mayo de 2024 - VIII Año

‘Nada’, una película danesa que nos dará que pensar…

El pasado viernes 14 se estrenó en nuestras salas Nada, la última película de la directora danesa Trine Piil Christensen, inquietante film coproducido por Dinamarca y Alemania.

Christensen, además de cineasta, es escritora. Ha trabajado sobre todo como guionista en series de TV como: Absalons hemmelighed (2006) —codirigida por ella con Morten Køhlert y Malene Vilstrup—, 2900 Happiness (2007) —sólo dirigida por ella—, The Importance of Tying Your Own Shoes (2011) de Lena Koppel y Theo & Den Magiske Talisman (2018) de Peter Gornstein. En la gran pantalla debutó con Max en el año 2000. En todas ellas alienta una preocupación social que podríamos calificar de sello de identidad de la autora, que también aflora en la película que ahora se estrena.

La historia de Nada está basada en el best seller de igual título de la también danesa de origen austro-alemán Janne Teller (1964). Esta novela, de tan sólo 154 páginas, nació gracias al “inocente” encargo de un texto destinado al público joven que una editorial le hizo a Teller. Se acabó publicando en el año 2000 en su país de origen e inesperadamente desencadenó una encendida polémica, que terminó con la censura de la obra por parte de las autoridades locales. Tres años después, se convertiría en todo un fenómeno editorial: la nouvelle ha vendido hasta la fecha la friolera de un millón de ejemplares en más de los treinta países en los que se ha ido publicando. Entre los lectores escandinavos ya es un libro de culto. Ahora con la llegada de la película, como suele darse, las ventas se van a multiplicar. ¡El morbo, pues, está servido!

De modo y manera que la apuesta de Christensen en su adaptación —más allá de sus evidentes intereses comerciales— es considerable puesto que se enfrenta a la siempre enconada polémica entre cine y novela. ¡Y qué novela!

La realizadora —que es también coproductora— sale más que bien parada del lance si bien se toma algunas licencias respecto del original en el guion, que ha escrito en colaboración con el también cineasta Seamus McNally. Ambos han aligerado temas que en el libro tienen más entidad como la religión, el sexo, la mentira, las relaciones paterno-filiales, la mercantilización y el consumo, la multiculturalidad…  Aspectos conflictivos todos ellos que forman parte de las preocupaciones de los adolescentes actuales y que sustentan la sociedad contradictoria en la que a estos les toca vivir (y a nosotros también).

McNally le ha echado una manita en la dirección a la realizadora para este film, que ha sido nominado por la Danish Film Academy a la mejor película juvenil y al mejor guion adaptado. Asimismo, la cinta se presentó en la Sección Oficial de la última edición de la Seminci el pasado 24 de octubre y no dejó indiferente a nadie.

Ya se sabe que los daneses —desde Dreyer a Lars Von Trier— siempre se han destacado por cultivar una cinematografía con ribetes existencialistas que conecta con referentes literarios y filosóficos de la tradición nórdica como Kierkegaard y Heidegger. “Algo huele a podrido en Dinamarca” vaticinaba ya el perspicaz Marcelo, en un lamento, al enojado príncipe Hamlet.

A algunos espectadores el título de la película —Nada— les puede recordar al de aquella lejana adaptación que hiciera en 1947 Edgar Neville de la novela de Carmen Laforet. Conviene salir al paso, pues, para anticiparles que las dos películas no tienen “nada” que ver.

El largometraje de Trine Piil Christensen nos cuenta las desventuras del adolescente Pierre Anthon y sus compañeros, los alumnos del curso séptimo A de la Escuela Primaria de Taering, un barrio de una mediana ciudad de provincias danesa.

Cuando empiezan las clases, el chico se ve invadido por un profundo sentimiento de hastío y decide abandonar el colegio para encaramarse a un árbol, un ciruelo, del que no está dispuesto a bajar, siguiendo el venerable ejemplo literario del barón rampante de Ítalo Calvino o el cinematográfico de Simón del desierto de Buñuel. Desde su inaccesible atalaya, el escéptico Pierre Anthon planteará todo tipo de cuestiones nihilistas a sus compañeros para que —por utilizar una ocurrente expresión muy nuestra— “se caigan del guindo” (nunca mejor dicho).

