abril de 2024 - VIII Año

Científicos en el exilio interior: Fernando de Castro

Fernando de Castro nació en Madrid en 1896 y murió en la misma ciudad en 1967, fue vicedirector del Instituto Cajal y uno de los colaboradores más estrechos de D. Santiago Ramón y Cajal

Aunque comenzó sus trabajos de laboratorio bajo la dirección de Nicolás Achúcarro. a la muerte prematura de este, pasó a depender directamente de D. Santiago en la sede del Instituto.

En 1922 se doctoró en la Universidad de Madrid, sobre un tema clave entonces como era, la estructura nerviosa de los ganglios nerviosos sensitivos y motores, tanto en su estado natural como en el patológico.

Al poco tiempo su trabajo sobre los biorreceptores del seno aorto-carotídeo. Los quimiorreceptores de ese área influyen en la presión sanguínea del sujeto por lo que constituyeron un hallazgo científico de primera magnitud y de gran alcance en el conocimiento fisiológico del organismo, dado que en él se encuentran las neuronas sensibles a la presión sanguínea y a las constantes químicas de la sangre, cuyos componentes influyen en la presión osmótica y en la acidez y basicidad de ese fluído.

Estos trabajos impulsaron a Fernando de Castro a viajar al laboratorio de Corneille Heymans, el gran fisiólogo de Países Bajos, para ampliar la investigación que acabará por perfeccionar el científico belga. Ese proyecto de investigación le permitió alcanzar el premio Nobel Fisiología y Medicina de 1938. Castro no fue citado ni convocado a Estocolmo en la concesión de este reconocimiento sobre el fundamento del “glomus carotídeo”.

Posteriormente en los años 30, Fernando de Castro se especializó en tinciones del Sistema Nervioso, con el que elaboró un manual de “Técnica micrográfica del Sistema Nervioso” que le supuso gran reconocimiento internacional. Sus conocimientos sobre los ganglios nerviosos culminaron en la publicación de un tratado de Neurología con otros autores de notable prestigio, como Wilfder Penfield tanto en la técnica histológica como en el contenido de sus  componentes. Su reconocimiento científico fue también compartido por miembros de la escuela de fisiología rusa (Laurentjew)

En 1928, había aportado un trabajo clave sobre la interpretación de los mecanismos reflejos de la regulación cardio-vascular y respiratoria que luego se perfeccionaron y que se denomina hoy, reflejo Hering.Breuer. también fueron  importantes junto con Laurentjew el estudio de los reflejos intramurales del tubo digestivo.

Entre tanto, la relación de Ramón y Cajal con Castro como con Tello fue creciendo a medida que los logros científicos de ambos alcanzaron nivel internacional.

En 1933, las oposiciones a la Cátedra de Histología de la Universidad de Madrid casi le cuestan una enfermedad a pesar de que sus rivales al enterarse del nivel del aspirante, abandonaron la prueba.

Durante la guerra civil española, ambos científicos compartieron los sinsabores de esta en Madrid, administrando el legado de D. Santiago con los escasos recursos disponibles.

Castro intentó al acabar la guerra convertir parte del laboratorio en Museo, con el fin de salvar el patrimonio científico atesorado durante muchos años, pero todo el esfuerzo fue inútil.

Castro fue depurado y desposeído de su cátedra y de la dirección del Instituto Cajal, lo que supuso un duro golpe a todo el trabajo emprendido durante años. Fue repuesto en su cargo docente en 1950 después de pasar unos años muy amargos. Del legado de Cajal muy poco se salvó y actualmente el CSIC trata de conservarlo. Todavía está pendiente recuperar y mostrar su legado.

Durante 1952 hubo un congreso científico en Madrid, con motivo del centenario del nacimiento de Cajal, al que acudieron algunos premios Nobel y al que fue convocado Fernando de Castro, empezando a partir de ese momento un cierto reconocimiento de su labor, tanto en lo personal como en su magisterio y a recuperarse su trabajo científico entre los abundantes discípulos que formó durante toda su vida profesional. Podemos citar varios de ellos dentro del ámbito más próximo como fueron Constantino Sotelo, Facundo Valverde, y los fisiólogos Gallego y Antonio Fernández de Molina.

En 1963 fue elegido académico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

Murió en 1967, con un cierto reconocimiento de su labor, pero con su vida científica y pedagógica trucada para siempre.

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