noviembre de 2024 - VIII Año

Vicente Molina Foix: ‘Yo lo paso pipa escribiendo, nunca es una obligación’

Vicente Molina Foix, El alma joven del joven sin alma

Vicente Molina FoixSiempre es buena noticia la salida de un nuevo libro de Vicente Molina Foix, autor nacido en Elche y miembro destacado de la famosa antología Nueve novísimos poetas españoles. Obra que cambió la visión de la poesía allá por los años setenta y descubrió a muchos de los autores que, más tarde, firmarían las páginas más brillantes de la literatura actual. Si además el libro gira en torno al nacimiento del grupo, sus primeros pasos, su configuración, pues la buena noticia es doble, sobre todo para mí que siempre he admirado mucho la literatura que fueron capaces de hacer aquellos muchachos. La trayectoria de Vicente Molina destaca en tantos lugares como ha querido, su obra poética, lenta pero segura, ha sido editada en su totalidad en La musa furtiva, por la Fundación José Manuel Lara y tiene un título guardado por mí entre mis grandes libros de poesía contemporánea, Los espías del realista. Como novelista su obra es extensa y tiene títulos fundamentales, Busto, La quincena soviética, el éxito internacional La mujer sin cabeza, El abrecartas, con el que ganó el Premio Nacional de Narrativa, El invitado amargo en colaboración con Luis Cremades y este último El joven sin alma, que va a dar mucho que hablar y se inscribe entre sus obras más interesantes, un lujo para el que busque buena literatura, algo de historia y una forma de cuidar y manejar el lenguaje envidiable.

-A mí me parece que en el siglo XX hay dos generaciones más brillantes que el resto, la Generación del 27 y la vuestra, ¿no crees?

-Sí, sí, lo que ocurre es que la noción de generación no se tiene cuando se está creando, es algo que viene después y donde tiene un peso importante la crítica, los lectores. Son los años lo que hace que uno descubra una identidad común en autores que compartíamos tiempo, gustos, aficiones, en nuestro caso especialmente el cine, que fue nuestro verdadero punto de encuentro. Nosotros amábamos el cine, no era así en la generación anterior, a ellos no les interesaba nada, Benet, García Hortelano, Gil de Biedma, Barral, odiaban el cine…

-¡Sí! ¡Benet! ¡Barral! No me lo imaginaba.

-Sí, sí, no les gustaba nada y nos reñían por nuestra dedicación, Barral, allá en su despacho del Ensache, después de contratar mi primera novela, Museo provincial de los horrores, quiso conocerme en persona, me fui a Barcelona para encontrarme con él, preparé cuidadosamente la entrevista con Félix de Azua y todo iba de maravilla hasta que le nombre a un director de cine, entonces me dijo que allí se hacía literatura, el cine para la barraca, estuve a punto de estropear mi primer contrato. Y Benet era un gamberro en el cine, a Javier Marías y a mí nos gastaba bromas dentro de la sala, a él solo le gustaban los westerm.

Vicente y Terenci MoixVicente y Terenci Moix-En el libro, el otro Vicente Molina, el protagonista, está muy en contacto con los escritores más importantes de la ciudad donde vive, Madrid, y va conociendo poco a poco pero con mucha intensidad a los autores más destacados de Barcelona, Gimferrer, Ramón (Terenci Moix), Gil de Biedma, Ana María Moix… ¿Qué diferencias había entre los dos grupos?

-Barcelona tenía un aire más abierto que Madrid, para mí además tenía el mar que yo lo necesito mucho, y luego los catalanes son muy afrancesados, y yo he tenido siempre un gran interés por la cultura francesa, ya sé que pasé años fundamentales en Inglaterra, he traducido a Shakespeare, pero mi interés es mucho más por Francia, aquellos jóvenes que cuento en la novela tenían también intereses parecidos a los míos, leían a Baudelaire, a Prosut… Madrid cargaba todo el peso del dictador, alguien que tenías casi encima y eso le daba a la ciudad un aire opresor, muy duro.

-Una cosa que siempre he admirado también del grupo de escritores que empezasteis a destacar en los años setenta es que todos coincidíais en la admiración por Pere Gimferrer, ¿Cómo has visto la evolución de Gimferrer desde los años de Arde el mar, hasta hoy?

