marzo de 2024 - VIII Año

La Escuela Nueva y el centenario de Ruskin

ruskinJohn RuskinEl inicio del conocimiento de John Ruskin en España comenzó gracias a Unamuno, pero también a través de algunas traducciones de sus obras entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. En relación con el ámbito socialista cabría mencionar la traducción de Sesame and Lilies de 1907, realizada por Julián Besteiro, aunque todavía no perteneciera al PSOE. También habría que destacar las crónicas y los trabajos de investigación de Pedro Corominas, Maragall, Altamira y Adolfo Posada, entre otros. En este sentido, nos parece interesante reseñar, en el marco de nuestro artículo, la valoración que realizó Posada en su libro Idea a Ideales (1903) sobre las opiniones de Ruskin acerca de la alineación del trabajador industrial. Por fin, el propio Posada dedicaría un capítulo de su libro Socialismo y reforma social (1904) a Ruskin como reformador social.

Pues bien, la Escuela Nueva se interesó por Ruskin, organizando en febrero de 1919 un ciclo de conferencias para conmemorar el centenario de su nacimiento. Precisamente, ahora que se cumple el bicentenario nos acercamos a esta iniciativa de una de las instituciones educativas y culturales más interesantes del socialismo español.

La Escuela Nueva fue fundada por Manuel Núñez de Arenas en el año 1910 como un centro educativo y cultural con dos objetivos: difundir la Historia del socialismo, y proporcionar formación básica y profesional a los trabajadores, habida cuenta de las lagunas del sistema educativo español del momento, porque, además, tampoco los movimientos de renovación pedagógica se habían interesado especialmente por los obreros, y frente a la apuesta clara de los anarquistas por la educación, que habían adquirido un claro protagonismo hasta el momento, a pesar del trabajo cultural y educativo innegable que se desarrollaba en las Casas del Pueblo. En esta Escuela impartieron clase o fomentaron actividades culturales intelectuales muy relevantes como Jaime Vera, A. Ovejero, María de Maeztu, Cossío, Azaña, García Morente, Besteiro, Fernando de los Ríos, Rivas Cherif, etc.

Hasta el año 1915, cuando se celebró el X Congreso del PSOE, la Escuela había luchado por definirse como un proyecto cultural y educativo propio del socialismo español, pero fue criticada por algunos, acusándola de ser un ejemplo de fabianismo inglés, un movimiento político y económico inglés, basado en los principios de la Sociedad Fabiana, fundada en 1884, y consistente en la defensa de un socialismo reformista y progresivo. La acusación tenía que ver con la presencia de profesores y oradores no socialistas. También se reprochaba a la Escuela que era más informativa que, realmente, formativa. En todo caso, desarrolló una intensa actividad educativa y cultural.

En principio, el ciclo de la Escuela Nueva constaba de tres conferencias. La primera sería impartida por Andrés Ovejero el día 12 de febrero sobre la vida de Ruskin. La segunda charla correría a cargo de María de Maeztu para el día 19 acerca de sus ideas sociales. Por fin, para el día 22 se había programado una conferencia sobre la sensibilidad de Ruskin, impartida por Juan de la Encina, es decir, Ricardo Gutiérrez Abascal. Pero la programación sufrió algún cambio de fechas, y no tenemos seguridad de que el acto de María de Maeztu, a pesar de ese cambio mencionado, se celebrara al final, porque no hemos encontrado rastro documental del acto. Las conferencias se celebraron en la sede de la Escuela Nueva, en la madrileña calle de Los Madrazo, número 14.

El catedrático de Teoría de la Literatura y de las Artes, miembro del Ateneo, de la Escuela Nueva, y que pertenecería al Comité Nacional del PSOE, además de ser elegido diputado en 1931, aunque terminara saliéndose del Partido avanzada la República, Andrés Ovejero, ofreció su conferencia partiendo de una división en tres etapas de la vida de Ruskin. La primera podría ser calificada de formación y duraría desde su nacimiento en 1819 hasta el año 1842. La madurez constituiría la segunda fase (1842-1860), y un período final, considerado por el conferenciante de’ocaso glorioso’.

