En cierta medida, este ensayo nace por tres motivos. En primer lugar, la Editorial Deméter fue muy receptiva sobre la posibilidad de publicar un libro sobre masonería, sociedades secretas y los símbolos asociados a la naturaleza. También es cierto que la propuesta del tema surgió de mi interés por los jardines masónicos sobre los que en ese momento impartía una clase en el Máster de Jardines Históricos de la Universidad Politécnica de Madrid, en colaboración con el Real Jardín Botánico y Patrimonio Nacional, comprobando lo poco que sabía de esta materia, que es apasionante y tan sugestiva. Y, finalmente, de mi relación con la masonería y mis investigaciones sobre las sociedades secretas.
Así pues, este breve ensayo trata de bosques y de jardines, de la simbología de unos y otros, de lo que esconden o muestran. Los iniciados leen en ellos como en un libro, descifran los códigos de las esculturas, de los tipos de árboles, de la disposición de un camino…, mientras que los profanos pasean sin saber que detrás de la belleza, sea natural o fruto de la labor humana en un templo, una ruina, una estatua o una columna, se pueden encontrar significados no aparentes pero reales, porque lo misterioso, siempre, a nuestro entender, es muy real.
Pero esta obra no solo trata de naturaleza salvaje y civilizada y de su simbología, sino, sobre todo, de esos iniciados e iniciadas que se organizaron en sociedades masónicas o paramasónicas, entrando en ellas con fines fraternos, pero también conspirativos y políticos, tomando muchas de estas últimas como inspiración las organizaciones de compañerazgo, muy propias en la Europa occidental desde la Baja Edad Media en el ámbito gremial. Comenzaremos con una breve introducción de la masonería para, después, centrarnos en un período de la historia que creemos fundamental, entre la época ilustrada y el tiempo de las revoluciones liberales.
Esperamos que usted, amable y paciente lector, disfrute con lo que aquí se apunta o, más bien, se sugiere. Deseamos que cuando pasee solo o acompañado por un bosque o en un determinado jardín pueda ver más allá de lo que los sentidos y la apariencia le muestran y, además de solazarse con lo bello, pueda convertirse en leñador o leñadora, miembro de la francarbonería o, si es más animoso, ingrese en la carbonería luchando por la libertad en la Italia del Romanticismo. Pero, a lo mejor, usted es más pacífico y prefiera la masonería y sus jardines simbólicos o compartir azadones y regaderas como un francjardinero en lugar de los compases y escuadras de los masones.












