abril de 2024 - VIII Año

El patrimonio incómodo. ¿Qué nos hace sentir la arquitectura? (y III)

Como los lectores han podido apreciar, el término de “patrimonio incómodo” nos ha acompañado desde la primera parte. No obstante, nunca he entrado en detalle sobre lo que es el patrimonio incómodo. Esto se debe a que el objetivo, antes de hablar en detalle sobre la posible incomodidad de algún edificio, es la de trasmitir la historia que hay detrás del Ministerio del Aire.

Los historiadores tenemos como objetivo final investigar desde múltiples puntos de vista diversos objetos de estudio para poder entender el pasado de forma muy clara. Como mencionó uno de mis profesores. nosotros no somos narradores ni cuentacuentos, somos traductores del pasado, una época distinta a la nuestra que tenía una manera de ver el mundo de modo diferente.

No obstante, es cierto que estudios sobre el pasado reciente, sobre todo en nuestro caso particular por la controversia que genera hablar del periodo de Franco, hace que se haga necesario exponer los hechos de la forma más objetiva posible.

El patrimonio incómodo hace referencia precisamente a la herencia tanto material como arquitectónica que épocas pasadas y controversiales nos ha dejado en el presente. Este tipo de edificios generan una serie de debates, por un lado, de índole investigativa y por otro de índole social. Es por ello clave que los historiadores, dentro de lo posible, busquemos lograr la mayor objetividad posible de tal manera que los debates sociales partan de una base verídica para centrarse en si ese patrimonio debe o no conservarse. La cuestión se reduce finalmente a preguntarse si el edificio u objeto material en cuestión genera directamente incomodidad. Es con esta premisa que el Ministerio del Ejército del Aire cobra relevancia.

A pesar de toda la importancia y simbología franquista, o incluso me atrevería a decir fascista, que hay detrás de esta obra arquitectónica, debo señalar que es sorprendente que a día de hoy hay una falta de artículos y de noticias que hagan referencia a la incomodidad de este edificio. No obstante, al estudiarlo no como objeto único, sino dentro de un espacio concreto, como pudimos ver en la primera parte<, debemos encontrar una posible explicación del porqué de este suceso.

Para empezar, antes de ponernos a hablar del que fue el Ministerio, actualmente Cuartel del Ejército del Aire y del Espacio, nos encontramos en el Arco del Triunfo un elemento mucho más llamativo dentro de esta premisa de patrimonio incómodo. Como hemos visto, originalmente ambos elementos iban a estar mucho más relacionados entre sí.  El arco tiene una función diferente a la del edificio pues en vez de ser la puerta al recinto como en los bocetos iniciales, forma su propia plaza conectada, pero sin embargo separada del Cuartel. Esto hace que ambas obras —a pesar de formar parte en teoría de un mismo conjunto urbanístico terminan viéndose como dos espacios diferentes y, por tanto, hace que una tome más prioridad que la otra a la hora de valorarlos como patrimonios incómodos. Al fin y al cabo, no es lo mismo un edificio con función estatal que un monumento conmemorando la victoria de la Guerra Civil.

Dentro de esta misma idea —cerca del Cuartel General del Aire y del Espacio—, la Ciudad Universitaria es otro recinto próximo que sigue contando con restos de la contienda como agujeros de balas, un aspecto que impacta—atrayendo de manera obvia la mirada de los investigadores— mucho más que la historia de un antiguo Ministerio que parece haberse camuflado con las viviendas colindantes,

Si hablamos de los restos más visibles desde el punto de vista social y qué personas sin conocimiento histórico pueden identificarlos como patrimonio incómodo, los restos en el campus universitario son más claros. De igual modo, si analizamos la historia de Madrid, parece ser que la simbología del Arco del Triunfo genera más atención para los historiadores que el edificio del antiguo Ministerio, tomando no obstante este un mayor protagonismo y prioridad. De la misma manera, al alejarnos de la capital, otros elementos como el Valle de Cuelgamuros, más conocido como el Valle de los Caídos, acumulan toda la controversia relativa a edificios con simbología totalitaria.

Es cierto que el Cuartel General del Aire y del Espacio es heredero de unas líneas de pensamiento fascistas, pero el hecho de que se optara por emular el Monasterio de El Escorial en vez de buscar imitar los edificios fascistas de sus vecinos totalitarios en Europa hizo que la idea inicial pasara desapercibida en favor de la idea de recrear un edificio conocido de la España imperial. El hecho de que no hubiera una inauguración o que no se realizara ningún tipo de festividades relacionadas con el edificio hizo que su relación con el ideario fascista se fuera difuminando en la conciencia popular en favor de esta idea de imitación que puede considerarse más inocente, algo que no se puede decir del Arco del Triunfo.

