noviembre de 2025

Rock Hudson, el hombre que no amaba a las mujeres

Nació un 17 de noviembre de 1925. Fue el único hijo del matrimonio formado por Roy Harold Scherer Sr., un mecánico de automóviles, y Katherine (de soltera apellidada Wood), ama de casa y después operadora telefónica. Su padre era de ascendencia alemana y suiza, mientras que su madre lo era inglesa e irlandesa. Fue criado como católico romano. Durante el comienzo de la Gran Depresión (1929), su padre perdió el trabajo abandonando a su esposa e hijo, y finalmente divorciándose unos meses más tarde. Tres años más tarde (1932), su madre volvió a casarse con Wallace Fitzgerald, un exoficial del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, a quien el joven Roy despreciaba y del que llegó a sufrir abusos físicos. Roy fue adoptado por Wallace sin su consentimiento, pasando a ser su nombre legal Roy Fitzgerald. El matrimonio acabó en divorcio y sin hijos.

Roy asistió a la escuela secundaria en su ciudad natal, exactamente en el New Trier High School, curiosamente la misma escuela donde asistiría Charlton Heston y Ann Margret. Mientras tanto tuvo algunos trabajos, como acomodador de cine, donde parece que desarrolló su interés por la actuación. Realizó algún casting para obras de teatro en el colegio, pero no podía recordar lo que tenía que decir, inconveniente que tuvo durante su temprana carrera como actor. Se graduó de este colegio en 1943. Pasó una larga temporada en el Ejército.

Más tarde se mudó a Los Ángeles donde convivió con su padre biológico, que se había vuelto a casar. Inicialmente trabajó como cartero, camionero o taxista, entre otros trabajos ocasionales, pero pronto comenzó con su carrera como actor. A fines de la década de 1940 consigue aparecer en pequeños papeles, logrando un contrato con los Estudios Universal en 1949. La citada productora le considera un actor muy prometedor, con gran magnetismo para el público femenino, y le somete a una formación que incluye clases de interpretación, baile y canto, esgrima, montar a caballo, etcétera.

De su carrera podemos destacar su galanura, su más de metro noventa, su presencia física impresionante, lo que fue un reclamo para los Estudios cinematográficos. En Gigante (1956), dirigida por George Stevens, estuvo magnífico, como un texano que lleva a su mujer, la bellísima Elizabeth Taylor, que proviene del este americano, donde se había abolido la esclavitud a un territorio hostil que ella no logrará superar. Encontrará en el personaje de James Dean, el malogrado actor, el único apoyo en aquel lugar. Hudson era tan apuesto que todas las mujeres se enamoraban de él, pero lo cierto es que sus preferencias no se hallaban en el sexo femenino. Todo ese mundo clandestino se ocultó, para poder manteniendo la figura de galán en títulos tan inolvidables como los que protagonizó con Doris Day, entre ellos, Confidencias a medianoche.

Pero antes había interpretado magníficos melodramas de Douglas Sirk como Obsesión (1954), Solo el cielo lo sabe (1955) y Escrito sobre el viento (1956), todas de Douglas Sirk, donde Rock Hudson estaba impecable en el papel del hombre perfecto.

En películas del Oeste también estuvo muy bien y en películas bélicas como Tobruk y Estación Polar Cebra, demostró que era un actor muy solvente. Todo lo que hacía era un éxito de taquilla.

En los setenta se pasó a la televisión y triunfó también con la serie Mcmillan y esposa, junto a Susan Saint James. La simpática serie fue una de las épocas donde triunfaron también en los papeles de detective, Peter Falk como Colombo, Dennis Weaver, Telly Savalas y George Peppard.

Rock Hudson escondía ese mundo clandestino que se evidenció con el reciente SIDA, por ello, pese a interpretar ya enfermo un papel en Dinastía, la verdad que nadie esperaba saltó a la prensa, al verlo demacrado, con solo cincuenta y nueve años.

Para los amantes del cine, sin llegar a la talla de los míticos Paul Newman, Redford, y otros actores más de carácter y más completos (Rock Hudson siempre estuvo algo estereotipado en el galán noble y guapo), hay que reconocer que era buen actor y que siempre llenaba la pantalla.

Unos años antes de morir, se reencuentra con su buena amiga Elizabeth Taylor en El espejo roto, película que protagonizó junto a Kim Novak, Angela Lansbury, Edward Fox y el simpático Tony Curtis. Fue en ese momento, cuando él esconde los problemas mentales de ella, donde vemos la fragilidad de un actor que fingió ser quien no era, el hombre que se había enamorado de otros hombres, en un tiempo donde la censura lo hubiera condenado.

Y, en mi opinión, su mejor papel, fue el de Escrito sobre el viento, con aquel tándem formado con Lauren Bacall y Robert Stack. Pero todo el mundo recordará Gigante, porque nadie podía comparar su apostura en esta película tan espectacular. Liz Taylor siempre estuvo a su lado, como Doris Day, algo que debemos recordar siempre. Aquí queda mi homenaje a este actor de presencia impecable en la historia del cine.

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