abril de 2024 - VIII Año

Cuevas de Zugarramurdi, entre la historia y la leyenda

zugarraEl Arroyo del infierno o ‘Infernuko erreka’, en euskera, recorre y horada desde hace cientos de años las cuevas de las brujas más famosas de nuestro país, las sobrecogedoras Cuevas de Zugarramurdi. Si visitan el Valle de Baztan, tan de moda estos días por las novelas de Dolores Redondo, no dejen de hacer una parada para conocer este sorprendente lugar. Estas cuevas son un prodigio de la naturaleza y fueron el epicentro de una caza de brujas que conmovió estas tierras. Brujas que, a buen seguro, pudieron tener más que ver con cultos a la Madre-tierra y saberes relacionados con tradiciones ancestrales que con hechizos, encantamientos o demonios.

El pueblo de Zugarramurdi (Navarra) está situado en la comarca de Xareta o ‘Tierra arbolada’, entre montes y prados cubiertos de verdor, bosques repletos de castaños, hayas, robles o pinos, y arroyos que aportan frescor y armonía a estos deliciosos parajes. Por estos territorios descubriremos pueblos de llamativa arquitectura en los que la historia se funde a veces con la leyenda. Lugares a los que se llega por caminos transfronterizos, empleados desde siempre por peregrinos y contrabandistas. Mientras se recorre el pueblo en dirección a las cercanas cuevas, todavía pueden verse las casas de quienes sufrieron aquella kafkiana persecución por brujería. Casas engalanadas con la ‘Eguzkilore’ o Flor del Sol que protege contra brujas y espíritus no deseados.

Zugarramurdi 1Las cuevas tienen una longitud máxima de 120 metros, 26 de ancho en la zona más abierta y llegan hasta los 12 de alto. Por su espectacular tamaño, el espléndido entorno natural donde se encuentran y los infaustos sucesos de las que fueron mudas protagonistas no nos dejarán indiferentes. Desde antiguo las cuevas daban cobijo a celebraciones paganas, algo que fue utilizado en 1609 ante el Tribunal de la Santa Inquisición como evidencia de que en Zugarramurdi se practicaba la brujería.

En realidad, esta historia de brujas comenzó en Labort, en el vecino País Vasco francés, donde, tras someter a tortura a niños, adultos y ancianos, los jueces del rey Enrique IV determinaron que en Labort se realizaban misas negras, se adoraba al macho cabrío y había más de 3.000 personas marcadas por brujería. Por ello, el juez Pierre de Lancre ordenó quemar a 80 brujas. De esta forma, presas del pánico, familias enteras huyeron de Francia a los valles vecinos de Navarra adonde llegaban las terribles noticias de lo que había acontecido. Entonces el miedo y una psicosis colectiva se adueñó de las gentes de Baztan, Urdax y Zugarramurdi.

Maríacueva2 de Ximildegui, una joven llegada de Labort, empezó a contar historias de brujas y a afirmar que ella misma había sido bruja, que había volado y visto a gente de Zugarramurdi participar en ‘akelarres’. Después ‘delató’ a una vecina del pueblo llamada María de Jureteguía, la cual terminó confesando que era bruja desde la infancia y que su tía, María Chipía de Barrenechea, había sido su maestra en tales artes. Siguió dando más nombres y, finalmente, siete mujeres y tres hombres confesaron ser partícipes de brujería. Se arrepintieron de ello públicamente en la Iglesia parroquial y el asunto quedó zanjado dentro de los límites de la comarca.

La clave de que Zugarramurdi haya pasado a la historia como ‘el pueblo de las brujas’ estuvo en que los hechos relatados llegaron hasta el Tribunal del Santo Oficio en Logroño. Bien porque creyeran en la existencia de las brujas o porque deseaban hacerse valer ante sus superiores, el comisario y los dos inquisidores del Tribunal detuvieron a cuatro brujas, qué bajo amenazas y con la ayuda de un intérprete de euskera (las encausadas solo hablaban su lengua natal) confesaron practicar la brujería. Las supuestas brujas pensaron que así las dejarían en libertad, como había ocurrido en su pueblo.

cueva3Por su parte, el Consejo de la Suprema Inquisición en Madrid pidió a los inquisidores de Logroño que sus averiguaciones fueran sólidas y fiables. Igualmente, el Obispo de Pamplona mostró sus reservas sobre cómo se estaba llevando este caso. Pero el inquisidor Juan Valle Alvarado desatendió estos avisos. Tras varios meses en Zugarramurdi, inculpó a 300 personas de la localidad y arrestó a 40 que fueron enviadas a Logroño. Durante el proceso inquisitorial salió a relucir que el ‘Prado del Cabrón’ o Akelarre en euskera, estaba situado al lado de las cuevas de Zugarramurdi, consideradas la catedral del culto satánico. Allí, entre otros fenómenos, se aparecía el demonio en un trono de oro o de madera negra.

Durante el proceso otro inquisidor, Alonso de Salazar y Frías, puso en duda las declaraciones y calificó el dictamen final como ‘una terrible injusticia’. A pesar de ello, el 7 de noviembre de 1610 se llevó a cabo el auto de fe en el que 6 personas fueron quemadas vivas y 5 más en ‘efigie’ porque ya estaban muertas. 18 personas fueron absueltas, no sin antes confesar su culpabilidad. Cuatro años más tarde la Suprema Inquisición admitió las objeciones del inquisidor Salazar. Se reparó a las víctimas (a los fallecidos de poco les sirvió) y se ordenó que sus sambenitos no se expusieran en iglesia alguna, para que sus descendientes no fueran estigmatizados.

cueva1La sentencia tuvo una gran repercusión social, pero no fue muy diferente de lo que ocurría en Europa por aquel tiempo. En 1612 diez personas, incluida una niña de 11 años, fueron condenadas a muerte en Lancashire y el famoso cazador de brujos Matthew Hopkins llevó a la hoguera a más de 300 personas en Inglaterra, como afirma el antropólogo Carmelo Lisón Tolosana. Del mismo modo, según el hispanista francés Joseph Pérez, en Francia las ejecuciones se contaban por centenares. En cualquier caso, el proceso de las brujas de Zugarramurdi fue un hito en la persecución de la brujería en España.

Hoy, además de las célebres cuevas, el Museo de las Brujas de Zugarramurdi, construido donde estaba el viejo hospital, sirve para conocer lo que sucedió a principios del siglo XVII en esta localidad. Inaugurado en 2007 quiere perpetuar la memoria histórica y mostrar cómo era la vida cotidiana de aquellas gentes. Un espacio donde se rompe con la imagen folklórica de las brujas, sin obviar la leyenda, la mitología y las fiestas o ritos paganos entroncados con hábitos arraigados en la medicina popular. Un consejo, si viajan a esta zona no conviene perderse las Cuevas de Urdax, de una gran belleza geológica y próximas a Zugarramurdi. Aquí que se sepa no hubo brujas… o quizá sí.


Fotografías: Francisco J. Castañón

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