diciembre de 2024 - VIII Año

Emancipación es nombre de mujer

Cuando Dibett María Quintana Duarte acudió a la cita todo parecía investido de una absurda trivialidad y normalidad, no era el primer cuadro sindical en responder a un requerimiento judicial sin fundamento. Los acontecimientos se descontrolarían de forma insospechada, arrastrándola a un océano de oscuridad contra el que lucharía durante años. Nunca pensó que sus amores, escritos con nombre de mujer, libertad, emancipación y voluntad, le significarían el odio, la violencia y el exilio, en un mundo asalvajado que insistía en escribir la historia exclusivamente en masculino.

Esta es la crónica sobre los días luminosos en que se pensó la derrota moral y la muerte para una mujer en tiempos de literatura, pero que resultó ser una heroína indestructible, un buque en la lucha feminista al interior de las organizaciones sociales de Colombia. Con ese particular acento que únicamente otorga la mixtura histórica y la poesía en cascada de lo profundamente popular, entre lo dulce y lo espirituoso, para esculpir a las nuevas dignidades proletarias.

Emancipación es nombre de mujer (Kercentral Magazine, 2024) es el título de la historia novelada que tuve la fortuna de publicar a comienzos de este 2024. Para mayores señas, en ambas orillas del Atlántico y sus mares turquesa, el libro viene acompañado de dos subtítulos: Se habla en escarlata y escribe con fuego. El caso de Dibett Quintana en la historia de represión a las mujeres sindicalistas de Colombia.

Este es un proyecto que habría resultado imposible sin el apoyo de la Corporación Aury Sará Marrugo y del Instituto de Cooperación Sindical Internacional (IFSI)  de la Federación General de Trabajadores de Bélgica – FGTB, que se ocuparon de organizar amplios eventos de presentación en Colombia, España, Francia y Bélgica.

Durante los últimos años he podido investigar, por estar relacionados directamente con mi campo de estudio, algunos de los más importantes casos de represión al movimiento sindical de Colombia, desgranados entre las filas de la centenaria Unión Sindical Obrera de la Industria del Petróleo – USO, a la sazón, la más importante organización de trabajadores y trabajadoras del país.

De dichas indagaciones resultaron algunas publicaciones, la primera fue En el tiempo de la bala y la salamandra, sobre el secuestro y tortura del compañero Gilberto Torres por parte de una de las facciones paramilitares de extrema derecha que han operado en Colombia durante las últimas décadas.

Más tarde estuvo De la fiesta y la resistencia, no hay cielo en los bares de Madrid (Kercentral Magazine, 2023), una investigación sobre el montaje realizado por la inteligencia militar colombiana que llevó a la cárcel en los años 90 del XX a la cúpula de la organización. Para articular esta conspiración, las autoridades utilizaron el arsenal jurídico que se creó en la época para combatir a las mafias del narcotráfico, además de una oscura red de informantes y sicarios a sueldo. Este proceso cuesta el exilio a varios dirigentes, algunos se refugiaron en España, y la vida al Dr. Eduardo Umaña Mendoza, en ese momento el más importante penalista del país. Eduardo es asesinado cuando descubre el complot de las fuerzas armadas contra la organización sindical colombiana.

Estos libros, historias reales contadas con técnica de novela y construidas sobre géneros que navegan entre la crónica política y el thriller psicológico, se sumaron al gran esfuerzo por celebrar los cien años de la Unión Sindical Obrera de Colombia de la única forma en que podía hacerse: mediante la conservación de la memoria utilizando todas las armas que nos extiende la investigación, la academia y la literatura.  Así se celebra un siglo de existencia, cuando se habla de una colectividad históricamente combativa: publicando libros.

Los libros, ¿qué más nos queda?

El manuscrito en construcción es la modelización más auténtica que nos queda de la tradición crítica en la que nuestra imaginación quiere ubicar a las vanguardias políticas. En tiempos de un sectarismo logrado a través de la ignorancia, de la adicción al discurso violento, en tiempos de depresión cultural (rayando en lo clínico) y de ciega ansiedad cotidiana, seguir publicando libros y buscando aquellos quiebres del sistema donde todavía es posible seducir con la lectura, se convierte, señores y señoras, en uno de los últimos actos revolucionarios.

En efecto, llevar la cultura y el conocimiento a las masas: una de las últimas fronteras entre las conquistas modernas, entre el relato ilustrado que pugnaba por el pensamiento soberano y las libertades republicanas y los sanguinarios decretos de una posmodernidad que nos dejó desnudos y desnudas… sin grandes historias acerca de la emancipación cultural, sin el placer orgásmico luego del dolor ideológico y en la mismísima domesticación brutal de nuestros procesos subjetivos. Contra una geografía tan abrupta solo queda la isla libre de la literatura.