-Yo creo que Gimferrer fue en aquellos años el punto de unión, Arde el mar es una especie de manifiesto no escrito de nuestra generación, es un libro que cambió el aire que se respiraba en la poesía de entonces, un libro donde la política no lo impregnaba todo, donde se abrían mundos nuevos, llenos además de cultura. Pedro fue un punto fundamental por su obra, por el deslumbramiento que produjo sus dos primeros libros pero también porque luego, junto con José María Castellet, pergeñó la antología Nueve novísimos poetas españoles. Yo creo además que su obra mantiene hoy todo el interés, ha continuado con el hecho de seguir haciendo literatura de la cultura, las referencias, las pistas secretas… y no solo desde su poesía, su obra ensayística es prueba de esto y tiene muchísimo encanto, los libros de cine, los dietarios. Sin duda es el gran poeta de mi generación, lo fue también de una manera muy interesante Leopoldo María Panero pero es verdad que luego su propia enfermedad lo imposibilitó y dejó de interesarme.

-Yo recuerdo que en la película El desencanto, Felicidad Blanc y Leopoldo hablan de ti un par de veces…

-Si, sí, yo con la madre me llevaba muy bien…

-A mí me gusta mucho Juan Luis Panero, me parece un gran poeta.

-Sí es cierto, yo hablé con Juan Luis de esto, le dije que me había costado entrar en su poesía y él mismo me dijo que lo entendía teniendo en cuenta la amistad mía con su hermano. Yo tardé mucho en leerlo sobre todo porque Leopoldo María no hablaba bien de su hermano.

El joven sin alma-En tu novela me ha impresionado la gran atracción que muchos sintieron por Ana María Moix, ¿era una mujer tan atractiva?

-Ana María le rompió el corazón a muchos escritores de mi generación, a muchos. Era una chica menuda, muy seductora porque conseguía ser muy intrigante, desaliñada, sin coquetería alguna, con mucho encanto y con una especie de fragilidad muy tierna que cuando la conocías bien descubrías que realmente tenía una personalidad muy fuerte, es verdad que ella rompió el corazón de varios personajes del libro.

-Tú has tenido mucha amistad con autores hoy fundamentales, recuerdo por ejemplo que siempre me hablaste bien de José Ángel Valente…

-Sí, sí, a Valente le debo la información de saber que se quedaba vacante la plaza de profesor en Oxford, yo me presenté al examen, gané la plaza y después de mi estuvo Javier Marías, Félix de Azua… por eso siempre le estaré agradecido.

-¿Y Claudio Rodríguez?

-Bueno sí, además Claudio fue vecino mío, y Claudio no fue solo un grandísimo poeta, fue un profesor que sus alumnos adoraban, sus clases estaban llenas siempre, a veces de jóvenes que no eran alumnos suyos, como poeta me parece uno de los mejores, sin duda.

-A tu generación le falta un premio Nobel, ¿a quién ves?

-¡Hombre! ¡Gimferrer!

-Y ahora, ¿qué proyectos tienes?

-Ya sabes que yo me guio por mis instintos, mis gustos, y me considero esencialmente novelista, he hecho cine, teatro, por supuesto poesía… lo que ocurre es que haciendo cine o teatro se sufre mucho, se sufre porque no depende todo de ti, y eso es nefasto… Yo lo paso pipa escribiendo, nunca lo veo como una obligación, en el cine, en el teatro no depende solo de uno. En una novela yo soy actor, director, guionista, maquillador, peluquera, soy todo… si no es bueno es culpa mía. Yo me veo en el futuro escribiendo novelas, y de vez en cuando, poesía, nunca he dejado de escribir poesía, estas Navidades he escrito tres o cuatro poemas, no sé vivir sin escribir.

Y claro que no sabe, ningún gran escritor puede vivir sin escribir, ningún gran escritor lo pasa mal escribiendo, Vicente Molina Foix es uno de los grandes autores que tenemos, pertenece a un grupo de escritores excepcionales y en El Joven sin alma nos enseña y nos deslumbra.

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