noviembre de 2024 - VIII Año

‘Mayo-68: Las nuevas formas de la revolución’ de Felipe Aguado Hernández

Mayo 68 AguadoMayo-68: Las nuevas formas de la revolución
Felipe Aguado Hernández
Editorial Popular, 2018

 

 

 

 

 

Por Antonio Chazarra y Pilar Guerrero

En la pasada primavera conmemoramos los cincuenta años transcurridos desde «Mayo del 68». Esto dio lugar, como viene siendo habitual, a un número, nada desdeñable, de publicaciones. Algunas reflexivas e interesantes y, otras muchas, circunstanciales y anodinas.

Naturalmente, en medio de este aluvión no es posible leerlo todo pero, hoy quiero destacar, el libro de Felipe Aguado Mayo – 68: Las nuevas formas de la revolución, por su carácter analítico, por su rigor metodológico, por su sencillez y porque no se limita a analizar los sucesos de ese momento emblemático sino que lo sitúa en sus coordenadas y extrae de ellos consecuencias que, en modo alguno son tópicas, abriendo novedosas perspectivas, especialmente en lo concerniente a su influencia cultural y a la génesis de nuevas formas de vida, otros modos de hacer política y las heridas y grietas que supuso en lo que, hasta ese momento, era un sistema cerrado.

Este libro de 170 páginas es más que un ejercicio de memoria. Sugiere mucho más de lo que dice y pone el dedo en la llaga al analizar este acontecimiento como un hecho histórico y, por tanto, transcendiendo la visión generalizada de una algarada estudiantil o de unas pintadas provocativas en los muros, que mas tarde fueron trivializadas hasta la extenuación. «Mayo del 68» en diversos aspectos, tuvo el carácter de un movimiento pre-revolucionario y, quizás, se trató de la última utopía…

«Mayo del 68» es nada menos que un cruce de caminos decisivo en el siglo XX. Es, también, un laberinto en el que es fácil perderse y para entenderlo son precisas unas determinadas indicaciones, pistas que nos faciliten la exploración de este proceso con mucha más transcendencia de lo que parece cuando no se ahonda lo suficiente.

Afirmar que sobre «Mayo del 68» está todo dicho, es una solemne frivolidad. Hay muchos aspectos que desvelar y muchas mascaras que arrancar. Hay quienes, conscientemente, han minusvalorado su impacto y lo han reducido a una algarada. Por eso, analizar cómo surgió, sus diversas variantes interpretativas y su importancia, desde un análisis crítico es, no sólo, un soplo de aire fresco sino una meritoria tarea intelectual a la que Felipe Aguado se ha entregado con eficacia.

Este opúsculo se estructura en cinco apartados. Brevemente va trazando los hechos más significativos para unir lo particular con lo general y dar una visión certera. Así se exponen sucintamente los aspectos económicos y políticos de los que surgió este movimiento de protesta que, aunque tiene características específicas en cada lugar, se manifestó en diversos países de Europa y América. También se someten a revisión y crítica los hechos acaecidos entre mayo y junio que algunos han mitificado y otros tergiversado. Es, asimismo, de notable interés la disección de las negociaciones de Grenelle, así como las consideraciones sobre el carácter utópico de «Mayo del 68»

Probablemente sea útil partir del caldo de cultivo que desencadenó la espiral pre-revolucionaria. Los estudiantes progresivamente fueron adquiriendo conciencia de las graves deficiencias del sistema y pretendían tomar las decisiones de una manera democrática y poder participar de forma efectiva en la toma de decisiones. Algo empezaba a derrumbarse y algo nuevo surgía.

Por otra parte, se cerraron en banda a admitir la subida de tasas y las medidas, que pretendían poner a la Universidad al servicio de instituciones financieras y espurias. Asimismo, hay que añadir que el mundo surgido de la «Guerra fría» comenzaba a resquebrajarse, que la Guerra del Vietnam cada día añadía un nuevo descrédito al intento de expansión imperialista y que los abusos y crímenes del estalinismo se iban conociendo y se manifestaron con toda crudeza con motivo de la «Primavera de Praga» con el consiguiente descrédito de los partidos comunistas.

«Mayo del 68», podría decirse que tuvo su epicentro en la Universidad de Nanterre y, también, en la Sorbona. Es interesante advertir que por primera vez, el movimiento estudiantil está en vanguardia. Los partidos y sindicatos de izquierda acabaran sumándose pero en el estallido, en las barricadas y en la extensión del espíritu y el ímpetu utópico llevan la iniciativa estos jóvenes airados. Esto, naturalmente, supone, entre otros varios, un necesario enfoque generacional que se aparta de las tradicionales formas de lucha de la izquierda.

Algunos análisis insisten en que el «mayo francés» no es una verdadera revolución sino un simple movimiento de protesta. Felipe Aguado hace que el bisturí interpretativo penetre por la capa superficial, la traspase y busque elementos más profundos para entender lo que sucedió y su trascendencia.

