marzo de 2024 - VIII Año

El compromiso democrático de John Dewey

La enseñanza debe ser por la acción.
La educación es la vida; la escuela es la sociedad.
John Dewey (1859-1952)

johndewey1Vivimos tiempos difíciles. Quizás no ha habido ninguno fácil. En los momentos actuales, sin embargo, no pocas certezas parecen derrumbarse. Hemos comprendido dolorosamente que libertades y derechos logrados, con mucho esfuerzo, a lo largo de décadas retroceden… en medio de la indiferencia general. El propio concepto de democracia se está vaciando de contenido y ya hay quienes de forma expresa la ponen en entredicho. Da la impresión de que se abre paso la ley del más fuerte y que muchos derechos y libertades están siendo arrumbados. El miedo se está incrustando en las entrañas de las sociedades y padecemos una inseguridad paralizante ante el futuro que nos tiene aturdidos y parece avocarnos a una sumisión y a una falta de reacción que hace crecerse a los totalitarismos liberticidas que no hacen más que crecer y extenderse.

En estas condiciones me parece, no solamente útil sino necesario, volver la vista atrás y analizar el pensamiento de hombres y mujeres que han defendido con entereza las libertades, derechos y principios democráticos.

De las cosas importantes de las que hemos de ocuparnos, tal vez la defensa de la democracia como sistema, sea uno de los aspectos cruciales de estos momentos convulsos y de estos meses llenos de incertidumbre, donde los nubarrones amenazantes están a punto de descargar, con fuerza, su contenido venenoso contra nosotros. Estos nubarrones pueden llamarse Trump, Salvini, Bolsonaro, Le Pen o Viktor Orbán y otros de su calaña. Sus efectos ya empiezan a aterirnos de frío y a anunciar nuevas descargas, nuevos retrocesos a la causa de la dignidad y de los derechos humanos.

Apuntaré ahora una serie de motivos para leer, pensar y tener en cuenta la herencia democrática, cultural, pedagógica, filosófica y científica de John Dewey. Defendió, con rigor, la necesidad de superar los obstáculos entre lo que hay y lo que se proyecta para acercar las acciones a los fines perseguidos. Fue inequívocamente progresista, destacando sus planteamientos solidarios en materia de política internacional y sus tesis de economía social.

Es imprescindible pensar y repensar el lenguaje. Con un mismo término se puede hacer referencia a realidades muy distintas y si no se tiene especial cuidado, da lugar a confusiones que algunos aprovechan interesadamente, en época de las ‘fake news’ y manipulación informativa generalizada.

dewey5Dewey vincula libertad a ‘iniciativa intelectual, invención juiciosa, capacidad para predecir resultados y habilidad para adaptarse a los cambios y evolucionar’, a la par que van modificándose las circunstancias exteriores. De ahí, que sea esencial educar para la vida futura, procurando que el niño o la niña adquiera un dominio o control sobre sí mismo y se prepare para hacer un uso social de sus capacidades.

Un concepto que siempre me ha llamado la atención es el de considerar a la institución escolar como una ‘comunidad embrionaria’ de enorme importancia para fortalecer una sociedad democrática. Su idea repetida en numerosas ocasiones es nítida a este respecto: ‘la escuela es el factor democrático por excelencia’.

Estas ideas y otras similares, conforman lo que se dio en llamar –progresismo pedagógico-. Quizás pueda sintetizar esta orientación su convencimiento de que solamente es posible alcanzar una democracia plena a través de la educación.

Me parece de igual forma relevante su afán por huir de conceptos metafísicos, huecos e inservibles y aspirar a unir pensamiento y acción, es decir, teoría y práctica basándose en contenidos científicos de raíz empírica.

En estos tiempos de retroceso me parece relevante señalar que mantuvo una actitud de inequívoco apoyo a la igualdad de la mujer, mostrándose partidario del derecho al voto, cuando tantos países –entre ellos los europeos- se negaban a conceder este esencial derecho democrático. Son también dignos de tener en cuenta, su apoyo al sindicalismo docente, cuando corren ideas disolventes y reaccionarias, contra todo tipo de sindicalismo, o la ayuda valiente y desinteresada a los exiliados de regímenes totalitarios.

Antes de proseguir enunciando los caminos que contribuyó a abrir y su compromiso con causas solidarias y justas, quisiera exponer que a más de un siglo de distancia sus obras Escuela y Sociedad y Democracia y Educación contienen suficientes elementos para extraer de ellas ideas validas, ‘aquí y ahora’, y que su importancia excede, en mucho, la de textos fundamentales pertenecientes a una época pasada. No es, en modo alguno, una lectura historicista la que debe de hacerse de sus propuestas.

