agosto de 2025

Como decía don Álvaro…

Mondoñedo, lugar de nacimiento del mágico escritor Álvaro Cunqueiro, está situado al fondo de un valle fértil desde el que a lo lejos se intuye el camino del mar. Su ubicación natural se halla en los comienzos de la ladera hacia una alta sierra. Allí se juntan los aires fríos del monte con los salinos provenientes de la vieja mar, ofreciendo como paisaje un verde reluciente en los días soleados del otoño y un casi perpetuo paisaje de nieblas ensoñadoras en invierno.

Pronto, al parecer, se inició su afición a los libros en esa pétrea ciudad que es sede obispal (“a min, si non fora polo que me gustan as mozas, houbérame gustado ser arzobispo de Manila”) y de ahí a la dedicación a la escritura no hubo sino un paso natural.

Nació bajo el influjo de dos lenguas, las cuales había de cultivar con rara hermosura y musicalidad, y se sabe que pronto venció los problemas de la diglosia haciendo hablar, en sus primeros cuentos de aventuras, a los indios en gallego y a los vaqueros en castellano.

Cunqueiro, al fin, había de llegar a ser uno de los escasos ejemplos de escritor que, se puede decir sin rubor, con su obra enriqueció nuestros sueños, alimentó nuestro enamorado corazón y, por todo ello, es capaz de alargar todavía hoy nuestra vida más allá de la estrecha y tosca realidad que nos acucia.

Comprobemos aquí, si les parece, algunos ejemplos de su prosa liberadora, llena de dulzura y encantamiento.

*

Hablar de amor. ¿Qué es hablar de amor?… Era hermosísima. Se me iban las manos a sus pies, a ponerse debajo de sus pies por miedo a que cayese. Me miró. La miré. Le dije, inclinándome hacia ella: “Las rosas se deshojan al poco de nacer; echas un lirio al río y se va en ondas que nunca más volverás a ver; un soldado, al menos, morirá en la batalla que mañana se ha de librar…”. Se llamaba, se llamaba… Ya lo he olvidado. Quizás fue verdad que he muerto en aquella batalla.

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Yo escribo la música que toco, y solo de ella gusto. Me siento al piano y voy abriendo el día o la noche, a mi placer. Pongo en la abertura del mundo agua que corre, pies de doncellas, arboledas, colores rojos, verdes, pájaros o un camino largo, largo, que solo yo ando, ando, ando… Y pozos en los que se miran las estrellas.

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Nadie aguardaba aquel amanecer en la línea insuficiente/ de los cipreses. / Él estrenaba un corazón dilatado/ que causaba sorpresas dolorosas.

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Y al decir esto, pasó ambas manos por el dorado y largo pelo, y fue como pasar el arco del violín por las cuatro cuerdas bien afinadas.

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Si llego a estar allí —le cortó el escribano— le planteábamos un Interdicto con la Lex Plaetoria de Circumscriptione Adolescentium, que es tan notoria.

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Ayer entré en una tasca en cuyas paredes colgaban doce estampas, impresas en el 1899 en Berlín, en las que se contaba la historia de don Hernán Cortés en la Conquista de México y los amores del caballero con “lengua” Marina. Y me acordé de Somoza de Leiva, que sirviera al rey en el regimiento de Otumba.

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Por poco dinero, Novagildo compró el violín que fuera del ciego de Alvite, y aprendió mucho en él para acompañar historias de crímenes, alguna de las cuales se las puse yo mismo en verso… Y un día, siendo feria en Villalba, Novagildo, después de descargar el porcino, se puso en una esquina con su violín y, tocando lo que sabía, cantó con hermosa voz.

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La superstición confiere a los dramas de Shakespeare, más que una atmósfera, una filosofía. Perpetuas correspondencias acuerdan el universo a lo humano, y lo humano al universo. Diríase que en este mundo cada ser, cada cosa, participa de un orden sagrado de eficacia”.

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Blake creyó en los más de los sueños, pero no como sueño sino como Edad de Oro y Tiempos de Melancolía. Y le parecía que podía invocar ya a niños y ángeles alegres, a los magos profetas y a los demonios meditabundos.

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—¿Cómo os desencantaré? —lloraba Clemence.
—No lo sé –dijo el ciervo en buen francés—. Pero si me amáis, puedo encantaros de cierva y correremos por el bosque.
Accedió Clemence, se tornó cierva lucer, y al galope con su amor entró en el robledal. Por eso en las Tierras Soberanas hay que preguntarle al ciervo si es persona o animal, cuando comienzan las cazas en Otoño.

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A la mañana cantaba la alondra, y en la noche respondía el ruiseñor. Era mayo florido, y las soledades piamontesas se dieron al amor. Dama Beatriz, que estaba prometida a Arrigo del Caretto, señor de Savona, hizo oídos sordos a las trovas y lais de Rimbaud, quien desesperó y lloró lágrimas amargas, e hizo penitencias de enamorado melancólico, según lo que advierten las Siete admoniciones de Amor que rigen en Beaucaire y Tarascón.

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Los Brenne eran todos hermosos, como héroes antiguos. Quizás Aremburga lloraba porque aquel príncipe alocado, que en sus azules ojos llevaba el claro cielo de veinte primaveras, no la arrastró hasta Château-Renault, donde esperaba el obispo para la boda.

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Thais murió en olor de santidad en un monasterio que llaman Carnón, a cien leguas de Alejandría. La consumieron las penitencias del desierto; y a la edad en que las otras cortesanas sólo se alimentan con pechugas de pichón y naranjas, para mantener la piel tersa, Thais se alimentaba de langostas del desierto y de raíces de betonia; y en vez de leche de burra, la bañaban el sol y la arena de Libia. Se murió como un pajarillo.

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Nos dice Rodrigues Lapa: “Los que se dedican al arte de escribir, traen en la memoria un almacén de términos expresivos, Para ellos, la palabra existe en estado puro, llena de esencias y misterios. Y es siempre útil pensar y sentir de nuevo las palabras, aisladamente, en la curiosa contemplación de las imágenes que despierta”

 

Addenda. – Pero, ¿dijo o escribió realmente el profesor portugués el texto que se cita? Es de hacer notar que existen razones fundadas para pensar que las citas atribuidas por Cunqueiro responden en buena medida al ‘Libro de la Imaginación’. En una ocasión, habiéndole replicado un lector que una cita suya no figuraba en las obras de su autor, él, sonriendo, respondió: “Bueno, pero estoy seguro que, si hubiera querido decir algo a ese propósito, lo hubiera dicho de esa manera”. Dicho lo cual, amigo lector, quizás todos los textos traídos hasta aquí no son de fiar más que por voluntad de la inteligencia y el corazón soñador, del lector

N O T A S

Todas las citas aparecidas en el texto corresponden a las siguientes fuentes:
1.- Obras Completas. Vols. I-IV
Ed. Galaxia, Vigo, vv.aa.
2.- Flores del año mil y pico de ave
Ed. Seix Barral, Barcelona, 1984

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Archivo Entreletras

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