Por eso queremos expresar nuestro enfado con quienes no comprenden o se oponen, en una interpretación equivocada de lo que son las luchas sociales, a que la construcción de libros sea el pilar de las organizaciones que, obligadas por su poder simbólico, son llamadas a ser activas constructoras de sociedad y país.

Así, la propuesta de la colección Historia novelada de esta editorial independiente española es volver a reivindicar las fórmulas propias de la novela para contar y conservar la memoria acerca de la violencia y la guerra contra la disidencia política.

Emancipación es nombre de mujer, la novela

Esta obra está escrita por un hombre, pero con la voz de una mujer que generosamente ha contado algunos de los pasajes más duros en la lucha por los derechos, busca interpretar el papel reservado al género de lo real hecho novela. Conviene recordar que esas contiendas por los derechos, en el caso de Dibett Quintana libradas desde el sindicalismo, están relacionadas con las generadas en todo el mundo, incluida esta Unión Europea que tanto defendemos. Es decir, quien piense que en el mundo de hoy existen conquistas ciudadanas definitivas y fuera de peligro se equivoca profundamente.

Y uno de nuestros centros de actuación está en las expresiones culturales, por su relación con la conciencia social y la memoria histórica. Esto es literatura convertida en combate por la memoria, la justicia y la reconstrucción psicológica. En efecto, cuando la impunidad reina y se irradia desde las instituciones, siempre podemos acudir a la cultura. Lo que nos pasa en las batallas simbólicas por un mundo mejor, todos estos sufrimientos, es historia nuestra y la contamos nosotras y nosotros.

Como organizaciones sociales y sindicales, conviene no confundirnos. No escribir, publicar y leer libros nos convierte en piezas de un juego peligroso, donde la zafiedad se convierte en discurso político, donde lo bárbaro es observado en el espacio público y perdemos de vista algo fundamental: que sin las letras nuestra forma política de estar en la realidad resulta adulterada hasta extremos donde nos da igual quien tenga el poder.

Leer, el gran acto político por el que valdrá la pena emprender militancias que superen la tiránica inmediatez del capitalismo digital, con toda su tanática involución lingüística. Leer, el gran acto político que nos recuerde… que todo lo humano (incluyendo esto que estamos haciendo aquí) es político, por lo tanto, ideológico, por lo tanto, psicológico y filosófico. Y a veces lo político – ideológico es criminal hasta los límites de lo clínico, las historias de represión vividas por la dirigencia sindical de esa esquina perfumada de América del Sur a la que nos referimos son desgarrado testimonio de ello.

Leamos un pasaje de la obra:

“Dibett María Quintana Duarte no había regresado a esa puerta de la refinería de Barrancabermeja desde la agresión del 2016. Sin embargo, el día del centenario no existía temor alguno, iba acompañada de las valquirias, las amazonas, las hechiceras… las guarichas. Con sus pancartas y banderas moradas. Sus camisetas de batalla que llevaban estampada la imagen de María Cano y un ejército de tambores que obligaron al tiempo a detener su marcha, para que todos pudiéramos pensar, para que todas lográramos sentir un rayo de recuerdos que atravesaba el corazón y estremecía la piel… por momentos de júbilo, por instantes de ira.

El destello fue tribal, irrepetible, una sacudida a las plumas que trazaban las actas sobre aquel día entre hielo y llamas, en el calendario estaba señalada la fecha del diez de febrero del 2023. El ágora allí reunida se miraba sorprendida, en nobleza antigua y moderno placer adolorido, cien años después. Y es en el justo instante en que se cantó la última línea de La Internacional, con toda la ritualidad afrancesada que libera en nuestro imaginario pintado de roja furia obrera, cuando arrancan los poderosos tambores y voces de la Batucada Guaricha, interrumpiendo los discursos. Quienes acudimos al lugar, para ejercer nuestro deber como testigos, vimos con nuestros propios ojos al mismísimo jadeo de la Historia, que marchaba impasible entre las líneas de trabajadores y trabajadoras.

Eran las guarichas quienes tocaban y era la Unión Sindical Obrera – USO la que celebraba sus cien años de existencia. Entre las filas de ambas huestes militaba para siempre la compañera Dibett, colmada, como estaba, de profundo orgullo y evidente deseo de justicia. Los viejos y nuevos dirigentes no pudieron más que observar a las mujeres, que dijeron todo lo que era menester decir a punta de canto y tambor. Era un siglo de luchas, y ahí estaba la superviviente Dibett Quintana para decir que esta crónica de resistencias estaba lejos de terminarse. A veces una mujer debe hacer lo que una mujer debe hacer.

El sol iluminaba con fuerza aquella mañana en que sonaron los instrumentos feministas, las intérpretes con una expresión en el rostro que logró llenar el aire de emociones. Fue impactante. Luego llegaron las consignas, valerosas por derecho propio: Si tocan a una, nos tocan a todas.”

