Entre los años 1859 y 1861 se produce la Unificación de Italia, proceso histórico también denominado Risorgimento y que supuso la unificación de los diversos estados en los que estaba dividida la península itálica. Este hecho hunde sus raíces en el nacionalismo procedente de la Revolución francesa, potenciado por el Congreso de Viena y la expansión de las ideas ilustradas, diseminadas por Europa, no solo por las tropas napoleónicas, sino también por la implantación de modelos administrativos que supusieron una ruptura con la organización propia del Antiguo Régimen.
Siguiendo la aportación didáctica realizada por Eduardo Montagut Contreras, la Unificación constituyó un complejo proceso en el que se entrelazaron el nacionalismo decimonónico, agentes políticos rectores (tanto a favor como en contra), elementos externos con sus respectivos intereses (Austria y Francia) y diferencias socioeconómicas propias del Antiguo Régimen y del nuevo proceso modernizador e industrial. Junto a todo ello, también se encontraba un problema específico: la relación con la Iglesia en el contexto de la creación de un nuevo Estado.
Con anterioridad a la unificación, se ha considerado una Italia como «expresión geográfica», sustrato para el nuevo proceso unificador en donde los «sentimientos colectivos siempre presentes en este tipo de procesos históricos» tuvieron importancia, pero no constituyeron el principio rector del proceso.
No debemos olvidar que «poco a poco, se fue generando un sentimiento que fue conformando el nacionalismo en el ámbito de los sentimientos». Así, destacamos en literatura autores como Alessandro Manzoni (Los novios), Silvio Pellico (Mis prisiones) y en la redacción de textos de naturaleza histórica, Cesare Cantù.
Es llegado a este punto donde nos centraremos en la importancia de la música en el proceso unificador, unida a la íntima relación con los citados sentimientos colectivos y donde abordemos los momentos previos al proceso político.
En 1815, el panorama musical italiano se encontraba en un momento de cambio generacional con diversos autores en diferentes puntos de su evolución creativa y vital:
a) Destacan dos músicos en el final de su trayectoria. El primero era Antonio Salieri, compositor de música sacra, clásica y ópera; se encontraba en un progresivo declive físico y mental tras sus años de éxitos por toda Europa. El segundo, Giovanni Paisiello, autor de más de cien óperas y destacado músico de la segunda mitad del XVIII, también se encontraba en el final de su vida.
b) Iniciando sus carreras, destacan tres músicos que llegarían a constituir pilares básicos del bel canto: Vincenzo Bellini, Gaetano Donizetti y Gioachino Rossini.
c) A pesar del importante número de músicos italianos, la música operística italiana en 1815 se encontraba debilitada y solo Carlo Coccia parecía resaltar en ese momento con óperas semiserias al estilo de las de Giovanni Paisiello. A la larga, sería eclipsado por Rossini, pero en 1815 estrenó Clotilde, ópera que serviría de modelo para los coros de futuras composiciones y que Verdi llevaría a su máxima expresión.
La música empezaba a jugar un papel de apoyo a las tendencias unificadoras, siendo para Giuseppe Mazzini, ideólogo de la Unificación, un instrumento clave para conseguir una Italia unificada. Mazzini propuso un modelo de nacionalismo progresista y republicano en donde la unificación debería producirse con un levantamiento del pueblo italiano, principal protagonista, de ahí su esfuerzo en organizaciones como la Joven Italia, creada por él. En definitiva, dicho Estado nacería con una naturaleza democrática y republicana a partir de un levantamiento popular.
Sus palabras parecen un preludio del músico que el Risorgimento necesitaba y llegaría en la persona de Giuseppe Verdi: «Espero la llegada inmediata de un joven que sea desconocido, pero que dé la cara, se sienta inspirado a escribir una nueva ópera mientras lee estas palabras mías. Solo así llegará una nueva era».
