No te enfades conmigo porque no entiendo o porque no te escucho, no me regañes si se me cae la sopa de la cuchara. No trates de enseñarme nuevas cosas, que tal vez entienda, pero mi mente ya no acepta cambios, se colapsa, no te enfades. Es muy difícil, cambiar mi comportamiento a mis años, nuevos usos o costumbres, no me fuerces a aceptar cambios, mi tiempo ya pasó. No te enfades por mi manera de pensar. Te pido perdón, solo necesito, comprensión, respeto, un lugar donde vivir, cuidar de mi salud, entretenerme
La ancianidad no debe ser visualizada solamente como un proceso solo biológico, ni como el momento en el que un ligero envejecimiento cerebral conducen inexorablemente a un cierto estado de senilidad, pero que en la mayoría de los casos, aún conservan la razón, la lucidez y la deducción lógica, aunque tal vez amparada en procesos y fundamentos y a veces sueños del pasado; por el contrario, la ancianidad debe ser encarada desde el marco general de las políticas públicas y la legislación, como una condición que pueda gozar de unos derechos esenciales, los derechos a la ancianidad.
Tal vez todo tiempo pasado fue diferente, pero ¿cómo hubiese avanzado el pensamiento, sin Platón, o la ciencia médica sin Galeno, Pasteur o Miguel Servet? Si, hemos avanzado mucho desde Pitágoras o Newton y el progreso sin lugar a dudas es el camino para alcanzar una sociedad más justa y más iluminada, pero en la simiente del pasado es donde todo comenzó y como solía decir mi anciano padre, “el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo” y eso solo reclama reconocimiento y respeto y es este, el primer Derecho de la Ancianidad.
El envejecimiento progresivo de la población mundial plantea la problemática de conservar a los ancianos en el seno de la sociedad, encontrándoles el lugar que por su dignidad y por sus aptitudes deben ocupar para bien de la comunidad[i] y es por ello por lo que es necesario superar el llamado estado del bienestar para alcanzar, más pronto que tarde, un estado de cuidado. Todo anciano debe de tener derecho a una protección integral, garantizada.
Dentro de esa protección integral, se encuentra cubrir la necesidad del acceso a una vivienda digna, a una alimentación equilibrada y suficiente, a una higiene propias de una condición humana saludable y de acuerdo con los criterios fijados por la OMS, este derecho debe de consolidar el cuidado y el seguimiento de una salud física, mental y social, asegurando el bienestar y las condiciones necesarias para una satisfactoria supervivencia, que además le permita continuar vivenciado la vida en toda su plenitud.
Vivenciar la existencia en plenitud, significa alcanzar el derecho al esparcimiento y a la expansión, permitiéndole gozar de una tranquilidad, libre de ansiedad, de estrés o de cualquier otra sintomatología asociada al deterioro paulatino de su salud mental. Si, claro es que siempre que se aproxima el estado de decrepitud, se van acrecentando los síntomas y signos de un deterioro de la salud mental y social, pero, sin embargo, hoy la humanidad cuenta con recursos, herramientas y medios para la mejora, la contención y en cualquier caso contribuición a paliar los efectos de los déficit cognitivos y neurológicos, derivados del envejecimiento cerebral.
Así mismo, una vez alcanzada la edad avanzada, a la que hoy se clasifica bajo el epígrafe de la tercera edad, es conveniente asegurar el derecho a la actividad productiva e intelectual, al desarrollo de trabajos que su condición psico-física les permita y que a la vez lo reconduzcan a disfrutar de una vida útil y positiva, un derecho que garantice a sí mismo la posibilidad de mejorar su desarrollo intelectual, estudiando o adquiriendo conocimientos que formen parte de la alimentación de un espíritu aún inquieto.
La defensa de los derechos de la ancianidad y la mejora de la calidad de vida en la cuarta edad, pero partiendo de la tercera, es sin duda una deuda que la sociedad ha contraído, con sus predecesores en el desarrollo de la sociedad. No se trata de compasión solidaria, se trata de la necesaria consolidación de unos derechos necesarios y vitales, que podrían considerase dentro de los derechos civiles indispensables para una sociedad avanzada del siglo XXI.
En 1948, Eva Perón promulgó los derechos a la ancianidad en la Argentina de la primera mitad del siglo XX y aún hoy en la Europa del tercer decenio del siglo XXI, se sufren graves carencias, cuando no, inexistencias garantes de estos derechos.
La calidad de vida en los ancianos se asienta en su capacidad de adaptación a los cambios físicos, psicológicos y sociales que se van produciendo y a los agentes externos estresantes, los factores psico-sociales que lo acosan e incluye todas las satisfacciones que hacen la vida digna de ser vivida.[ii]
La Asamblea General de la Naciones Unidas, convocó la primera Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento en 1982, en la que se elaboró un informe con 62 puntos conocido como el Plan de Acción Internacional de Viena sobre el Envejecimiento.
En 1991 la Asamblea General adoptó los Principios de las Naciones Unidas en favor de las Personas de Edad, que enumeraban 18 derechos de las personas mayores relativos a la independencia, la participación social, la atención, la realización personal y la dignidad.
El Plan de Acción abogaba por un cambio de actitud, de políticas y de prácticas a todos los niveles para aprovechar el enorme potencial de las personas mayores en el siglo XXI. Las recomendaciones de acción específicas del Plan dan prioridad a las personas mayores y el desarrollo, la promoción de la salud y el bienestar en la vejez, y la protección de un entorno propicio y de apoyo para estas personas. (Independencia, Participación, Cuidados, Autorrealización, Dignidad).
Sin embargo, muchos estamentos gubernamentales, hacen oídos sordos y no prestan la suficiente atención en la gobernanza a los citados derechos de la ancianidad. Por poner un ejemplo; “Un estudio confirma que en Madrid la mortalidad entre los mayores residentes fue bastante mayor que en cualquier otro lugar de España y que no se derivaron a los centros hospitalarios los casos más graves en la primera ola de la pandemia”.[iii] La desatención, la negligencia y la indolencia gubernamental, ha empañado de vergüenza, las resoluciones gobernativas que debieron haber velado por el cuidado de la salud de los ancianos residentes.
¿Qué cuántos años tengo? – ¡Qué importa eso!
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido…
Pues tengo la experiencia de los años vividos
……………………………………………..
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,
pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos.
José Saramago
Enlaces relacionados:
[i] AÍDA KEMELMAJER DE CARLUCCI
[ii] Medisur vol.15 no.1 Cienfuegos ene.-feb. 2017Janet Villafuerte Reinante , Yenny A. Alonso Abatt , Yisel Alonso Vila , Yuleydi Alcaide Guardado , Isis M. Leyva Betancourt, Yoleisy Arteaga Cuéllar
Dirección Municipal de Salud, Cienfuegos, Cienfuegos, Cuba, CP: 55100
Policlínico Docente Octavio de la Concepción y de la Pedraja, Cienfuegos, Cienfuegos, Cuba
Policlínico Docente Área VII, Cienfuegos, Cienfuegos, Cuba
[iii] Diario Público. 13/06/2023