abril de 2024 - VIII Año

Biblioteca Amazónica de Iquitos (Perú): el fuego del abandono

Nuestro colaborador en Perú, Juanjo Fernández, escribe sobre lo sucedido en el incendio de la Biblioteca Amazónica de Iquitos (Perú)

Coches de bomberos en un momento del incendio

Lima, 19 de octubre de 2022.-

El pasado 7 de octubre un conato de incendio en la Biblioteca Amazónica encendió todas las alarmas en torno a la situación del que es el segundo repositorio bibliográfico especializado en la Amazonía más imporante en el mundo.

El escueto comunicado, emitido desde la Biblioteca en la página del Vicariato de Iquitos, explicaba que el fuego “inició y afectó la sala Navarro Cauper que había sido destinada a la digitalización de sus fondos. Se quemaron dos mesas con todos los equipos destinados a ese proceso. No así el resto de muebles y equipos de esa misma sala. Con la intervención de los bomberos, se humedecieron algunos archivos fotográficos que estamos tratando de recuperar con la asesoría de expertos de la Biblioteca Nacional.” Doce días después, a través del mismo canal, Monseñor Miguel Ángel Cadenas, obispo de Iquitos, publicaba un nuevo comunicado en el que agradecía tanto la preocupación de las personas que se interesaron por el caso en todo el mundo, como la de las que se prestaron a trabajar voluntariamente en la restauración de los espacios y bienes afectados por los efectos del incendio.

El fuego ha hablado de nuevo en Iquitos, una ciudad en la que el lenguaje de las llamas es habitual. En este caso ha sido un desafortunado accidente con origen en la instalación eléctrica, pero el humo y el hollín ha dejado un mensaje claro sobre las paredes y los lomos de los libros que no ardieron. Ese mensaje decía: cuidadme, prestadme atención, estoy aquí y agonizo en el olvido y el abandono.

Un momento tras el incendio

Cuando el pasado 23 de mayo la antropóloga Sidney Silvestrein y la profesora de literaura, Amanda Smith, ambas de la Universidad de California, se presentaron en la feria del libro para exponer el plan de recuperación y preservación de las colecciones de la Biblioteca Amazónica a través de la digitalización de los archivos, poco se imaginarían que dicho plan ha podido constituir el fin de todos ellos. Las chispas dejan una primera lección, la biblioteca necesita ser reforzada con personal y recursos en todas las áreas, desde bibliotecarios a personal de limpieza, y para eso hay que trabajar en la búsqueda de financiación permanente y no conformarse con la aprobación de proyectos anuales externos por buenos que estos sean. La digitalización de archivos debería ser una tarea permanente en un espacio especifico y adecuado bajo la dirección de la propia biblioteca.

Otro apunte se podría imaginar grafitado en paredes y techos: la Biblioteca Amazónica es un tesoro de carácter universal hibernando en la torridez tropical. Las labores de recuperación de las fotografías y materiales afectadas por el agua de los bomberos y la limpieza de paredes, techos y libros cargadas de hollín han evidenciado otra suciedad cuyo origen hay que buscarlo en la acumulación del tiempo sin mantenimiento y la falta de recursos. La historia viene de antiguo y las circunstancias del covid no hicieron más que consolidar la falta de atención sobre la institución.

Es oportuno recordar como el 5 de noviembre de 2010, un comunicado de la dirección de la Biblioteca daba inicio a la campaña “Salvemos a la Biblioteca Amazónica”. En aquel entonces se denuciaba la falta de ingreso de la dotación económica que el Gobierno Regional venía aportando, 2,500 soles mensuales, con los que se pagaban los servicios de agua, luz, teléfono, artículos de primera necesidad y personal. La biblioteca cerró por un año y se dieron de baja los servicios de teléfono e internet, así como se prescindió de tres de los trabajadores de la biblioteca. En la actualidad, la biblioteca solo abre en horario de 3 a 7 de la tarde y cuenta con dos trabajadores. La pregunta vuelve a escribirse sola ¿un tesoro universal como es la biblioteca no tiene capacidad para encontrar fondos que la haga despertar de su letargo?

No es momento de hacer mayores análisis de todo lo que se ha hecho mal, lo que no se ha hecho o no se ha pensado, mejor es recordar en que consiste el tesoro que estuvo a punto de perderse y por el que hay que empezar a trabajar para que la Biblioteca Amazónica pueda brillar como su homóloga de Manaos. En 1973 encontramos la semilla de la Biblioteca Amazónica que se constituye con los aportes de las biblioteca personales de los sacerdotes Valentín García, Agustín Alcalá y Jesús San Román. En tan solo diez años se logró que la colección sobre temática amazónica fuera la más rica del Perú. A las primeras aportaciones de los tres sacerdotes se sumaron las del padre jesuita Jaime Reagan, el etnohistoriador brasileño Carlos Araújo Moreira Neto, el étnologo italiano-peruano Stefano Varese, el periodista Luis Alfonso Navarro Cauper, la doctora Ana María Seiler Baldinger y la bibliotecóloga Pilar Ruíz. A todo ello hay que sumar todo lo publicado desde el CETA (Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía) fundada por el agustino Joaquín García un año antes, en 1972, destacando Monumenta Amazónica, los 45 tomos que desde 1984 vienen recopilando todo lo publicado sobre y desde la Amazonía desde el s. XVI; un proyecto que lleva la firma del padre Joaquín y que aún podría tener mucha vida por delante vinculado a la Biblioteca Amazónica.

Una imágen posterior al incendio

La última donación recibida ha sido la de la biblioteca del antropólogo Jorge Gasché, fallecido en abril de 2020, y que aún está por terminar de catalogar. Entre los libros que habitan los anaqueles de la Biblioteca Amazónica destacan joyas como “Viaje al Ecuador” de Charles-Marie de la Condamine de 1752 o “El Perú” de Antonio Raimondi de 1874. A los libros hay que sumar más de 3000 fotografías, placas en vidrio de Cesareo Mosquera, álbumes de fotografías de distintas familias iquiteñas, ejemplares de los diarios Eco y Razón entre 1928 y 1956 así como fondos hemerográficos de la ciudad hasta la actualidad, facsímiles, 200 cartas geográficas y planos de ciudades de los ocho países de la cuenca amazónica.

En 2010  Sofía Herrera escribía: “como Directora, la impotencia me embarga al ver que sin recursos no podemos brindar un servicio de calidad a nuestros lectores y como Iquiteña orgullosa de preservar el pasado de mi ciudad, me duele pensar el momento en que el padre Joaquín García ya no esté con nosotros…” En aquel momento la amenaza era la falta de recursos económicos. Hace menos de dos semanas el lamento de Sofía pudo haber sido tristemente confirmado.

Sin embargo, el fuego ha sido benevolo y puede verse como una oportunidad si entendemos que ha venido a dejarnos un mensaje que nos ponga a trabajar a todos los que creemos en la Biblioteca Amazónica, a cada uno desde su posibilidad y responsabilidad. Se deben buscar las fórmulas adecuadas que permitan la obtención de recursos permanentes para convertir a la Biblioteca Amazónica en un polo del que emane la cultura. Que esta cultura sirva para el enriquecimiento de la ciudad de Iquitos y sus habitantes desde el punto de vista del conocimiento y las sensibilidades creativas e incluso como un atractivo que atraiga turismo y contribuya a dinamizar la economía de la ciudad.

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Archivo Entreletras

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