mayo de 2024 - VIII Año

La columna romana / Enero, entreno; como en Roma

Enero tiene una especial tendencia a convertirse en un mes en el que los gimnasios hacen su agosto, curiosamente. La cuestión es que todos nos apuntamos y algunos, incluso van… como decía el otro, hace dos semanas que me apunté al gimnasio y no he adelgazado ni estoy más fuerte. Como esto siga así, voy a tener que ir…

El caso es que los romanos antiguos también iban al gimnasio; en las Termas había una zona para entrenarse, incluso al aire libre, la palestra, y  eso de Mens Sana In Corpore Sano, es de Juvenal, del siglo I, aunque él lo dijo en otro sentido… Desde luego está documentado que algunos romanos entrenaban, incluso con pesas, halteras, (de donde viene halterofilia, literalmente amor por las pesas), halteras que eran un must en todas las termas. Las halteras romanas pesaban siempre alrededor de 4,5 kilos y se utilizaban para diferentes ejercicios según el grupo de músculos que se quisiera ejercitar. Vamos como nosotros.

El mismo Galeno, el doctor por excelencia, recomendaba que los ejercicios con halteras eran especialmente buenos para los problemas hepáticos, así que los borrachines, por ejemplo se daban de día a las pesas y de noche al vino…

Y si ya lo que querías, era ponerte cachas, lo que hacías como buen romano, era levantar piedras, como los vascos; en las Termas había piedras graduadas por pesos y los más brutos las levantaban ante el pasmo de sus compañeros y demás público asistente. También había alguna chica culturista, en un caso concreto, nuestro ácido humorista hispano Marcial (que hoy estaría cancelado) se ríe de una machota que: “Sodomiza a los mocitos la tortillera Filenis y, más ardiente que un marido en erección, se cepilla a las muchachas de once en once por día. Juega también al harpasto (fútbol) en sujetador y se pone amarilla de albero, y las halteras, pesadas para los culturistas, las voltea con fácil brazo y, llena del barro de la cenagosa palestra, recibe una paliza con el látigo de un entrenador lleno de aceite. Y no cena ni se pone a la mesa sin antes haber vomitado siete cuartillos de vino puro (…)” vamos una chica sana como una manzana.

También se ríe Marcial de otro atleta macho que “jugando en medio de la palestra con toda la gente mirando, al pobre se le cayó la fíbula” con un cuerpo escultural, parece que ese músculo que tapaba el calzón no estaba tan desarrollado… poca mecha para tanta dinamita… el caso es que el público asistente a los gimnasios romanos sería fácilmente reconocible por nosotros: el gordito, el guaperas, el exagerado, el perezoso, el fuertote… la modelo…

Yo por si acaso, me he apuntado a las Termas, algo hay que hacer para bajar los turrones que nos hemos ventilado. Qué le vamos a hacer, ya si eso, como aquél del que hablé, incluso iré…

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Archivo Entreletras

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