El nombre de las cosas
Ricardo Martínez-Conde
Zadar eds., Madrid. 2021
La geografía de la imaginación representada en el mapa de (micro)relatos que integra los volúmenes Lo propio del esperar y El nombre de las cosas de Ricardo Martínez no es tanto variada sino proteica: a veces es prosa que bebe del haiku, muchas metamorfosea del epigrama o el aforismo, otras (sin serlo) apela al espíritu del rubaiyat… Pero lo mejor es que todas sus formas deparan sorpresas y destilan ese tipo de humor en el que (Chesterton dixit) se encuentran los secretos de la vida.
Escribir microrrelatos es pecar de vanidad: enfrentarse a ellos es mirarse al espejo y reconocer que uno es lo bastante agudo como para dejar atrás los artificios y penetrar el corazón de las cosas, que en realidad encierra todo el universo. Este ejercicio de precisión quirúrgica despoja de todo contenido accesorio un conjunto de historias asombrosamente estéticas, intensas, conceptuales y al mismo tiempo cercanas que sorprenden y conmueven (o provocan ambas sensaciones a la vez), asoman una sonrisa a los labios del lector o lo invitan tanto a la reflexión como a la melancolía.
Shakespeare escribe en Hamlet que la brevedad es el alma del ingenio. Borges pensaba que había escritores capaces de cargar un cuento con todo lo que una novela podía contener. Ricardo Martínez es capaz de condensar toda una vida (la suya o la de sus personajes) en menos de una página.
No me extiendo más. Pasen y lean.