Ovejero destacó que el padre de Ruskin era comerciante, pero honrado, apreciación llamativa, y del que nuestro protagonista habría aprendido a no mentir. De su madre destacaría su religiosidad y su amor a la soledad. Para Ovejero, las primeras lecciones de estética y moral que aprendería nuestro protagonista tendrían que ver, en definitiva, tanto con el carácter recto de su padre, como con la religiosidad de su madre, pero también influirían en él los lagos y las montañas de Escocia. La educación de Ruskin sería lo más interesante de su vida, siempre según para el orador. Leyó a Walter Scott, a Shakespeare, a Cervantes; en conclusión, una literatura nacional pero también la que le podía contener o neutralizar los’excesos románticos’.

Ruskin estudió en Oxford, aunque en su madurez reconocería que no debía nada a esta Universidad, porque para Ovejero su Universidad fue la naturaleza, y los Alpes los que le despertarían la sensibilidad. En este sentido, el conferenciante citó a Williams Morris, considerado uno de sus discípulos, y cómo bien sabemos, uno de los socialistas más preocupados por la estética, cuando afirmó que había que saber encontrar la naturaleza y el arte en todo, porque quien no sabía emocionarse ante una ermita de un pueblo nunca se conmovería sinceramente ante una catedral gótica. Terminó esta etapa con alusiones a los primeros viajes de Ruskin a Italia, y que no le producirían emociones algunas, como también las encontraría ante los cuadros de los grandes maestros.

Ovejero abordó la segunda parte de la vida de Ruskin, centrándose en su defensa de los prerrafaelitas frente al gusto académico.

ovejeroAndrés OvejeroPero en la parte que más tiempo ocupó de su conferencia sería al tercer período de su vida, dedicado a una obra eminentemente social. El interés era evidente dentro del contexto del ciclo de conferencias, una escuela socialista. En este sentido, la primera virtud que apuntó sería el amor al trabajo de Ruskin, y después la consideración de que ‘un espíritu superior’ tenía la obligación de contactar con las masas que sufrían. Impartió clase en una escuela obrera, montó una imprenta, e inició su acción en la estética que tanta huella dejaría en la educación inglesa. Ovejero contrapuso el gusto de Goethe con el de Ruskin, aludiendo a la inclinación del segundo por la miseria.

Ovejero leyó textos de Ruskin en su conferencia, especialmente sobre las enseñanzas no seguidas o aprendidas de la experiencia de la Comuna, además de la idea de que los verdaderos ladrones no eran los comunards sino los capitalistas.

También explicó a los asistentes la experiencia fallida de la Sociedad de San Jorge, pero que dejó semillas continuadas por Morris en la renovación del arte decorativo.

En conclusión, Ruskin había amado las artes, la escultura y la pintura, pero según Ovejero para el esteta británico el mejor arte de la escultura era el que se podía hacer moldeando el corazón de los hombres, y la mejor pintura eran las’frescas rosas de la salud’ sobre las mejillas de las jóvenes.

El crítico de arte, escritor y luego también museólogo, conocido como Juan de la Encina, disertó sobre la sensibilidad de Ruskin, y acerca de su sentimiento moral y religioso. Ruskin habría desarrollado un sentido religioso de la naturaleza, al ser expresión de la idea divina. En ese sentido, sus descripciones de las bellezas naturales solían terminar con un versículo. Además, en la naturaleza buscaba la existencia de la ley moral.

Así pues, el artista era concebido por el británico como un revelador de la’hermosura divina’. Al artista había que exigirle más que el realismo una’humildad reverente’. Ruskin descubría en todo el arte la manifestación de la espiritualidad. Pero el arte superior era la sociedad.

Juan de la Encina terminó aludiendo a que Ruskin había combatido el maquinismo de la Revolución industrial inglesa, pero su protesta no provenía, realmente, de un socialista, sino de un conservador. Ruskin prefería a los artesanos antiguos, de ahí su defensa de los primitivos italianos.

Hemos consultado los siguientes números de El Socialista: 3473, 3476, 3490 y 3498, de 1919. También podemos acudir al libro de Lily Litvak, España 1900. Modernismo, anarquismo y fin de siglo, con prólogo de Giovanni Allegra, Madrid, Anthropos, 1990, págs. 70-71. Por fin, sobre la Escuela Nueva es muy recomendable el trabajo de Alejandro Tiana,’La Escuela Nueva’, en el Catálogo de la Exposición sobre la Casa del Pueblo de Madrid, y que podemos consultar fácilmente en la red.

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Archivo Entreletras

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