diciembre de 2024 - VIII Año

Metaverso o el triunfo de Platón

Imagen: rtve

Vivimos en tiempos de incertidumbre, de hecho, la pandemia y la guerra en Ucrania únicamente han servido de catalizador y amplificador de esa zozobra social que hace años azota a nuestras sociedades. La ausencia de referentes claros, sumado a la activación de relatos relativistas e identitaristas que solo buscan ahondar en dicha falta de referentes (con fines políticos y de poder) ha llevado a crear marcos referenciales artificiales que solo responden a la necesidad de articular una cosmovisión que llene el vacío dejado por el relativismo.

Como decía, este tipo de procesos tienen la peculiaridad de crear marcos referenciales artificiales sobre los que deben pivotar y adecuarse cualquier relato que quiera lograr influencia social para poder medrar en el econosistema que genera el marco. Esto nos lleva a una situación de constreñimiento narrativo, intelectual y democrático porque condena a la muerte civil de cualquiera que ose traspasar los límites o para aquél que cuestione el marco mismo. Una segunda derivada muy interesante es la ansiosa necesidad de encontrar el sesgo de confirmación que autoconfirme el marco referencial y nos sirva de “soma” social anestesiante. Con ello entramos en la espiral de profecía autocumplida que es el súmmum del sesgo.

Naturalmente estamos ante una constante huida de la realidad porque creemos que nosotros la podemos construir, el problema radica en que cuando la realidad nos atropella, nos deja noqueados y, muchas veces, solo nos dedicamos a tratar de reafirmarnos y agarrarnos al asidero de las sombras como si de la realidad se tratase. Este fenómeno tan contemporáneo tiene la peculiaridad de estar muy expuesto al devenir de la historia del presente. Si creíamos que el avance tecnológico nos hacía inmunes a la Naturaleza, si pensábamos que éramos nosotros sus valedores, apareciendo esa especie de reificación y tutela (traducida en fenómenos esperpénticos como el encarnado por Greta Thunberg), la realidad nos atropelló en forma de pandemia y visualizó la debilidad y finitud del Hombre en la Naturaleza.

Como decía, estos cantos de sirena o sombras proyectadas en las paredes de la cueva de nuestra contemporaneidad lo encontramos en los movimientos ecologistas. Este tipo de movimientos ha logrado condicionar las decisiones políticas al más alto nivel y la imposición de un monolítico discurso social cuyos límites pocos se han atrevido a cruzar porque sabían que se exponían a la muerte civil o al acoso social. Este tipo de imposición cultural nos ha llevado a callejones sin salida en los que, tras décadas de tratar de embutir lo ideal sobre lo real, hemos dejado en manos ajenas y agresivas nuestro futuro económico, estabilidad social y política.

Me refiero al bucle melancólico de “salvar al planeta” cuya traducción práctica se reducía a una “transición” hacia la energía verde que, en verdad, era depender de actores políticos como la Rusia neoimperialista de Putin. En vez de apostar por energías limpias (sin la mítica huella de carbono) como la nuclear de fisión y la transición hacia la nuclear de fusión, se decidió por unas renovables económicamente no rentables y la necesidad de aumentar la producción energética mediante el gas. Algún día habrá que preguntarse hasta qué punto intereses geopolíticos y actores extranjeros han ido impulsando y sosteniendo este tipo de movimientos que tan buenos resultados han otorgado a países como Rusia. En este tipo de planes de ingeniería social, nunca hay nada inocente, ni por supuesto, bienintencionado.

Pero, como vemos, este tipo de movimientos se están dando de bruces con la realidad, realidad en forma de guerra y pandemia, ahora veremos cómo van mutando paulatinamente todos aquellos adalides del buenismo relativista. Aunque sea con dolor, con mucho dolor, necesariamente tendremos que coger el pulso de los sucesos y activar políticas estratégicas que superen y dejen atrás el marco preestablecido. Ahora bien, ¿esto significa que hemos acabado con el vacío existencial derivado del relativismo cultural imperante? Mucho me temo que no, el virus del relativismo ha calado muy hondo, el mero hecho de enfrentarnos a una realidad amenazante puede llegar a agudizar la sensación de angustia y la anomia social. ¿Qué tipo de respuesta se puede estar presentando? A mi entender, la aparición en el horizonte del llamado “Metaverso” puede ser el cenit de esa huida existencial de la que hablaba más arriba.

¿Qué consecuencias pueden derivar de este “Metaverso”? Más allá de las consecuencias institucionales y democráticas que puedan derivarse (hablo de ello en el artículo titulado “Metaverso, democracia e identidad”) me preocupa un aspecto que creo de mucho calado, básicamente en cómo afectará en la cosmovisión de la sociedad una tecnología como la que nos propone Mark Zuckerberg, en cómo afectará nuestra relación con el medio y las relaciones sociales, me pregunto si podrá a llegar a tener una profundidad ontológica en el ser humano. Antes de seguir con el argumento, decir que el “Metaverso” puede responder a un constructo fruto de la profecía autocumplida, pero, sea como fuere, la creación de un universo inmersivo paralelo a la realidad, puede tener consecuencias de mucho calado.

¿A qué respondería la creación del “Metaverso”? O mejor dicho ¿qué hueco estaría cubriendo una oferta como esta? Estamos en la constatación empresarial de intentar cubrir el vació existencial, la mareante infinitud del Ser y la angustiosa finitud del individuo. En verdad, tener una realidad virtual inmersiva en la que poder interactuar, socializar, ganarse la vida, ser “otro yo”, un mundo virtual dónde una de sus principales características es que todos tienen una posición panóptica y, por tanto, todo el mundo puede ver a todo el mundo puede llegar a condicionar cómo entendemos el mundo y la realidad. Me pregunto si no estaríamos ante un cambio tan sustancial como el que expresaba Mircea Eliade con el cambio de mentalidad neolítica (en lo sagrado y en lo profano) por el mero hecho de visualizar la génesis de la vida desde la muerte. ¿Estaremos ante un cambio en las mentalidades de este calado? ¿Podría estar siguiendo el modelo homérico de virtudes por exposición y vergüenza social? ¿Esta sobreexposición tendrá su derivada más allá del “Metaverso”?

Lamentablemente hemos visto como las nuevas tecnologías y las redes sociales han servido para azuzar movimientos identitarios, mentalidades tribales, radicalización social…dar una vuelta de tuerca más de la mano de los proyectos de Zuckerberg solo puede agudizar aún más estos procesos y, como decía, podrían ser de un calado que podría cambiar nuestra mentalidad, quién sabe si nos estamos adentrando en una mentalidad paradigmática o, quizás, estamos recorriendo el camino inverso de la Ilustración y nos encontramos en pleno proceso de reencantamiento que podrá afectar a lo profano y a lo sagrado. Creo que nos hemos de parar a reflexionar y situar las cosas en su sitio, la tecnología es y debe ser un medio, nunca un fin en sí misma.

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