen y se agarra muy bien en las curvas, sin derrapar; trabaja en silencio, a la chita callando y, sin hacer alharacas; si bien, saca partido siempre. Puede llegar a ser una pájara de cuidado cuando engaña a los incautos.
En masculino, el pájaro de cuidado además de timar, presume; engaña y se ufana de ello; puede ser un embustero con éxito que, en la barra del bar, farda de sus proezas retóricas. A veces, incluso, confunde, sólo para alardear de su hazaña. Esta estratagema le sirve para engreírse más, acrecentar su narcisismo y considerarse por encima de todo el mundo. El pájaro de cuidado roza la psicopatía. Hay que tenerlo muy en serio, porque el psicópata cree que la ley es su deseo, su antojo, o su delirio.
Otro pájaro famoso fue el pájaro de Clavileño con el que unas barbudas, supuestamente encantadas, se burlaron de don Quijote y Sancho, asegurándoles que volarían por los aires para que ellas pudieran ser desencantadas y pudieran recuperar la tersura de su cutis. Aquel pájaro era de madera, parecía caballo, pero no era; iba para Falcon, pero se quedó en artefacto, o tal vez no pasó de mentifacto. Los farsantes de feria, en época electoral, ofrecen este tipo de artilugios para engatusar la ingenuidad, dar gato por liebre, comprar confianza y lealtad y retribuirlas con burlas cínicas y risa sarcástica. Estas maniobras no suelen quedar impunes, si la víctima no es el noble don Quijote y su allegado el básico Sancho.
Cuando alguien tiene la cabeza a pájaros, se producen procesos, (¿o se dice procés?), incongruentes, porque teniendo así la cabeza sólo cabe esperar la locura de ir sin saber adónde, ignorar de dónde se viene y no saber dónde se está. Esto es el sinsentido del despropósito y la bisoñez. No hace falta que indique a quiénes me refiero, porque están que asaltan la yugular, como vienen haciendo históricamente.
Por cierto, y a propósito de pájaros en la cabeza, el Sr. Aragonés García ha ido a ver al Papa, Vicario del Espíritu Santo, que, como indican los iconos, se representa mediante una paloma que vuela por encima de las cabezas de las otras personas de la Santísima Trinidad. Esto de la teología zoomorfa también proviene de Egipto, donde tenían dos halcones (Horus y Khonsu), un ibis (Thot) y un pájaro entero (Shu); pero esta es otra historia. ¡Será por falta de pájaros!
En el cristianismo, el Espíritu Santo inspira al Papa y es responsable de su infalibilidad. Pues, en este caso, Francisco I, antes Jorge Bergolio, no ha debido hacerle caso a su inspiración, porque recibir con repique de campanas al Molt honorable, en pleno proceso de negociación de la fragmentación de España, cuanto menos equivale a una toma de partido. Además, recomendarle diálogo a quien no se digna escuchar a sus iguales, parece un oxímoron. A Jorge, el infalible, le ha faltado prudencia, sentido de la oportunidad y calibrar el talante autoritario del pícnico Aragonés García. Y a éste le ha sobrado petulancia sublime, buscando las bendiciones apostólicas.
Volviendo a la pajarería, encontramos al ave fría, que no canta como un gallo por falta de testosterona y otros andrógenos, pero no es un trans. Es del grupo binario, con muchos estrógenos. Suele ser traidor, mete las tijeras por la espalda y luego dice: pío, pío, que yo no he sío, porque es cobardica. Sin embargo, compensatoriamente, es muy osado, oscuramente retador e implacable vengativo; todo, sin que se sepa, porque tira la piedra con la mano previamente escondida.
También encontramos a los pájaros de mal agüero, que son carroñeros, acuden ante la muerte, a comer despojos de presas que ellos son incapaces de cazar porque están obesos, son orondos y muy pesados. Estos especímenes son parásitos como la tenia solium, que puede medir 12 metros y devora la ingesta que no es para ella, dejando al organismo inane. Un pájaro de mal agüero siempre está famélico, dispuesto a saquear las reservas ajenas para vivir opíparamente sin mayor esfuerzo.
En la pajarería abundan, y mucho, los pájaros bobos que son una familia muy extensa: el pingüino, el sula sula, el de Humboldt, etc. Los pingüinos nadan a somormujo porque se escurren. En tierra, andan espatarrados, que es una forma imposible para avanzar y conviven con las focas y los leones marinos. Todos muy sedentarios, duermen siestas interminables, se mueven con torpeza, o no se mueven. Pero son un tropel de masas.
El gran problema es cuando el pájaro de cuidado, el que es más chulo que un ocho, se desadapta, entra en regresión y se convierte en pajarraco, en arqueopterix, el coetáneo de los dinosaurios, que desapareció por inadaptación. El pájaro de cuidado, incluso cuando regresa sigue siendo encantador, dice que avanza cuando va marcha atrás.
A pesar de todos los pesares, el pájaro pinto y de mucho cuidado seduce a las aves frías, encandila a casi todos los pájaros bobos, arrastra a los pájaros de mal agüero, acapara a otros pájaros y pájaras de cuidado para que todo vaya a terminar como el pájaro de Clavileño. Una calamidad. Para Reyes tendremos que pedirnos un cohete marca Yoli. Y a volar.