mayo de 2025

‘Los mitos incendiados’, de José M.ª Herranz

Los mitos incendiados
José M.ª Herranz
Los Libros del Mississippi Editorial, 2025
Diseño cubierta: A.B.H.
Nº de páginas: 62

EL LENGUAJE COMO MATERIA INCENDIARIA

Julio Cortázar dijo: Para entender una cultura hay que tocar lo más amargo, lo más repugnante, lo más horrible, lo más oscuro. Los mitos incendiados es un libro excepcional porque está fuera del canon poético actual, quizás de cualquier canon. Abandera un discurso, no sólo de denuncia, sino un pequeño catálogo ético, una guía didáctica porque el afán de justificación de la idea prevalece y se impone.

Los poemas están escritos hace varias décadas. Han estado durmiendo, descomunales, desbordantes, en algún cajón; y la historia ha querido que despierten las brasas que pudieran quedar en él. El autor los ha rescatado y ha sentido la necesidad de explicarlo. Esto ha tenido como consecuencia un original formato: cada poema, escrito en los primeros años de la década de los 80, es aclarado por un poema actual al que se le denomina Coda.

Nuevo también es el Introito, que no es una nota del autor, ni un prólogo. Es un dintel que hay que leer para entrar en el libro. Realmente, es un escrito que declara intención de unidad. Un recitativo interior sobre el que el autor obrará en consecuencia con las codas que añade en el siglo XXI.

Influencias y entorno

El libro es un texto radical, social, contestatario y experimental, que aborda el intrusismo de lo político-social en el ámbito individual y lo aborda con afán de denuncia y de protesta, pero desde la rabia de un inmenso dolor. Creo que los poemas están escritos desde ese lugar, con la visceralidad de la juventud, y abordan la normalización de estructuras dañinas, oscuras en la familia, en el lenguaje o en la sexualidad. Lo hace desde una base neorrealista, con una evidente crudeza en las palabras y una exención de lirismo en los versos; y, además, nos habla de la alienación de las conciencias, sendas cosas muy pasolinianas. Pero también es evidente la influencia de la poesía de los 70, de la de los Novísimos porque este libro está impregnado de experimentalismo lingüístico, de la búsqueda de una nueva forma de comunicar, hace una revisión de la realidad y no está exento del contagio de las vanguardias de primeros del XX.

Alteración del lenguaje.

Curiosamente, hoy en día la desestructuración del lenguaje parece algo nuevo, extraño o difícil de entender. Es como si nos hubiéramos acomodado a un canon lineal y muy consensuado. Los poemas de Mitos incendiados rompen el discurso y lo deforman. A veces, son casi repentismo, pura víscera. Quiebran la norma prosódica y desestructuran el mensaje con un lenguaje soez, duro, crudo y, por ende, rupturista, anárquico y explosivo (la materia incendiaria de esta revolución). Todo teñido de un aroma surreal porque el control del escritor se pierde en favor del pensamiento, del inconsciente, al fin, de donde emanan las emociones y las conclusiones más íntimas sobre las cosas

La alteración del lenguaje es un recurso literario que tiene su máximo desarrollo en el género poético. En este libro, la rabia y la emoción incontenible se expresan con un lenguaje cortado, tajante, histriónico. Rompe la fluidez sintáctica, elimina partículas determinantes y se vale del significante (la palabra) para golpear al lector con una desnudez impúdica.

Hay marcadas pretensiones animales,
citas de insomnio, luces de locura,
hay una vez lo nunca siempre cuándo
habiendo siempre nunca otra vez.

Así, la lectura se torna cortante, violenta, inquieta: nos altera. Y consigue su propósito: la emoción, no sólo por el referente, sino también por el significante, que nos llega como un nuevo referente.

Prolifera la adjetivación del sustantivo y utiliza palabras sorprendentes, neologismos o americanismos y, en ocasiones, entra en la poética de lo soez. No hay reparos en utilizar recursos contra el exceso lírico. Lo soez es la causa que modifica, altera y reconduce el mensaje. Para el autor, este vocabulario tiene una funcionalidad. Es un factor expresivo más. Lo curioso es que no nos asombra tanto verlo en prosa como en este género. Estamos familiarizados con el Tremendismo de postguerra, un término que se acuña con espíritu peyorativo por críticos del momento). Cela, en su Diccionario Secreto, pone multitud de ejemplos del empleo del lenguaje duro y soez en la literatura, no ya del Siglo de Oro, sino de autores como Rafael Alberti. Pero podríamos seguir, recordando la sátira latina (Cátulo, Marcial, Horacio), o el llamado Realismo Sucio del siglo XX de Charles Bukowski, donde lo vulgar o soez adquiere una funcionalidad expresiva fundamental.

Pero esto es anecdótico ante un texto exuberante, en parte, gracias al uso del simbolismo y la multiplicidad de los referentes: lo que un significante es capaz de expresar para el lector se multiplica. Así, el mensaje se eleva a planos que superan la razón establecida. Y, desde ahí, autor y lector pueden llegar al conocimiento. Ahí es cuando entra en escena la moral en este libro (las normas entre el bien y el mal). Porque el autor se posiciona firmemente. No entra en la hipérbole, en la exageración, en lo excéntrico. Pero sí es profuso y concreto:

No hay prostitución, sólo proxenetas y clientes.

(…) se gestaba una revolución silenciosa y violentada en nuestros cuerpos.

Amar la patria supone amar a la madre y al padre que golpean por tu bien. Equiparar lo social y lo individual: la patria y los progenitores, típico de los regímenes autocráticos, es algo asumido con fatalismo: La liberación es una revuelta contra quien te amó y cuidó.

Ese posicionamiento, tan importante, va más allá, tocando el mito de la libertad o sorteando las trampas del pensamiento judeo-cristiano. Y será lo que aporte el sustento ético en las codas.

La coda. Actitud didáctica. Ética

En cuanto a las codas, se diría que sostienen una vocación didáctica con evocaciones a los libros de enseñanzas de la antigüedad.

Cuando decide rescatar los poemas 40 años después, el poeta es otro ya. Por él ha transcurrido la vida y ésta le ha dotado de madurez y contención. Las codas de este libro son aclaratorias. Su lenguaje es enunciativo y explicativo. El significante y el significado se aproximan y se cierran y los valores simbólico y surreal desaparecen porque con ellas el autor le quita el poder al lector y se convierte en un emisor didáctico que explica y categoriza las ideas para formar una unidad ética.

Las codas son reminiscencias didácticas. Todas comienzan con una actitud lírica apostrófica (en 2ª persona): Y si así no percibieseis (…); proliferan los imperativos y la evocación al texto bíblico con dos apuntes comunes a todas ellas: la exhortación, siempre persuasiva, que nos recuerda al Libro de la Sabiduría (Ansiad, pues, mis palabras. Deseadlas y seréis instruidos); las parábolas, que iban seguidas en algunas ocasiones de una coda explicativa (¿Habéis entendido todo esto?); o las bienaventuranzas.

Ejercen una función de epílogo, haciendo honor a su etimología (coda procede de couda en latín, cola) y delatan la necesidad revisionista del autor y la de posicionarse como faro ético.

José M.ª Herranz construye su propia ruptura de un discurso vivo porque visibiliza a los que sufren, a los que son marginados, a las víctimas del silencio impuesto y porque está escrito desde la emoción sincera de la juventud y desde la sabiduría reflexiva de la madurez.

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