abril de 2024 - VIII Año

Manuel Espín, autor de ‘Vida cotidiana en la España de la posguerra’: “En los 40 las condiciones de vida fueron tanto o más duras que en la guerra”

Manuel Espín, autor de ‘Vida cotidiana en la España de posguerra’

Dos años después de ‘La España resignada. 1952-1960’ cuya acogida por el mercado fue positiva pese a publicarse pocos días antes del confinamiento, sale estos días a la calle ‘Vida cotidiana en la España de la posguerra’ (Almuzara Editorial) un acercamiento a la etapa de la autarquía entre 1939 y 1953 contado desde la perspectiva de quienes la vivieron o padecieron. Prisma a través del que se contemplan los grandes hechos de ese periodo: la entrevista de Hendaya, la influencia nazi, la División Azul, la extrema dureza de la vida cotidiana, el papel de las mujeres obligadas a ejercer un único cometido de ‘madre y esposa’, las luces y sombras en la visita de Eva Perón, las disensiones falangistas, el boicot internacional y la retirada de embajadores, la reconversión a un régimen ‘católico y anticomunista’, el mundo de la cultura, el Concordato y los acuerdos sobre las bases de 1953, entre otros muchos temas.

Entreletras ha conversado con Manuel Espín sobre su último libro publicado en Almuzara Editorial…

-Hay un curioso matiz en este libro: cada capítulo se abre con un breve relato sobre personajes del día a día, antes de que entremos en el análisis del tema puramente histórico…

-En la memoria de quienes vivieron o sobrevivieron a aquella dura época, y da igual en que bando estuvieran en la guerra civil, por encima de los grandes sucesos, hay una percepción sobre la dureza de las condiciones de vida: la dificultad para conseguir alimentos, la falta de productos de uso cotidiano, las constantes restricciones de luz y los cortes de agua…situaciones quienes hoy viven se recuerdan con una mezcla agridulce. Por una parte son relatos especialmente duros, pero se corresponden a la edad en que esas personas eran adolescentes o jóvenes, con lo que se mezclan sentimientos contradictorios.

-Conmueven esas percepciones…

-Si, y eso que este es un libro de historia, donde se han querido contar con información no siempre conocida los años de la autarquía entre el 39 y el 53, que todavía duró aunque debilitada hasta el final de los 50. Ponerse en la piel de esa generación, la de nuestros padres, o para los más jóvenes de sus abuelos, produce malestar e incomodidad. Es terrible pensar en aquella sociedad llena de dolor, con familias rotas y enfrentadas a sangre y fuego, hay que situarse en el lugar de los familiares de los muertos en Paracuellos y entender su tremendo dolor, pero también la enorme tragedia de los parientes y amigos de fusilados en Badajoz, y la de quienes intuían que sus ‘desaparecidos’ podían encontrarse en alguna de las muchas fosas comunes, sin poder abrir la boca, teniendo que llorar sus penas en silencio, con miedo a no hablar de un tema prohibido… Aquél fue un inmenso valle de lágrimas, , y esa sensación de dolor fue transversal, aunque no igual para todos.

La influencia nazi en la sociedad española alcanzó los más  variados aspectos

-Hablas de la enorme influencia de la Alemania nazi en la vida española más allá de la política.

-Me sorprendió ver en la cartelera de cine un homenaje a Hitler en el Palacio de la Música, una amplia presencia de películas nazis en las salas españolas, la gran visibilidad de esa colonia gastando dinero y acudiendo a restaurantes que la mayor parte de los españoles no se podían permitir. Los intentos de copiar referencias del mundo nazifascista, o la gran influencia nazi en los más variados campos de la vida española, con una embajada tanto o más activa que la británica que invitaba a periodistas y a personajes a Berlín, que celebraba cócteles y fastos, y pagaba hojas parroquiales…Días en los que Herbert Von Karajan entonces militante del Partido Nazi daba un gran concierto en el teatro Calderón… Y momentos como el viaje de Himmler días antes de la entrevista de Hendaya, con la Gran Vía madrileña llena de svásticas y homenajes que ponen los pelos de punta, habida cuenta de lo que suponía ese personaje tan lamentable. La conclusión es que la influencia nazi fue mayor de lo que parece, aunque cuando los aliados empezaron a ganar la guerra, Franco tuvo que buscar con rapidez la manera de acomodarse en un marco internacional que no era el inicialmente previsto, y entre otras cosas hizo regresar a la División Azul a España en un tono infinitamente más discreto que el de su apoteósica marcha hacia el frente. No obstante algunos de los combatientes decidieron seguir luchando hasta el último momento de la caída del nazismo en la llamada Legión Azul. Todavía el último día de la guerra en Europa, en 1945, un diario madrileño que había recibido grandes cantidades de la embajada alemana homenajeaba a Hitler el día de su muerte con titulares escalofriantes y disparatados.

