marzo de 2024 - VIII Año

Iglesias coloniales de El Salvador

Patrimonio a salvo. Rescatado el único libro, inédito, del pintor y arquitecto Joaquín Vaquero
‘Iglesias coloniales de El Salvador’ describe el periplo del artista por el legado patrimonial del país del istmo

salvador2La defensa y conservación del patrimonio histórico-artístico es hoy, en tiempos tan desmemoriados como los que vivimos, una auténtica gesta. En el plano de las ideas, todo maquina contra ella. La forzada tecnologización de nuestras vidas pugna por acreditarse vestida con el engañoso ropaje de una segunda naturaleza humana. Mas, en verdad, lo que procura en numerosas ocasiones es deshistorizarla, mientras arrebata al espacio su función presencial, de contigüidad y cercanía, con ello deshumanizándonos. Si ni el tiempo ni la historia ni el espacio existen, según pregona el mensaje ínsito en la tecnologización descontrolada, ante nosotros se abre el abismo de lo virtual, ese magma que creíamos meramente ceñido a los relatos de ficción.

Contra el empuje de tan potente enemigo contamos con valladares como los que irguió, en su día, el arquitecto y pintor Joaquín Vaquero Palacios (Oviedo, 1900-Madrid, 1998), cuya pugna contra la desmemoria en el Arte y en pro de la defensa patrimonial cristalizó en una excelente obra pictórica y arquitectónica. Hoy, gracias el esfuerzo del catedrático de Arquitectura de la Escuela Superior de Madrid, Javier Mosteiro, paladín en España de la lucha patrimonial, y a la ayuda del experto en la pintura y albacea del archivo segoviano de Vaquero, el historiador del Arte Francisco Egaña Casariego, ambos rescatan del ámbito de lo inédito y dan a la imprenta, en un cuidado e ilustrado libro, ‘Iglesias coloniales de El Salvador‘, de Joaquín Vaquero Palacios, recién editado por la Universidad de Valladolid y prologado por el catedrático ovetense de la universidad pucelana Carlos Montes.

Vaquero había nacido en el seno de una familia de la burguesía establecida en Asturias, donde su padre impulsó el desarrollo industrial mediante la construcción de presas hidroeléctricas. Estudiante de Arquitectura, compañero de promoción (1926) y amigo desde entonces del gran alarife Luis Moya Blanco, con quien recorrería medio mundo, Joaquín se foguearía en Asturias como arquitecto primerizo de algunas centrales hidroeléctricas.

salvadorUn hecho trascendente surgió en su vida: el encuentro, en 1926, con Rosa Turcios, salvadoreña, estudiante de Humanidades en La Sorbona, hija de un embajador de su país en Washington y sobrina carnal del poeta nicaragüense Rubén Darío. El amor entre Joaquín y Rosa creció en París, donde ella estudiaba. Allí había acudido Vaquero para desarrollar su pintura y exponer su obra plástica que, gracias al galerista Knodler, halló un eco que le condujo hasta Nueva York.

Tras su boda en 1928, de la cual nacería el futuro escultor Joaquín Vaquero Turcios, el artista ovetense viaja a El Salvador, en un periplo que les llevaría también a Washington, Ciudad de Guatemala, y Kingston, en Jamaica. Enamorado del pequeño país centroamericano, proyección de su amor por Rosa Turcios, Joaquín Vaquero, sorprendido por la feraz cromática tropical, incorporó aquel volcánico paisaje a su hondo horizonte emocional para llevarlo desde su alma a los lienzos. Madura como pintor. Su nombre resuena en el universo pictórico euroamericano.

Por otra parte, accede al concurso internacional convocado por la Unión Panamericana, para erigir un monumental faro dedicado a Cristóbal Colón en Santo Domingo y su anteproyecto pasa a la final, el único seleccionado de autor español. Cobra pues nombradía hispana e internacional y, para documentar más aún su propuesta, viaja a México, donde se impregnará plásticamente con el arte precolombino y virreinal, que al poco redescubre en el país salvadoreño. Su pintura se llena de colorido, de exuberancia y de pasión, mientras concursa en 1953, también junto a Luis Moya, para erigir la catedral de San Salvador.

Arquitectura entre volcanes

Es entonces cuando se propone publicar un libro sobre la delicada arquitectura virreinal salvadoreña, señaladamente las iglesias, acosadas por movimiento sísmicos que periódicamente estremecen y escupen sus amenazas telúricas desde la veintena de cráteres de volcanes que jalonan los apenas 20.000 kilómetros cuadrados del pequeño país del istmo centroamericano. Surge así una suerte de hondo enamoramiento de Joaquín Vaquero por aquella arquitectura, tan frágil, mordida por la selva cuando no arruinada por los temblores de tierra, el abandono o la desidia. Así, en 1945, proyecta pues un texto, profusamente documentado e ilustrado con numerosas fotografías suyas, que permita conservar los cánones tectónicos, estéticos y plásticos más singulares de los templos salvadoreños. Desde los muros perimetrales a las cubiertas de madera, nada quedará fuera de su atenta anotación sobre los templos inventariados y examinados. Pero el libro, el único que él escribió, recrecido en 1961, va a permanecer inédito desde entonces.

Joaquín VaqueroJoaquín VaqueroDe esta guisa comparece hoy esta obra recién editada y rescatada del olvido, en la que su autor fundió la minuciosa descripción espacial, volumétrica y proporcional, nacida de la mirada del arquitecto, con el sentir narrativo de un viaje pictórico, esmaltado por la intensa sensibilidad que, desde la pasión, Joaquín Vaquero hizo aflorar en cada momento. El gran artista atrae al lector hacia su relato, le informa y consigue recobrar de la desmemoria un legado patrimonial arquitectónico y plástico sumido en un profundo sopor, entre el verdor crepitante de la selva y el agudo trino de las aves de plumajes polícromos.

La prolífica obra pictórica y arquitectónica de Vaquero Palacios halla en este libro expresión suprema, no tanto por el trasunto temático elegido –una veintena larga de templos salvadoreños-, sino por la significación que implicó en su día acometer la gesta de rescatar un patrimonio tectónico e histórico repleto de claves no solo artísticas, sino también antropológicas. Con ellas y pertrechado por su enorme sensibilidad, recreó sus saberes y su cultura un artista de genio como Joaquín Vaquero, en pugna abierta contra la desmemoria y reivindicando la básica entidad espacio-temporal de la Arquitectura, garantía de su vuelo virtual hacia el Arte puro.

El arquitecto Javier Mosteiro y el historiador del Arte Francisco Egaña, movidos por un sentir y un respeto por el patrimonio histórico-artístico en sintonía con el profesado por Joaquín Vaquero Palacios, han querido recuperar aquella su gesta, tras desplegar un esfuerzo singular, evidente en este libro, por conformarla de manera grata e informada, apta para ser disfrutada por lector@s sensibles, avisad@s y cult@s.

Iglesias coloniales de El Salvador de Joaquín Vaquero Palacios
Edición a cargo de Javier Mosteiro y Francisco Egaña Casariego
Ed. Universidad de Valladolid, 2018.

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Archivo Entreletras

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