marzo de 2024 - VIII Año

‘Celia en los infiernos’, la obra socialista de Galdós (y II)

(Viene del anterior…) 

bpgAl mismo tiempo el creador de Fortunata y Jacinta, está criticando la postura y la actitud holgazana de las clases adineradas, los aristócratas vagos que tanta veces ha retratado con magistral realismo, gentes que se pudren en su propia existencia, alienados en sí mismos y en su aburrimiento. Así lo expone Celia cuando dice en la escena VIII del acto II: ‘mi aburrimiento toca ya en desesperación. Ahora el escritor quiere cambiar el sentido del tedio aristocrático. Aquel aburrimiento que llevó a Augusta (Realidad) en 1892 a dejarse llevar por el adulterio como salida a una situación personal, quiere cambiarla Galdós hacia búsquedas más prácticas. La ociosidad corrompe el ser, y Galdós toma posición y conciencia sobre el lugar que la mujer debe tomar en la sociedad, su búsqueda alumbró los caracteres de muchas de sus heroínas.

Es en estos años en los que declara en una entrevista celebrada con Olmet y Carraffa en 1912 donde se trasluce cierta tristeza, pero a pesar de ello, el anciano escritor tiene su fe futura puesta en el socialismo claramente:

-¿Qué preveo? Que todo seguirá lo mismo. Que volverá Maura, y Canalejas, que los republicanos no podrán hacer lo que sinceramente desean, y que así seguiremos viviendo hasta…Hasta que del campo socialista sobrevengan acontecimientos hondos, imprevistos, extraordinarios.

-Entonces, ¿cree usted en el socialismo?

-Sí. Sobre todo en la idea. Me parece sincera, sincerísima. Es la única palabra en la cuestión social.
-Hizo una pausa el escritor. Luego, extendiendo profética una de sus manos venerables, dijo en voz baja: ¡El socialismo! Por ahí es por dónde llega la aurora1.

La esperanza en el futuro, la esperanza en el cambio y en la implantación de la justicia que pueda con la explotación y los males sociales está por venir, es la aurora. Parece que el socialismo es el último reducto, la última esperanza como filosofía social:

CELIA.-Pues mi tesis es que es forzoso aplicarle la ley de equilibrio social; esa ley, todavía no promulgada, pero que se promulgará; me anticipo a la obra legislativa disponiendo que te cases con una mujer rica. (escena VIII, acto I)

El matrimonio de clases sociales ha sido siempre una opción que Galdós propone a la sociedad. Esta opción que en su momento era una utopía como se reflejaba en la novela Fortunata y Jacinta, con los años, los cambios personales y estéticos que el autor irá desarrollando, esta utopía se convertirá en una realidad.

Hay pues, un fracaso ideológico por la consiguiente decepción de los objetivos de las ideas regeneracionistas en que tanto creyó. De nuevo la actitud en cierto modo pesimista de Galdós, que ya describió en 1885 en su artículo titulado ‘El primero de mayo’, donde habla de cierta desesperanza en cuanto a la problemática de la clase obrera tan desfavorecida, aunque en estas fechas piense el escritor que el camino socialista es el que más se acerque al combate:

Hay tanto combustible reunido, que se pasaría de optimista quien esperara una solución feliz en los presentes conflictos. Lo que sí puede asegurarse es que cuando el volcán se apague, después de bien desahogado de lava y de humareda, volverán las cosas a la situación que siempre tuvieron, y los obreros seguirán siendo obreros, y los patronos, patronos, cobrando los primeros el jornal que las condiciones económicas de la industria determinen, y realizando los segundos aquellas ganancias que sean compatibles con las vicisitudes e irregularidades del trabajo en los últimos tiempos2.

socialistaEsta unión ya no es posible, es imposible, imposible. Lo que antes era una opción social para el equilibrio, así lo muestran sus primeras comedias, ahora es ya una triste utopía, como así era la vida del escritor ante su realidad. Sus ojos en el fondo estaban contemplando ya su decadencia y su desesperanza. Ese mismo horror del que hablaba Celia, y que la conmueve para lanzarse a los sustratos de podredumbre con la idea de poder redimir algo. El reparto de bienes, la esperanza en una nueva sociedad, es lo que Casandra anunciaba al matar la hidra que asolaba la tierra. Galdós convierte a la aristócrata Celia, en una utópica visión donde evidentemente se resta lucha política, en favor de actitudes evangélicas, utilizando la caridad para con ello engrandecer sus cualidades y por tanto su condición y calidad de héroe:

CELIA.-En los pobres; en los trabajadores que con un triste jornal mantienen penosamente a su familia; en los desesperados; en los miserables; en los infelices ancianos que piden limosna en las puertas de las iglesias; en los niños, en los vagabundos; en los golfos; en los mil y mil indigentes que no hallan consuelo en ninguna parte; en los que solicitados por el hambre, caen en el crimen; en los lisiados y ciegos que vagan por las calles; en los que quieren ser buenos y no saben serlo; en el despojo social que los ricos arrojan de su cielo, cayendo en los abismos de donde no hay salida posible; en suma: decir infierno y cielo es lo mismo que decir pobres y ricos. (escena VII, acto II).