Hay derrotas que contienen elementos seminales de futuro. La pre-revolución fue sofocada pero tuvo efectos perdurables. Nada volvió a ser lo mismo y muchas cosas empezaron a cambiar y a configurar un nuevo ritmo de los acontecimientos.

Ciertamente el estallido utópico careció de organización y por eso acabó desplomándose. Pero, en las pintadas de tantos muros quedaron ideas y consignas que sirvieron para acometer, posteriormente, las transformaciones feministas, ecologistas, de la nueva izquierda y supusieron la irrupción de nuevos agentes y sujetos en la vida política.

Repasemos algunas de ellas: la libertad es la conciencia de la necesidad – solo puede haber revolución donde hay conciencia y un tercer ejemplo donde resuena y late con fuerza el pensamiento de Walter Benjamin nuestra esperanza solo puede venir de los sin esperanza.

Los estudiantes advirtieron que su papel en la sociedad se había desdibujado, que las universidades se habían masificado y, lo que es peor, habían ido asumiendo el principio del rendimiento y el éxito, muy útil para la producción capitalista pero letal para la conciencia crítica. Entre otras consecuencias no deseadas, esto suponía en la práctica la proletarización de los profesionales académicos.

Aunque no es frecuente recordarlo «el Mayo» tuvo influencias filosóficas y políticas que se alejaban de la izquierda tradicional. Quien más influyó fue Herbert Marcuse, con sus conceptos de «tolerancia represiva» o «la negación como revolución». Sus intervenciones del año anterior en el Aula Magna de la Universidad Libre de Berlín y sus libros como El hombre unidimensional o El final de la utopía eran conocidos, debatidos y estaban presentes en las reivindicaciones de los estudiantes insurrectos.

Quienes protagonizaron «el Mayo» defendían abiertamente la heterodoxia, por eso, ponían en valor al Marx joven y a quienes se atrevían a romper el encasillamiento de la izquierda. Unos criticaron, desde dentro, el marxi
smo ortodoxo como Leszek Kolakowski. Otros tuvieron un eco notable adhiriéndose al humanismo marxista como L. Goldman o Jean Paul Sartre.

Felipe Aguado es un catedrático de Filosofía emérito. Tal vez, por eso, en este opúsculo, frente a tanta hojarasca y repetición monótona, pone de manifiesto como «Mayo del 68» tuvo unas bases filosóficas y un contenido político nada desdeñable y que sigue sirviendo de inspiración para lograr una democracia de mayor calidad, más participativa que incorpore los puntos de vista ecologistas, feministas, alter globalizadores y que por primera vez postula un modo de ver la realidad que no sea de carácter eurocéntrico.

Entre las aportaciones de interés, que luego han tenido un desarrollo dispar, están las de la nueva izquierda, trotskistas y libertarias entre otras. Ahí está por ejemplo, Daniel Bensaïd o las aportaciones de la Internacional Situacionista.

Entre tanto, la derecha, el sistema establecido no estaba preparado para encajar… la sacudida que supuso «el mayo del 68» que estuvo a punto de socavar sus cimientos. Así De Gaulle no tuvo mejor ocurrencia que calificar la eclosión como la revolución de los hijos de papá.

Los ecos de «el mayo» tuvieron un fuerte arraigo: revolución sexual, liberación de la mujer, una forma de vestir -que ya no daría marcha atrás-, una nueva música, un nuevo cine y, sobre todo, un nuevo pensamiento político.

Algunos como Eric Hobsbawm consideran al «mayo del 68» una revolución en grado de tentativa. Estimo que debe meditarse sobre esa idea. No fue una revolución política ni económica pero sí y, con todas las consecuencias, una revolución cultural que contribuyo a pensar, sentir y manifestarse de otra forma.

Es indudable que se logró generar un notable impulso utópico. Entendiendo utopía como algo que todavía no existe, pero que debería existir si nos lo proponemos y actuamos para lograrlo. Es más, la utopía es posible porque ya se ha realizado históricamente, aunque sea de forma parcial. Felipe Aguado ha escrito una obra inteligente, sugestiva y donde están apuntados problemas transcendentales para que el lector avisado tome nota y prosiga sus indagaciones, a través de las pistas e indicaciones que tan hábilmente va distribuyendo a lo largo de sus páginas.

Por eso, considero su lectura abiertamente imprescindible. Ventila, abre puertas y ventanas e invita a una reflexión crítica sobre aspectos de los que a algunos no les interesa que se hable en estos tiempos de post-verdad y de manipulación informativa.

La de Felipe Aguado es una propuesta valiente que merece una lectura atenta y que invita al diálogo, a la reflexión y lo que es más importante a la toma de conciencia y a la acción colectiva.

De los fracasos se aprende y de las tentativas pre-revolucionarias siempre quedan rescoldos que pueden reavivar nuevos fuegos.

 

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