Con toda seguridad al chico no le habrá dado tiempo a leer el alegórico libro del italiano ni a visionar el mediometraje del aragonés, pero esto no le impedirá sin embargo que, con su radical gesto de protesta, ponga en jaque sobremanera a sus padres y maestros y, por supuesto, a todos sus atribulados condiscípulos. La crisis existencial de todos ellos —en plena efervescencia hormonal— hará que tomen inmediatamente cartas en el asunto para tratar de demostrar al incómodo heterodoxo que está equivocado, que la vida está llena de un sinfín de cosas que tienen valor pese al insobornable desencanto de este. De tal modo que todos se conjuran y deciden reunir en el cobertizo abandonado de una serrería todas aquellas pertenencias que atesoran cada uno de ellos como más valiosas en lo que llamarán un “montón de sentido”, con el objetivo de que el quisquilloso disidente deponga su inflexible aptitud. En su búsqueda arriesgarán parte de sí mismos y descubrirán que sólo al perder algo se aprecia realmente su significado. Sin embargo, cuando —asumido el pacto— pongan en marcha la maniobra no serán conscientes de que el desafío pueda llegar tan lejos.

Los personajes más importantes son: Agnes —narradora de la novela que en la película será la que nos conduzca a través de su mirada— y, por supuesto, Pierre Anthon, desencadenante de todo cuanto sucede en el relato. Él simboliza la rebeldía maximalista que se cuestiona “todo” para concluir que “nada” merece la pena.

El resto de chavales no forma un grupo homogéneo, atendiendo a su personal desarrollo. Se pueden establecer dos subgrupos diferenciados: el primero, más inmaduro, es el que por esta razón podemos etiquetar de inocentes, en el que militan: la guapa Rose, el religioso Hussain y alguno más. Y entre los más maduros (los “ya-no-tan-inocentes”) estarán: Agnes y su inseparable amiga Sofie, Hans, Otto…

En medio se encuentra el profesor Eskildsen que, desde su superioridad moral de educador, no logra enterarse de “nada” de lo que está pasando. Entre los dos grupos encontraríamos a otros que participan de ambos, como Gerda y Jan Johan.

A pesar de sus evidentes diferencias, todos los chicos emprenderán el consabido juego de las prendas —que devendrán sacrosantas reliquias— y todos en él acabarán por entrar en una perversa espiral de violencia y crueldad. Las peticiones irán por turno ascendiendo de nivel y de pequeñas cosas se irá “pasando a mayores” … Este sacrificio de ofrendas votivas, que no decidirá el interesado sino todo el grupo —desde unas sandalias verdes a una bicicleta amarilla recién estrenada, a mascotas como un hámster o un perro; desde la profanación de un cementerio hasta el robo del Cristo crucificado de la iglesia o de la bandera del instituto a la impuesta pérdida de la virginidad de Sofie o a la mutilación del dedo de su desdichado agresor— tendrá consecuencias imprevisibles.

La dinámica autodestructiva de este “grupo salvaje” no conocerá límites y sin posible marcha atrás degenerará irremediablemente en una irracional hecatombe de proporciones dantescas, que sólo se detendrá cuando uno de los chicos, el citado Jan Johan, cuente todo lo sucedido a sus mayores.

El siniestro proceso recuerda en su crudeza el argumento de El señor de las moscas de William Golding, novela que llevaría al cine en 1963 el director teatral Peter Brook. Como en esta, Christensen nos ofrece una descarnada fábula moral acerca de la condición humana. Ese microcosmos que crean los alumnos —en una suerte de thriller iniciático, que bebe mucho del género literario del bildungsroman— acaba por reproducir en el sadismo infantil, el mismo patrón de conducta de poder, avaricia y envidia que impera en las relaciones de los adultos haciendo así un formidable retrato robot del individuo como ser social.

Del mismo modo, la película admite lecturas diferentes e incluso opuestas. En efecto, si algunos pueden ver en esta indagación la ilustración de que la agresividad criminal se halla entre los instintos básicos de la naturaleza humana, otros podrán considerarla como una parábola que cuestiona un tipo de educación que no hace sino incubar arrebatos de barbarie prestos a estallar en cuanto se relajan los controles.

La película, en una rigurosa e incluso ascética puesta en escena que debe lo suyo al movimiento Dogma del mencionado von Trier, tiene —en su declarado uso del ritual por parte de los muchachos— elementos del Teatro de la Crueldad de Artaud, resabios de Genet y aspectos demoníacos del Teatro Pánico de Arrabal y Jodorowsky e, incluso, del film clásico Häxan (La brujería a través de los tiempos), estrenado en 1922 por el genial Benjamin Christensen, distinguido homónimo de la directora. Por supuesto, para completar el catálogo de influencias no le faltan algunos toques del cine gore.