Tras la decisión de Franco de hacer regresar a la División Azul para evitar el enfrentamiento con los aliados, algunos de sus miembros crearon la Legión Azul, combatiendo hasta los últimos días de Hitler

-¿Por qué se dice de los 40 que fue una ‘década perdida’?

-La renta de 1935 no se logró hasta 1953. Es decir en aquel largo periodo los resultados fueron negativos, con problemas de nutrición, falta de alimentos, pésima calidad de los transportes con accidentes constantes, enfermedades…

-¿Fue una consecuencia de la guerra mundial?

-Había un marco exterior adverso, esto es cierto. Pero la autarquía no solo fue una adaptación a esa realidad hostil sino que respondió a una ideología, emparentada con los modelos fascistas, ultranacionalistas. Cuando se defendía que España “era capaz de producir todo y no necesitaba comprar nada en el extranjero”, y se rechazaba el liberalismo económico porque se temía que tras él se agazapara el político…Bajo un modelo de una gran rigidez y verticalidad, a través de precios fuertemente regulados, licencias de importación y exportación, con cartillas de racionamiento, y a la vez con un mercado negro y estraperlo, donde se podían adquirir toda clase de artículos a precios seis o siete veces superiores a los legales… Después de 1945 las condiciones llegaron a empeorar en cuanto a la disponibilidad de alimentos, y la embajada británica llegó a transmitir a su gobierno el miedo a una hambruna, en términos parecidos a los que en 1940 había comunicado a Berlín la legación alemana. Una cosa era la gran retórica imperial y otra la realidad más cercana en la que comer podía llegar a ser una aventura.

-El marco era peculiar, con la política industrial del INI (Instituto Nacional de Industria).

-Fue el gran motor en una entidad que primero se iba a llamar Instituto Nacional de la Autarquía, y que intervino en los más variados sectores, con un peso decisivo en la industrialización, en otros gastando un dinero muy escaso en operaciones cercanas a la quimera. En una sociedad como aquella apenas se incentivaba la mejora en la capacidad productiva, la innovación o la productividad, y la calidad de productos y servicios era deficiente. La mayor parte de los alimentos se servían a granel, por cuartos, sin envasar, y los fraudes eran comunes como en la leche o el aceite.

-Aquella generación, intentaba vivir a pesar de todo…

-Está claro como aun con las muchas dificultades era imprescindible seguir viviendo. Fundamental el papel que en esa sociedad ocuparon tanto la radio como el cine. Con las canciones de mujeres dolientes y sufrientes, pero no resignadas, las ‘otras’ sin anillo de casadas, que intentaban mantener su dignidad aunque permanecieran confinadas en un reducto. O las películas en un momento en el que ir al cine se convertía en válvula de escape y evasión hacia otras realidades menos duras.

-Con las canciones de Concha Piquer o los programas de Bobby Deglané…

-…Y de un largo listado de nombres que alcanzaron una gran repercusión porque en ellos se sublimaban identificaciones que eran inconfesables en aquella época. Por ejemplo, de los homosexuales que se veían reflejados en las letras cantadas por Piquer o por Juanita Reina, escritas también por algunos de los que mantenían en secreto esa identidad. Cuando a finales de los 40 comienza a emitirse ‘Cabalgata fin de semana’ llega a los hogares cada sábado una imagen de fiesta con invitados, actuaciones y entrevistas. Igual que si se hubiera podido entrar a alguno de los cabarets de la época como Pasapoga, Conga, Fontoria o Can Rigalt, o a las caras barras de bares donde no faltaba de nada, aunque las bebidas llegaran de contrabando. Pero no olvidemos que en aquella época la radio estaba tan controlada  como la prensa, y las esquelas fúnebres en el periódico tanto como los discos dedicados en las emisoras de radio debían pasar censura.

-¿Fue un tiempo de aislamiento cultural…?

-Esta es una cuestión muy controvertida. No vamos a caer en un estereotipo creado en la Transición que nos venía a decir que la posguerra la vida cultural española era un páramo. Esto no es cierto; lo que había era una difícil comunicación cultural especialmente con el mundo occidental surgido de las ruinas de la II Guerra Mundial, pero la curiosidad intelectual se mantuvo. Otra cosa es el difícil acomodo de bastantes de sus representantes a una realidad social muy peculiar. Pensemos en la situación de Ortega tras su vuelta a España y la incomodidad de su reacomodo: era el filósofo español más importante del XX pero que a su vez, pese a su equidistancia en la guerra civil, venía a simbolizar el mundo ‘liberal-conservador’ tan odiado por el régimen en esa época… O el difícil papel de los artistas y creadores que tuvieron que refugiarse en el exilio interior… Pero también hay que hablar de las peculiares circunstancias de intelectuales falangistas al comprobar donde habían derivado sus sueños revolucionarios de extrema derecha de su primera juventud y la frustración que acabaron por sufrir cuando vieron que sus ideales joseantonianos se habían quedado en una estética cada vez menos visible y en vía muerta.