La vigencia de determinados enfoques deweyanos todavía muestra que su influencia sigue viva y operativa en algunas destacadas corrientes pedagógicas de contenido renovador en este siglo XXI.

Baste decir que es atacado con saña por sectores fundamentalistas que siguen viendo un peligro en sus teorías, ya que nunca ocultó su acuerdo con las ideas evolucionistas de Charles Darwin. No olvidemos que John Dewey fue quizás el filósofo estadounidense más descollante en la primera mitad del siglo XX y un representante destacado de la pedagogía más avanzada.

dewey4El hecho de que se haya vinculado a Dewey con la educación, no debe hacer olvidar que sus escritos sobre ética y democracia tienen, asimismo, un interés nada desdeñable. Piénsese, por ejemplo, en un trabajo Como problemas del hombre que data de 1946.

Es de destacar que en su juventud estuvo fascinado por el pensamiento de Hegel y que durante toda su vida le dio una importancia nuclear al método dialéctico. Planteaba abiertamente que ciencia y ética no debían enfrentarse. Su influencia ha sido patente en teóricos de la educación como William Heart Kilpatrick o María Montessori, entre otros muchos.

A lo largo de su dilatada trayectoria intelectual se interesó por una amplia gama de aspectos pero, siempre, con un enfoque sociológico y una orientación progresista.

Fue un investigador brillante, un pensador inconformista y solidario. Sostenía que era importante seleccionar y aprender a discriminar la información. Haríamos bien en tener en cuenta estas orientaciones.

Mientras otros están obsesionados con levantar muros, él sigue impertérrito, convertido en un vigía que desde su torre de pensamiento, escudriña el devenir de los acontecimientos despreciando visiones reaccionarias, supremacistas o de un historicismo hipócrita y falaz.

En su formación adquirió unos sólidos fundamentos psicológicos. Se doctoró con una tesis sobre La psicología de Kant, vertiente ésta que no ha merecido excesivo interés en la producción del pensador de Königsberg, no obstante, es una de las obras de Dewey por descubrir, pues contiene elementos de cierto interés.

Es probable que lo que le dé un aire más moderno y actual sea su convencimiento de que no hay certezas. Por consiguiente, hay que proseguir la búsqueda. Todo ha de estar sujeto a revisión y crítica. La realidad es un proceso cambiante y, por tanto, hay que adaptarse y actuar en medio de esas circunstancias teniendo en cuenta que quien no avanza queda estancado… o retrocede.

John Dewey, en no pocos aspectos, fue un innovador. Hace años, entre nosotros, se hablaba mucho del denominado ‘método de casos’. Sus investigaciones se basan en la acción y la experimentación, que se inscriben dentro de un cierto experimentalismo. No es momento de extenderme en su ‘metodología de los proyectos’ que ha sido señalada por algunos como una cima de la pedagogía avanzada y, sobre todo, de cómo pensar y cómo actuar en equipo, aunque él mismo ponga de manifiesto que no cree en los métodos cerrados sino que hay que innovar y renovar, también, en lo concerniente a la metodología.

dewey3Me llama poderosamente la atención su idea ‘de que el fin esencial de la educación, no es otro que permitir que las personas continúen educándose’. Se trata, por tanto, de lograr que el ciudadano consciente, esté capacitado para hacer y entender cosas mañana, que no le es posible asimilar hoy. En definitiva, el fin de la educación consiste en seguir educando y educándonos. No olvidemos que para Dewey la educación es un instrumento de transformación y una forma de contribuir a una vida social más justa y equitativa.

En su concepción, la democracia no es tanto un asunto institucional como una forma de vida en común (asociada), que se va construyendo con la acción participativa y colaborativa de todos. Para él, la democracia es un proceso que debe buscar la liberación de la inteligencia y la justicia. Naturalmente, debe basarse en la razón y en un empleo sistemático del método científico.

Sólo de la experiencia provendrá la comprensión del mundo, en la que ha de jugar un papel destacado, un uso certero y riguroso del lenguaje. Por tanto, su objetivo primordial es articular e incentivar el desarrollo de una ciudadanía plena.

No es ocioso añadir –lamentando que se queden tantas cosas en el tintero- que sigue la estela de filósofos, pensadores, educadores y científicos como J.J. Rousseau, Johann Heinrich Pestalozzi y, también, Hegel, Darwin o Thomas Henry Huxley.

Hoy, frente a las amenazas que se ciernen sobre las democracias y las teorías que pretenden convertir la educación en una mera capacitación acrítica para desempeñar funciones mecánicas, sin cuestionarse muchos por qués y no pocos cómos, cobra una singular importancia recordar aportaciones como la de Dewey, que entendía la educación como un método para contribuir a fortalecer sociedades abiertas y democráticas, donde las personas puedan formarse, experimentando y siendo conscientes de sus deberes como ciudadanos.

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