marzo de 2024 - VIII Año

La necesidad de la política

Congreso de los Diputados España 09Hay personas a mi alrededor que insisten en que la política es una aventura. No estoy de acuerdo con ellas. La política más que una aventura es una apuesta personal. Sin entrar en consideraciones maquiavélicas del término -esas las dejaré para otro día- pienso que el ejercicio de la política, aparte de un derecho constitucional, también es un deber ciudadano que se ejerce en cada acto individual o social que llevamos a cabo: en las relaciones con la familia, con la vecindad, con nuestros compañeros laborales, con las opiniones que manifestamos, etcétera.

Pero…, si así fuese, deseo no obstante hacer algunas consideraciones.Tiene la fauna política en estos días poselectorales, sea del signo que fuere, diferentes pulsos vitales incluso comportamientos similares que deseo analizar. Están los de sonrisa amplia y movimientos extrovertidos -que son los vencedores, aunque sea por la mínima-; están los de ojos esquivos y sonrisas mayestáticas -que son los perdedores-, y están, por último, los nostálgicos, que son los que… atendiendo a una definición de Kundera, tienen ese sufrimiento que les causa el deseo incumplido de regresar.

La Odisea homérica -que metió en la Historia a Ulises, el mayor aventurero de todos los tiempos, aunque fuera revitalizado a finales del siglo pasado por James Joyce, todo hay que decirlo- es la epopeya fundadora de la nostalgia, del deseo de volver, en este caso a Ítaca.

Decía La Rochefoucauld que nadie se enamoraría si nunca hubiera oído hablar del amor. En política, creo, ocurriría lo contrario: nadie entraría en política si hubiera oído hablar seriamente de lo que, por desgracia, también forma parte de la política, y, con ello, me refiero ahora al espectáculo irreverente y bochornoso que un día sí y otro también nos están dando próceres de uno y otro signo que lo fueron todo para el electorado y que a la postre, los tribunales, los están coloreando como unos meros cínicos que se han aprovechado del erario público para amasar fortunas cuyos números resultan a veces hasta mareantes.

EspañaLa política no obstante, se diga lo que se quiera, también puede ser un salto hacia la plenitud personal, hacia un tiempo apasionado en la vida de las personas. Lo que amenaza realmente a los hombres y mujeres que hacen del ejercicio de la política una forma de vida, aunque sea por un tiempo, es realmente ‘la muerte política’, ese es el condimento que les amarga la existencia y además el ingrediente necesario para ser un nostálgico. Pero no olvidemos en este punto una cosa, en la política igual que en los libros de aventuras, lo que engrandece al héroe es la muerte anunciada que es burlada en un regate corto o en un pase de prestidigitación inesperado. Eso también está en la política como en la vida diaria y en la ficción, que no es más que vida inexistente recreada.

Todos los políticos tienen los mismos elementos esenciales de cualquier mortal. No hay nada excepcional en un político. Sus virtudes y defectos son inherentes a su persona no al partido que pertenecen, ni al sexo ni a la religión que profesen ni a la textura de la piel con la que hayan nacido. En él o ella, se contienen los aditivos de una formación, una cultura, una sociedad, un tiempo histórico, un lugar y un momento vital dado.

th 9164431fa7eb551f941ba2ebf32a4d7e carrillosuarezgonzalezLos políticos como todos los mortales también huyen de algo y, en este punto, estoy de acuerdo con Savater cuando dice que se huye del pasado, pero también del porvenir; nos acosan por igual los recuerdos y las esperanzas, lo que no podemos evitar haber hecho y lo que nos veremos obligados a hacer. Cada hombre se siente obligado a huir de lo que fue, de lo que es, de aquello que tendrá que ser.

Pero… ¿qué es lo único que puede salvar al político de todas estas cuitas? Pienso que sólo puede ampararse… que la única coraza posible a este desasosiego es la honestidad, la integridad. Si después de haber estado un tiempo en la escena política -si no es un sinvergüenza, claro-, uno puede sentirse satisfecho del trabajo realizado y conseguir además el refrendo y la aquiescencia de los ciudadanos por su quehacer en la esfera pública, entonces es cuando la política deja de ser una aventura para convertirse en un servicio público, en una entrega por conseguir los derechos burlados a la ciudadanía.

Pero, estas cosas, en estos días funestos en que vivimos parecen realmente muy lejanas. No obstante, quiero desde esta tribuna reivindicar en este momento de horas bajas la necesidad de la política como elemento vertebrador de la sociedad y también, lo importante que es para la democracia española desterrar de la política a todos aquellos que hacen de la misma un mercado donde todo -y digo todo- se puede comprar y vender.

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Archivo Entreletras

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