Por esta razón, Celia exclama de forma tan evidente el cambio que hay que hacer con palabras que ‘pintan’ el futuro: ‘Este vestido celestial me lo quito yo ahora, y me pongo un trajecillo infernal que he comprado en la calle de Toledo‘, escena X, acto II. Es el amanecer del cambio donde la desnudez hacia la verdad y la justicia, evidencia todavía más si cabe, la necesidad de rescatar al pueblo de su pobreza. Esa es la única verdad.

Desde la aparición de la Internacional en España durante el sexenio democrático se observa una diferencia entre un socialismo ortodoxo que parece contentarse con relegar la religión a competencias más privadas e íntimas, y un anarquismo que declara un ateísmo de programa.

Con todo, los historiadores han señalado con rigor las diferencias existentes entre el anticlericalismo del Partido Socialista y el anticlericalismo de los partidos radicales burgueses , y sin duda su participación en los sucesos anticlericales de 1901, fue mucho más suave, a pesar de que exigían el laicismo en la enseñanza y en las leyes, así como la supresión del presupuesto del clero y la confiscación de sus bienes. Señala Manuel Revuelta, el sonado discurso de Pablo Iglesias en el Congreso del Partido celebrado en Gijón en 1902:

No piden los socialistas que se arrastre a los frailes y se quemen los conventos; respetamos los hombres y combatimos las ideas. Vamos más lejos que los radicales burgueses. Queremos la muerte de la Iglesia cooperadora de la explotación de la burguesía; para ello le quitamos los hombres y así le quitamos conciencias. Pretendemos confiscarles los bienes. No combatimos a los frailes para ensalzar a los curas. Nada de medias tintas. Queremos que desaparezcan los unos y los otros.

En los dos años siguientes estrena Celia en los infiernos y Alceste, donde la lectura del reparto social es clara. Palabras muy parecidas son las pronunciadas por Celia, aristócrata, o el propio Admeto cuando dice en la escena II del acto I: ‘Mi mayor goce es hacer justicia; castigar a los malos, premiar a los buenos; distribuir entre mis súbditos los bienes de la tierra, para que ninguno carezca de ellos, y ninguno los disfrute con exceso’. Justicia social, justicia divina, y benevolencia con el pueblo y los necesitados, donde de nuevo son las clases altas y los monarcas quienes deben emprender la revolución de clases, y sobre todo el reparto social. Un verdadero rey, es el que busca la verdad y la justicia para su pueblo, en un claro paralelismo con la situación política y monárquica de la España de aquellos momentos.

Los cuatro actos que dividen la comedia de Celia en los infiernos, son el instrumento que Galdós elige para retratar y mostrar una vez más su compromiso de individuo con la colectividad a la que pertenece, y qué mejor vehículo que el teatro. Esta comedia estrenada en 1913 en el Teatro Español, fue concebida por Galdós en una línea teatral más realista que el simbolismo que básicamente invade las últimas creaciones del autor. Al menos, la costumbre de creación y elaboración del novelista realista es el que surge aquí, sin querer, desde la modestia y el silencio que siempre rodearon al autor. Sorprende esta obra por que es paréntesis de vigor dentro de las obras de los últimos años, desde las cuáles se trasluce cierto pesimismo en el autor. Así es, el escritor ya es muy mayor y siempre está de algún modo, presente en su obras, sobre todo desde Mariucha de 1903 en adelante. A partir de aquí se trasluce cierta tristeza en sus obras. Es este un sentimiento muy personal de autor, que algunos críticos han confundido con una actitud del autor de continuar con las novelas de tesis en una ideal de llevarlo al teatro. Esta tristeza es algo más que eso, es un sentimiento desgarrado y profundo que precisamente porque preside toda su producción, ofrece una nueva dimensión en la dignidad tan enorme que preside toda la dramática de Pérez Galdós. De ahí el nuevo tratamiento que propone a temáticas como el adulterio, el honor, la vejez, la muerte, la espiritualidad, la sociedad, la política o la religión, tan novedosa para una España cuyo teatro en aquellos momentos resultaba completamente ajeno a la realidad, aunque ésta fuera simbolizada.

