marzo de 2024 - VIII Año

Epicteto de Hiérapolis (55dc/135dc), un esclavo filosófo del periodo helenístico

"De ignorante y brutal es culpar a otros de las propias miserias.
Aquel que a si mismo se culpa de su infortunio, comienza a entrar en el camino
de la sabiduría".

Epicteto

epicteto 2

Hace mucho tiempo que me apasiona el periodo helenístico, especialmente «El Tardío». Es mucho más que una fase de transición y cada día estoy más convencido de que es imprescindible para entender cabalmente Grecia y Roma.

Es curioso, que en periodos de crisis los pensadores se vuelven hacia la filosofía práctica, hacia la filosofía moral. Un mundo se desmorona y en medio de ese generalizado hundimiento, los pensadores dedican sus reflexiones a saber cual debe ser el papel del filósofo, cuales sus líneas de conducta y cómo y de qué forma se puede perseguir la felicidad.

La virtud y la prudencia moral han de dar equilibrio al hombre justo y cabal que se guía por la razón. De ahí, la imperturbabilidad de ánimo que persiguen los estoicos, mediante el control férreo de las pasiones y su adhesión al «amor fati» aunque quizás lo más característico es que por vez primera se sienten ciudadanos del mundo, cosmopolitas y abandonan los particularismos para abrirse a concepciones más amplias.

Los filósofos de la Stoa o Escuela del Pórtico Pintado, nacieron practicando un ascetismo, pues la renuncia a los bienes materiales les conducía al dominio de sí mismos. Su fundador fue Zenón de Citio, que impartía su doctrina a todos los hombres que se acercaban a escuchar su palabra y que enseñaba a vivir conforme a la naturaleza, es decir, a diferenciar lo que puede alcanzarse y depende de sí mismo y lo que es inalcanzable. A buscar lo primero y a despreciar lo segundo.

Creo que la erudición no es el motor más adecuado para aproximarse al mundo clásico, ni en general para hacer una incursión provechosa por cualquier época. Al contrario, el mecanismo que nos pone en marcha es preguntarnos lo que nos pasa y ver reflejados en otros momentos históricos nuestras mismas angustias y temores, nuestros mismos miedos y nuestra misma necesidad de superarlos.

En esta aproximación a Epicteto y al estoicismo sólo me será posible dar algunas pinceladas sobre la realidad en la que se desenvolvieron. Me parece destacable su preocupación por el autoconocimiento, sus esfuerzos por lograr la ataraxia (imperturbabilidad) y su principio, irrenunciable, por ahondar en su propia naturaleza.

Epicteto fue un excelente orador, un buen polemista. Destacó en las tres disciplinas, de cuyo cultivo se ocupó el estoicismo: lógica, física y ética, aunque su preocupación estuvo muy vinculada a la filosofía moral sin despreciar, en absoluto, los logros gramaticales que logró alcanzar ya que fue uno de los grandes gramáticos de la antigüedad.

¿Cómo podrían sintetizarse las principales preocupaciones de Epicteto? Perseguir una buena vida, una vida feliz, una vida digna de ser vivida consiste en cumplir con el deber, pensar con claridad y sin concesiones sobre uno mismo y sobre el papel y la función que debe cumplir el hombre dentro de su comunidad o sociedad y cuáles han de ser sus líneas rojas firmes y claras. De ahí, que cuando hubo de exiliarse en Necrópolis, pronunciara unas conferencias magníficas, vibrantes y estremecedoras acerca de cómo vivir con dignidad y tranquilidad de ánimo.

Epicteto al igual que otros filósofos no dejó nada escrito. Sus pensamientos, en forma de máximas nos los ha trasmitido el historiador Flavio Arriano de Nicomedia que dio forma, casi taquigráfica a los apuntes que tomó del maestro. Nos ha legado «Las disertaciones» y «El Enquiridión»

Es digno de resaltar que influyó sobre el pensador estoico que más tarde fue el Emperador Marco Aurelio y que los cambios, la inestabilidad, las envidias y el miedo al pensamiento racional en épocas convulsas hizo que el emperador Domiciano expulsara de Roma a los filósofos, lo que provocó que se estableciera en Nicópolis, donde murió.

Epícteto es, también, un ejemplo de tenacidad y perfeccionamiento personal. Fue un esclavo de Liberto Epafrodito, secretario de Nerón. La vida para él no fue fácil y tuvo que lidiar con tesón y denuedo en un universo hostil.

220px-EpictetusEn un breve ensayo, como este, no queda espacio sino para citar algún pensamiento muy representativo de Epicteto. He elegido uno que para mí tiene plena vigencia, hoy. Está extraído de «Plegaria de la Serenidad» y dice así: «concededme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría necesaria para establecer esta diferencia». Entre los muchos aspectos que constatan la modernidad e incluso la contemporaneidad de su pensamiento es que no está lejos de lo que hoy denominamos «psicología del autocontrol».

En este presente, caracterizado por el absoluto abandono de los estudios clásicos, resulta obligado señalar que el conocimiento de la filosofía estoica y la de otras corrientes, nos es profundamente útil para soportar el caos y la irracionalidad en que nos hallamos inmersos, que pueblan el presente de negros augurios e incertidumbres. Volver a la filosofía de los estoicos, a la búsqueda de la libertad interior y a enfrentarnos a los desafíos externos, por paradójico que pueda parecer es de palpitante actualidad.

Los filósofos estoicos tienen muchas cosas que decirnos, todavía. De las tres etapas en que se suele dividir su pensamiento elegiremos a Zenón de Citio dentro del primer estoicismo. Del estoicismo medio convendría resaltar a Panecio de Rodas y del estoicismo romano, junto a Epicteto a Séneca y a Marco Aurelio.

Quisiera exponer, brevemente, como me aficioné a Epicteto. A través del pensamiento y las páginas de Leopardi fui descubriendo lo inmenso, actual y valiente de su pensamiento y de sus claves para una vida interior plena. Sin embargo, nada más lejos que considerarlo un teórico. Su filosofía moral está volcada a la práctica y a la acción movida por la virtud y que sabe reaccionar sabiamente contra la injusticia.

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