La ácida parodia tampoco está ausente de las intencionalidades de Christensen: cuando el escándalo transcienda, los chicos y la localidad obtendrán notoriedad mediática y una curadora del MoMA de Nueva York se personará en el lugar de los hechos para ofrecer más de tres millones de dólares por el “montón de sentido”, legitimando así el producto final al conceptualizarlo de “instalación”. Aquella sorprendente epifanía de despropósitos que los chicos han ido coleccionando —como en un macabro gabinete de curiosidades— es considerada el último grito artístico de la nueva generación emergente que merece un lugar de honor en el panteón de creadores ilustres, en una pulla a los discutibles logros plásticos de la posmodernidad. “Si tanto significado tiene vuestro montón por qué lo vendéis”, les recrimina el aguafiestas Pierre Anthon, cuando se entera de que el museo está tan interesado. A lo que se suma Sofie, que ha entregado demasiado y, por tanto, se niega también a la transacción; la situación desembocará en una pelea entre los chicos que aprovecha Agnes para llegar hasta el ciruelo de Pierre Anthon y rogarle que baje y se acerque a la serrería para poner fin al conflicto. Al llegar allí, este les echa en cara a sus amigos su estúpido comportamiento con razones de peso, reproche que no estarán dispuestos a aceptar porque entienden que todo ha sido causado por su culpa. Finalmente, un incendio involuntario arrasará todo reduciéndolo a cenizas. Los adultos saldrán al paso de lo ocurrido buscándole una socorrida explicación que les deje dormir tranquilos sin llegar a entender el alcance de los acontecimientos.

Desde luego, la película da que pensar y mucho, en varios aspectos… ¡También en el cinematográfico!

A pesar de que antes habíamos opinado que la relación con la película de Neville era ninguna —y nos debemos reafirmar en ello atendiendo exclusivamente a sus diferentes contextos socio-históricos—, estamos dispuestos a reconsiderar nuestro punto de vista, al extremo de llevarnos la contraria. Después de todo, quizá acaben por tener algunas que otras afinidades: A poco que la curiosidad haya operado como corresponde…

Decía el poeta Lessing que: “La palabra casualidad es una blasfemia; nada bajo el Sol acontece por casualidad” (la cursiva es nuestra).

Si la novelista Janne Teller hubiera leído la obra de Laforet y la realizadora Trine Piil Christensen ha reparado en el largometraje de Neville, bien se podrían calificar con absoluta propiedad de “afinidades electivas” a los supuestos paralelismos. De qué nos extrañamos… ¿No “fusiló” el mismísimo Woody Allen La vida en un hilo para su Melinda y Melinda?

De modo que, a bote pronto, se nos ocurren unas cuantas posibles similitudes. A saber: adolescentes ensimismados que viven encerrados en su mundo, clima opresivo lleno de ardientes comodidades burguesas que, sin embargo, no alienta expectativas de futuro para sus hijos, incomprensión de los padres que carecen ya de claves para entenderles, etc., …

Bueno, pues como se dice ahora, ¡habrá que darle otra vuelta…!

Ficha técnica y artística
Estrenada en cines el 30/06/2023
Título: Nada
Título original: Intet
Año: 2022
País: Dinamarca y Alemania
Duración: 87 min.
Género: Drama / Thriller Adolescencia / Juventud Colegio
Dirección: Trine Piil Christensen
Guion: Trine Piil Christensen y Seamus McNally, según la novela de Janne Teller
Música: Johan Carøe
Fotografía: Bo Bilstrup
Producción: Trine Piil Christensen

Reparto: Vivelill Søgaard Holm (Agnes), Maya Louise Skipper Gonzales (Sofie), Harald Kaiser Hermann (Pierre Anthon), Sigurd Philip Dalgas (Otto), Ellen Fensbo (Elise), Andrea Halskov-Jensen (Gerda), Theodor Philip MacDonald (Hans), Bobby Antonio Hancke Rosado (Jan Johan), Clara Dragsted Hansen (Marie), Elias Amati Aagesen (Karl), Arien Alexander Takiar (Hussain), Frederic Linde-Fleron (Frederik), Marie Lund Asholt (Rose), Bastian Reichardt Ben Coker (Lukas),  Peter Gantzler (profesor Eskildsen), Marie Louise Wille (madre de Agnes), Claus Riis Østergaard (padre de Agnes), Paw Henriksen (padre de Elises), Jacob Weble (padre de Pierre Anthon), Shahbaz Sarwar (padre de Hussain), Morten Hemmingsen (inspector del colegio), Marie Dalsgaard (madre de Roses), Biljana Stojkoska (madre de Gerda), Mia Lerdam (supervisor), Laura Allen Müller (profesor de educación física), Natascha Romano (policía), Ditte Maria le-Fevre (periodista), Thomas Magnussen (periodista), Jonas Jacobsen (periodista) y Sarah Boberg (curadora del MoMA)

Compañías: Coproducción Dinamarca-Alemania; Film og Lydholm, Komplizen Film

Distribuye en cine: A Contracorriente Films

Para ver el tráiler de la película pinche aquí

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Archivo Entreletras

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