mayo de 2024 - VIII Año

María de la O Lejárraga: El feminismo se hace literatura y teatro (I)

Lejarraga por Julio Romero de Torres

Nacida en 1874, en San Millán de la Cogolla, la Rioja, es conocida sobre todo como escritora (aunque hasta hace poco tiempo su marido figuraba como autor de muchas de sus obras). También hay que destacar, además, su perfil político.

La infancia de María se desarrolla en Madrid, donde se traslada con solo cuatro años. De familia acomodada y padre cirujano, su madre le facilitó una exquisita educación francesa. Estudió en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer donde tomó contacto con las ideas pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza. Terminó estudios de Comercio en 1891, convirtiéndose en profesora de inglés para la Escuela de Institutrices y Comercio. Finalizó sus estudios de magisterio en la Escuela Normal de Madrid. Siendo estudiante, en 1892, con dieciocho años, acudió al Congreso Pedagógico Hispanoamericano en el Ateneo de Madrid, donde apoyó los postulados educativos de Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal que defendían la necesidad de la coeducación, frente a los postulados segregadores por sexo que sostenía la Iglesia.

Martínez Sierra por Vázquez Díaz

Su primer trabajo fue ejercer como maestra entre 1897 y 1907, la salida profesional más común de un gran número de mujeres de la época para poder emanciparse. En 1905 viajó a Bélgica con una beca, que le permitió conocer los sistemas educativos de este país y su estructura social, lo que influiría considerablemente en su vida. Poco después abandonaría el magisterio para dedicarse plenamente a la literatura. En 1899 publicó su primera obra Cuentos breves, que fue publicada bajo seudónimo, algo que repetiría muchas veces en su vida. En 1900 se casa con Gregorio Martínez Sierra y empiezan ambos a publicar en la revista Vida Moderna, así como a colaborar con Juan Ramón Jiménez en las revistas del modernismo poético Helios y Renacimiento, ambas de vida breve, pero que les pone en contacto con casi todos los principales escritores de la época. Lejárraga asume en la revista el papel de traductora de inglés y francés de las obras que se publican. Se la considera por ejemplo responsable de la primera traducción al castellano del ensayo de Edgar Allan Poe Filosofía de la composición.

Estrena su obra de teatro Canción de cuna en 1911, que recibe el premio de la RAE a la mejor obra en la temporada 1910-1911; posteriormente, tendría nada menos que cinco versiones cinematográficas. Se forja entonces entre la pareja una intensa complicidad teatral con giras al extranjero, tanto por Europa como por América. Y, en Madrid, donde estrenaban sus obras como empresarios en El Teatro Lara. También participó en los libretos de destacados autores de la época como Marquina y Arniches. Escribió sus piezas más comprometidas y experimentales entre 1925 y 1930. Su teatro es pedagógico y crítico con el amor idealizado. Algunas tienen como eje un triángulo amoroso; así, por ejemplo, Mujer (1925), La hora del diablo (1926), Triángulo (1929) y Sortilegio (1930). María Lejárraga llegó a escribir a lo largo de su vida más de noventa títulos. En 1931 su marido la abandona para establecerse en EE. UU con otra pareja, la actriz Catalina Bárcenas. Aunque apareciera como único autor en muchas de sus obras, el verdadero papel de Martínez Sierra fue sobre todo la gestión teatral y las relaciones públicas. Hoy se sabe que la relación simbiótica que había entre ambos partía de un diseño inicial común, pero era ella quien se encargaba del proceso de escritura final, que revisaban juntos. Probablemente, el marido, como director de escena, sería el responsable de los ensayos. Parece ser que el papel de ella fue haciéndose cada vez mayor.

Con Manuel de Falla mantuvo una intensa colaboración desde 1913. Sus frutos más destacados combinando teatro, música y danza fueron El amor brujo, que representa el alma gitana, y El sombrero de tres picos, basado en la novela de Alarcón. Posteriormente, dado su éxito, Julio Romero de Torres la retrató en 1928. La vinculación de María Lejárraga con Granada fue siempre estrecha, especialmente desde que escribiera, en los primeros años del siglo, su libro Granada, guía emocional.

Como activa feminista en 1916 publicó Cartas a las mujeres de España donde defiende con sinceridad, emoción y amenidad sus derechos y sus deberes, animándolas a desarrollar una vida en plenitud, liberadas del encierro doméstico. Y, en 1917, escribe Feminismo, feminidad y españolismo que recopila sus colaboraciones en Blanco y Negro en la sección «La mujer moderna”. En 1917 participó en la creación de la Unión de Mujeres de España, UME, y en 1920 viajó a Ginebra como delegada de España al VIII Congreso de la International Woman Suffrage Alliance, IWSA. Fue miembro de la Sociedad Española de Abolicionismo, en contra de la reglamentación de los prostíbulos. En 1926 participó en la fundación del Lyceum Club, junto a destacadas feministas como Victoria Kent, Elena Fortún y Zenobia Camprubí. Forma, en 1932, la Asociación Femenina de Educación Cívica (la Cívica) para fomentar la cultura en la mujer de clase media y crear conciencia ciudadana. Paradójicamente, a veces su marido pronunciaba los discursos feministas que ella escribía. En 1931 sostuvo una intensa actividad en el Ateneo como conferenciante, proponiendo la unión de las distintas asociaciones feministas y de las autoras teatrales. Mantuvo contactos con García Lorca en el Club Anfístora al que ambos pertenecían.

Su faceta directamente política, más desconocida, comienza en 1931 cuando se afilia al Partido Socialista, y es elegida en la lista del PSOE diputada a Cortes por Granada en 1933, avalada por Fernando de los Ríos. Su trabajo como socialista en Andalucía lo cuenta en 1952 desde el exilio, en Una mujer por los caminos de España. Con motivo de la revolución de octubre de 1934, destaca por su papel en la defensa de los presos, para lo que realiza una intensa campaña en el extranjero, en el marco de la Federación Sindical Internacional y la Internacional Socialista, junto con las parlamentarias socialistas Veneranda Manzano y Matilde de la Torre, y con la futura diputada del PCE Dolores Ibárruri. Forma parte de la comisión de Instrucción Pública del Parlamento desde enero de 1934 a enero de 1936.

Participó activamente en actos del Socorro Rojo Internacional, SRI, junto con Lorca y Alberti, destacando los realizados en el Ateneo y en la Casa del Pueblo de Madrid; pero en las elecciones de 1936 no resultó reelegida. Al principio de la guerra civil sirvió en un hospital de sangre. Pero siempre mantuvo una importante actividad internacional y, así, fue delegada suplente en la Sociedad de Naciones en septiembre de 1936. Organizó el pago de indemnizaciones a las familias de los heridos como resultado del conflicto. Fue en nombre de la República agregada comercial en Berna (Suiza) y miembro de la delegación española en la Conferencia Internacional de la OIT en 1937. En mayo de 1937 fue nombrada secretaria de la delegación gubernamental española en la XXIII conferencia de la Oficina Internacional de Trabajo. Dada la situación de la guerra se trasladó a Niza, Francia, desde donde inició su largo periplo en el exilio. Acabó prácticamente ciega, lo que le dificultó la actividad política y teatral.

En un segundo artículo desarrollaremos su actividad en el exilio y el tardío reconocimiento a su labor en la actualidad.

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