Pero en esta comedia no se percibe aquella amargura y desesperanza de otras obras, esta comedia es como si la hubiera escrito un hombre muy joven, lleno de fuerza y positivismo, un hombre que acaba de llegar a una sociedad, y no el hombre que ya se marcha y que pronto abandonará. En una entrevista realizada al autor y publicada en España Nueva, dice lo siguiente con respecto al proceso creativo de esta comedia, y el origen realista que sin duda la obra despide, ecos de otros tiempos:

Celia se me ocurrió como está; la concebí de una vez. Hice el plan aquí en la primavera, y durante el verano, en Santander, la escribí, es decir, la dicté, porque yo no puedo escribir nada. Y la obra salió lentamente, un día una cosa, al siguiente otra, pero sin variar la idea concebida primeramente. (…)

El ambiente de los dos últimos actos está tomado de la realidad. Esos lugares y los barrios de mendigos y casas de dormir de que se habla en la comedia los he visto y los estudiado hace años, cuando escribí mi novela Misericordia.

La trapería del acto final existe; está en el Rastro; es una Casa francesa. Allí fui yo con el escenógrafo para que, del natural, pintase la decoración.

pzaalonsoDel mismo modo en una carta a su amante-amiga Teodosia Gandarias escribe a cerca de la preocupación que le produce el poder llegar al público de una forma realista, sobre todo con el lenguaje que se debe utilizar para retratar las clases bajas y su argot. Sin duda hace mucho tiempo que su proceso creativo ha cambiado, pues últimamente el escritor no ha tenido que investigar determinadas actitudes y comportamientos del ser humano, para poder ser realista o naturalista. Conoce bien el ser humano, lo ha retratado mil veces, la sociedad entera española ha pasado por sus mejores páginas, y ahora ya no recuerda bien, el lenguaje que debe utilizar para retratar a los que viven y residen en los infiernos, Si bien, como se puede leer el genio del autor siempre tiene recursos para todo:

Te diré, amada, que las escenas y cuadros populares son en el Teatro de excelente efecto cuando están bien hechos y reflejan con exactitud el sentir y el pensar de la plebe. ¿Acertaré que en esta obra en que presente la vida de los indigentes dándoles nombre de Infierno? Ya lo veremos, ya lo verás tú cuando te lleve yo estos informes mamotretos. Para dar felices toques a este trabajo tendré que consultar documentos vivos como tu portera y otras personalidades conspicuas de los barrios de Chamberí y Cuatro Caminos.

Celia ha visto en los infiernos, esto es, en los barrios bajos de Madrid, lo que no quieren ver los Municipios ni los gobernantes: casas que son pueblos por le número de sus vecinos donde se amontonan familias en miserables cuartos, sin ventilación, sin luz, sin higiene; Celia contempla cuadros de horror que se repiten a diario y que son testimonio viviente de la verdadera pobreza, mientras por las calles céntricas mendigan los que hacen de la limosna una profesión, sin que haya autoridad que acabe con esta comedida miseria, en beneficio de los verdaderos necesitados. Y Celia decide dejar sus millones entre aquellas gentes; pero sin intervenciones municipales, para no malograr los fines de su admirable esplendidez. Don Benito no se ha atrevido a poner en labios de la heroína de su comedia las cosas que tiene que pensar Celia del Ayuntamiento, verdadero fomentador de esos infiernos de los barrios bajos…ese personaje encarnado en la actriz Nieves Álvarez no podía hablar mal del Municipio dentro de una casa (el teatro) que es propiedad de la propia Corporación, pero con las actitudes sobraron.

Por último añadir (España Nueva) que al terminar el estreno, al asomar Galdós por la puerta de contaduría, todo el público, que aguardaba en la plaza de Santa Ana la salida del maestro, prorrumpió en vivas estruendosos. ¡Viva Galdós! ¡Viva el genio español!. Don Benito subió al coche y por la calle del Príncipe sigue el público al vehículo, vitoreando a Galdós. La gente que por allí transitaba al saber quién era, se sumaba al entusiasmo y los vivas fueron cada vez más grandes. Al llegar a la Puerta del Sol, el cochero pone el caballo al trote. La manifestación se disuelve por fuerza mayor, no sin que un grupo de admiradores siga corriendo al coche, sin cesar en sus vivas de entusiasmo al maestro.

Notas:

1.- Luia Antón del Olmet y Arturo García Carraffa, Los grandes españoles. Galdós, Madrid, 1912, página 111.
2.- Prólogo recogido en los Ensayos de crítica literaria, de B.P.G, Barcelona, Península, 1972, pp. 183-188.

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