El diez de febrero del 2023 quedó grabado en mi memoria, es cuando conozco a Dibett María Quintana Duarte y me cuentan los terribles acontecimientos que rodearon el secuestro e intento de asesinato del 2019, en la completa impunidad. Todo cobró otro sentido, la celebración, el regreso a Barrancabermeja, el almuerzo en el muelle junto al río de la Magdalena… el reencuentro con viejos amigos.

Aquel acto tomado por la memoria y los tambores era un desafío al despropósito, una llamada de atención a caminantes, para que éstos no estuvieran en el lado equivocado de la Historia. Ahí estaba la líder en ciernes, luchadora leal a los símbolos de la USO, a la que se niega justicia en tiempos de imperio de la ley, de regreso para presentar batalla, esta vez con refuerzos… las valerosas mujeres de la tribu ternura y solidaridad.”

He de decir, simple y llanamente, que las crónicas profundas contenidas en estas páginas son indignantes en muchos lugares. Mi aporte a la justicia es humilde: un libro sentido y desgarrado que puede tocarse y arrojarse, lleno de historias donde dramas dialécticos, aflicciones hermenéuticas y grandes pasiones en la frontera quedaron grabadas en planchas que aturdidas esperan a las futuras generaciones. 

Aceptémoslo de una vez, los dramas humanos (entre ellos el secuestro, tortura y asesinato de disidentes) no son otra cosa que dramatización real (no por ello menos macondiana) de los grandes problemas de la historia del pensamiento, tan solo abordables con auténtica profundidad por esa literatura comprometida con la transformación crítica de sujeto y sociedad. Lo que pasó con Dibett Quintana no es explicable sin clínica y filosofía, de hecho, es así como ponemos estos hechos en sus justas dimensiones. Así que esto tampoco es explicable sin literatura. Sí, estoy hablando de Psicoanálisis.

Leamos, si ustedes me permiten, el último pasaje de la obra:

“Tras varios minutos, el tipo me miraba fijamente, puede que comprendiendo el funesto sino que nos acompañaba en esa hora tan infausta. La víctima, bajo el signo indescifrable de la fatalidad, hallaría su final durante ese aciago día, en un rincón del mundo al que no llegaban noticias de los viejos dioses, ni de ninguna otra autoridad con poder suficiente sobre los asuntos del cielo y la tierra. El victimario, bestia a sueldo del sistema, esclavo de sus bajos instintos, era consciente en su retorcido fuero interno de que no podría evadir su destino. Algo parecía decirle que esta muerte no sería como las otras que cargaba a sus espaldas sudorosas.

—Es inútil que se resista. Usted no va a salir viva de aquí… cuanto antes lo entienda será mejor para todos.

Me tomé el tiempo necesario, la reflexión suficiente para pronunciar las que parecían ser mis últimas palabras en este mundo, de repente mortal, desastroso y falto de gracia.

—Pues muy bien, desgraciado… usted me va a matar, pero asegurémonos de que, cuando me encuentren, se sepa y digan en todas las esquinas y malditas cantinas… a esta vieja la mataron, pero tiene todas las señales de haber peleado hasta su última gota de aire, caída en su ley, plantó cara a la muerte sin dejar de madrear.

A lo largo de los años, empezar a recordar esos lastimosos momentos de mi vida hizo que llegara a preguntarme, sorprendida de mí misma, cuáles fueron los desconocidos circuitos y engranajes de la mente que tomaron el control bajo cielo ebrio de luz cegadora, como para decir tan osadas palabras a una temible síntesis de la perversión capitalista.

El llanto sigue atestiguando la evocación del desconsuelo sin final. Nunca me había sido tan útil la terquedad y berraquera que me acompaña, nunca tuvo tanto sentido la escuela de resistencia en las antiguas filas de la Unión Sindical Obrera. Nacimos como mujeres, moriremos como obreras en buena lid, frente a nosotras las oscuras fuerzas contrailustradas de la represión. Hablamos en escarlata y escribimos con fuego.

Si aquel momento era el final, me aseguraría de que fuera mío por entero, mirando al asesino, me colaría en sus pesadillas nocturnas hasta enloquecerle y ganar esta guerra, ese sería mi humilde legado a las mujeres que vendrían, y una obligación que tenía con mis propios hijos… los hijos de las rojas.

Y así fue, así fue… El hombre de voz hueca y ronca entendió la determinación que mis ojos irradiaban. Esto no va a ser fácil, bebió pensar. Desde entonces hubo incluso tachaduras de miedo en su expresión depravada, mal disimulada por su piel morena y tostada. También desde ahí supe que el sufrimiento tiene varias caras, puede romperte o envalentonarte.”

 Emancipación es nombre de mujer en este enlace

 

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Archivo Entreletras

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