Por otra parte, el que el edificio se destinara a albergar el Cuartel del Ejército del Aire también es un aspecto que juega a su favor, puesto que los símbolos usados por Franco —como pueden ser las águilas ornamentales de la fachada— pasan desapercibidas, mientras que el águila del monumento a favor de los caídos, de igual forma que el Arco del Triunfo, termina por singularizar su importancia.

A través del análisis de la evolución del Ministerio del Aire algo queda claro. El edificio en sí tiene mucha carga simbólica de un pasado muy próximo al fascismo europeo, algo que en otros países llamaría mucho la atención: no obstante, la existencia de los otros edificios y recintos ya mencionados, con una mayor significación política de este pasado doloroso hace que la atención se aleje de lo que, a simple vista, incluso para algunos historiadores, es a fin de cuentas una réplica de la residencia veraniega de Felipe II. La falta de una conmemoración política en su finalización, como decíamos, contribuye a que el edificio pase desapercibido hoy en día sin despertar una aparente incomodidad.

Podemos ver cómo el espacio de la Moncloa responde a una lógica que con el paso del tiempo se fue perdiendo. Partiendo de la idea de reconstruir Madrid como si fuera una nueva capital que representara las antiguas glorias imperiales, la realidad económica de los años 40 hizo que muchos de los proyectos que se diseñaron a partir de 1939 se acabaran eliminando en favor de seguir una lógica arquitectónica más pragmática frente a la realidad cotidiana de la ciudad. Es por esto por lo que la plaza de la Moncloa nos sirve a los historiadores para adentrarnos en una realidad hipotética de lo que Madrid pudo haber sido si las condiciones hubieran sido diferentes.

No solo las condiciones económicas, sino la misma evolución geopolítica internacional y el aperturismo de España al exterior —a partir de la década de los cincuenta— también generó un cambio en el paradigma arquitectónico. Gutiérrez Soto continuó siendo un arquitecto del régimen pero marcado por la tendencia racionalista de los años 20 y 30, cambiando el discurso de eliminar el arte corrupto de la República, tal y como decía el gobierno franquista, para abrirse a un discurso de ejemplificar cómo los elementos de la democracia fueron “domesticados”. Además, como ya hemos mencionado, la falta de grandes fastos para una inauguración oficial ejemplifica el cambio en las prioridades del régimen generadas por la coyuntura geopolítica de los años 50. Así se quiso evitar reabrir las heridas del pasado reciente —engrandeciendo una obra de carácter fascista— que a ojos de sus nuevos aliados occidentales habría sido una provocación.

Las críticas a este edificio no tienen que ver con su calidad arquitectónica o artística. El actual Cuartel del Ejército del Aire es una obra que atesora un gran peso histórico, y por ello sigue siendo un recordatorio constante de una memoria histórica incómoda para la ciudad. A esto hay que añadir la simbología externa del edificio que a pesar de no ser demasiado ostentosa sí que destacan y pueden llegar a provocar momentos incómodos en la ciudadanía. Tenemos pues que discutir qué elementos son necesarios mantener por su elegancia arquitectónica, qué elementos dejar para recordar nuestro pasado reciente y así evitar repetir errores, y si hay algunos aspectos —que debido a su clara conexión con el régimen anterior deberían o no ser retirados y conservados en espacios más académicos y menos públicos— eliminándolos así de la vida pública pero no de nuestra memoria.

El edificio del Ministerio del Aire tuvo una gran importancia, no solo por el valor icónico del que hemos estado hablando a lo largo de estos artículos, sino porque era una de las sedes de poder del ejército —organismo que permitió ganar a Franco la guerra— por lo que la prioridad máxima y absoluta fue la de edificar todo lo necesario para mantener a la institución castrense en una posición de privilegio y respeto. Todas las construcciones como esta —que se realizaron no solo en Madrid, sino en toda España— generaron que este cuerpo lograra apoderarse de un inmenso patrimonio arquitectónico y cultural.

Me gustaría acabar estas reflexiones definiendo cuál debe ser el trabajo del historiador a la hora de realizar investigaciones de momentos incómodos de nuestro pasado, sobre todo si este es reciente. Tal y como hemos concluido, el monumento al que nos venimos refiriendo no parece despertar ningún sentimiento de rechazo en la sociedad, al menos no uno que sea visible.  De ser así, como historiadores nos debemos preguntar: ¿es conveniente centrarse en un estudio puramente objetivo que busque mantener el statu quo aun cuando este sujeto tenga una relación tan directa con un régimen dictatorial, o —por el contario— hay que denunciar la impasividad del Estado para encontrar una solución adecuada a este patrimonio incómodo, pudiendo en el camino generar descontento y malestar social con un debate que actualmente parece no existir?

Extraído de aquí

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Archivo Entreletras

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