-¿Hay que hacer revisiones sobre la cultura de aquella época?

-Por lo menos hay que evitar el estereotipo. Por ejemplo en cuanto al cine. Pese a la censura y a las dificultades en aquellos años se llegaron a hacer varias buenas películas, que no tenían que responder a una identidad fascista. Con verdaderas curiosidades en todos los géneros…

-¿Cuáles, por ejemplo?

-Hay que decir que las que podríamos llamar ‘películas falangistas’, pocas, fueron conflictivas para el franquismo, o suscitaron reticencias, como ‘Rojo y negro’. Lo que se repitió con ‘Surcos’ y todavía más con ‘El inquilino’. Pero hay ‘thrillers’ como ‘Hombre acosado’ de 1951, una de las primeras dirigidas por Pedro Lazaga tras regresar de la División Azul, que deja asomar una realidad nada complaciente a través de una historia policiaca rodada en muy buenos exteriores e interiores naturales…donde no se ve a un solo policía, y si a un corrompido personaje interpretado por Alfredo Mayo a su vez el símbolo de una forma de heroica y marcial virilidad según la ideografía del régimen. O la extraordinariamente independiente ‘Vida en sombras’. Incluso una elegía casi nostálgica como ‘Los últimos de Filipinas’ estaba muy bien hecha. Lo mismo que ‘Siempre vuelven de madrugada’, o algunas de las películas del Rafael Gil de aquella época, por no hablar de una rara especie como Edgar Neville y sus filmes de ese tiempo. En los títulos más comerciales había formas que adaptaban modelos de Hollywood o de los ‘teléfonos blancos’ italianos y que funcionaban, como ‘Deliciosamente tontos’ una comedia sofisticada que debía chocar por su lujo con la realidad que podían vivir muchos de sus espectadores… Por encima de cualquier intento de imponer una fascistización en el cine había una realidad que no podía ser dejada en saco roto: la referencia a unos modelos e identidades que no eran las de Italia o Alemania y que provenían del denostado mundo liberal. Ese conflicto latente se mantuvo en muchos de los escenarios de la cultura española de ese tiempo, con posicionamientos que fueron variando en función de las circunstancias.

La radio y el cine tuvieron una enorme importancia como elemento sublimador de la dura realidad y paño de lágrimas para las penurias cotidianas

-¿Fue Manolete el gran mito de la época?

-Sin duda, pero también hay otros. Existen claves del mito Manolete que superan el espacio de lo taurino e invitan a análisis más complejos sobre aquella realidad. Por ejemplo sus relaciones con Lupe Sino, una ‘mujer con pasado’, mal vista por el entorno del torero, pero con una proyección sorprendente para la época. Como se demuestra en esas imágenes, alguna de ellas no difundida en su momento, posando en una actitud muy moderna, desinhibida y desacorde con la rigidez habitual, como aquella en la que aparece subida sobre los hombros de Manolete. Es difícil que ninguna ‘señorita’ de la ‘buena sociedad’ se atreviera a aparecer así. Hoy esa imagen nos parecería entrañable, cariñosa y bien vista, entonces era considerada escandalosa, y las peores críticas se las llevaría la mujer.

-¿Para qué perfil de lectores está pensado este libro?

-Es un texto concebido para generaciones de hoy. En los tiempos de la Transición se publicaron libros sobre esa época, pero en ellos se mezclaba una cierta ironía, e incluso un humor de disparate con una concesión a la nostalgia, porque en los primeros 40 muchos de los lectores eran adolescentes o jóvenes, tanto como sus autores…En este caso, el enfoque es muy diferente: se propone a lectores de hoy, también a jóvenes, un acercamiento distinto a la posguerra, dejando de lado o en un segundo plano el relato de los grandes acontecimientos, para posicionarse a través del día a día de quienes hubieron de afrontar esa realidad tan inhóspita. No es un libro-‘vendetta’ sobre el pasado, y las referencias sobre presos, fusilamientos o represión directa, no son lo más importante del texto. Entre otras cosas porque cuando escribo pienso tanto en lectores de un lado como el otro del mapa político, y apuesto por cerrar heridas. En todo caso hay un concepto que destacar: desde la altura de nuestro tiempo es de celebrar que hoy en día, pese a los elevados decibelios de la bronca política en las instituciones, los medios o las redes sociales, sea posible tener amigos, conocidos o familiares de variadas ideologías, con quienes a pesar de las discrepancias se pueda tener una relación cordial, y esto es una consecuencia de un marco social democrático y progresista que debemos mantener de cualquier manera. Lo que era posible que también sucediera en tiempos de la monarquía constitucional y de la II República hasta 1936, pero totalmente impensable desde 1939 porque expresar públicamente una idea o tener una militancia sindical o política fuera de la oficial podía suponer exponerse a la más grave pena.

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