marzo de 2024 - VIII Año

Saramago describe el extraño viaje del elefante Salomón

2022 – Centenario del nacimiento de José Saramago

Muchas son las perspectivas y puntos de vista desde las que puede analizarse el viaje. De hecho, forma parte de la mejor tradición literaria occidental. Tengamos presente que La Odisea, aunque es mucho más, narra el retorno de Ulises, tras la guerra de Troya, a Ítaca.

Ha habido, a lo largo de la Historia, viajeros como el veneciano Marco Polo, que nos han legado las experiencias extraídas de su contacto con otros pueblos y otras culturas. Tienen que ver, igualmente, con los viajes Las Crónicas de Indias que, en cierto modo, inauguran la antropología española y que describen los primeros contactos con un mundo diferente, una fauna y una flora desconocida para los autores de los relatos, así como las costumbres de los pueblos indígenas.

¿Por qué se emprende un viaje? Por curiosidad, por conocer tierras, hombres y costumbres diferentes a las nuestras… y por un firme deseo de ampliar nuestro horizonte vital.

Todo viaje posee un algo iniciático. No solo se viaja hacia fuera sino al interior de nosotros mismos. Tal vez, por eso, todos sentimos una inclinación mágica hacia los viajes, tal y como nos han mostrado páginas excelentes del llamado realismo mágico… incluso existe todo un género literario que se encarga de dar testimonio de cómo se han vivido, experimentado y recepcionado los viajes en cada momento histórico. Es difícil ser original mas, un creador dotado de una imaginación tan fértil como José Saramago, lo logra con creces.

Voy a realizar unas reflexiones sobre El viaje del Elefante, que tratándose de un escritor de la habilidad, rigor intelectual y sentido de la existencia del nobel portugués, acaba por convertirse en una exposición humanista sobre el ser humano, sobre sus cualidades y debilidades. Consigue además, con creces, con esta obra (aparecida en el 2009), a la que podemos considerar un cuento largo, una novela e incluso una exposición ensayística de una originalidad portentosa.

Las obras de Saramago tienen –como se puede apreciar en una relectura- significados, sugerencias y planteamientos que quizás se nos escapen al enfrentarnos por primera vez al texto.

Saramago huye conscientemente, de toda banalización. El viaje que narra tiene su origen en un hecho histórico, que a simple vista, parece inverosímil y que supo retener en su memoria. El resultado es un texto apasionante, detallista, culto… y que va dando pistas al lector para que a través de la narración extraiga sus propias conclusiones y haga las valoraciones pertinentes. No suele desaprovechar la ocasión de hacer pedagogía de sus convicciones mas, con una sutileza y elegancia que el lector agradece.

Un rey portugués, concretamente Juan III, quiere obsequiar a su primo Maximiliano, Archiduque de Austria, con un regalo extremadamente original y novedoso,  un elefante. Esos son los elementos básicos con los que José Saramago  empieza a poner en pie el andamiaje del viaje que tiene algo de irreal, algo de metafórico sin perder de vista una pasión rabiosamente humana.

Se forma una extraña, cautivadora y pintoresca caravana. El elefante, llamado Salomón, es de origen asiático  y va a emprender un largo periplo.

El viaje es largo y se presta a consideraciones, divagaciones, así como a reflexiones profundas que dan al conjunto del relato un aire épico.

Está ambientado en la época renacentista, en el siglo XVI, por tanto la comitiva  y cuanto a ella se asocia,  va atravesando países, regiones y ciudades de lo que podríamos denominar el Renacimiento tardío.

Saramago casi al final de su vida, cuando escribe El viaje del Elefante, es plenamente consciente de que formular preguntas y dejarlas en el aire es una buena forma de interesar a los lectores. Hay preguntas que no tienen respuesta o lo que es casi igual, en cada época histórica tienen una distinta. La encrucijada de la comunicación es compleja más, Saramago sabe moverse con una agilidad enorme en esos terrenos tan fronterizos dando rienda suelta a su imaginación.

El viaje del elefante Salomón no es propiamente una epopeya. En ocasiones da la impresión de estar contemplado y analizado bajo el prisma de un suceso extraordinario. El auxilio de la imaginación es sencillamente determinante. Llena los vacios inquietantes que se van presentando en el camino. En su madurez, José de Sousa Saramago sigue siendo un espíritu burlón… y no le hubiera importado, en este caso, adoptar la máscara de un bardo itinerante, con las suelas gastadas por el polvo de los caminos.

El exilio es, las más de las veces, nostalgia. La nostalgia conmueve, pero también conforta y guarda en su memoria etapas o paraísos perdidos. No duda en recurrir a paradojas porque dan mucho juego y, a veces, a través de ellas descubrimos lo que de otra forma se nos hubiera escapado, por ejemplo, las vinculaciones estrechas que enlazan imaginación con realidad.

La época que nos ha tocado vivir tiende al pesimismo. Es una fase donde vemos derrumbarse algunas de las realizaciones y sueños de décadas pasadas. Es más, el mundo se va convirtiendo en una ‘olla podrida’. La fortaleza que da la tolerancia y el respeto hacia otras culturas y otras formas de ver la vida, la vamos abandonando, al tiempo que vemos crecer el miedo al diferente y los fanatismos excluyentes. Saramago es lúcido y acierta a captar y plasmar esas meditaciones. Va dejando caer sus reflexiones, formulándolas  unas veces abiertamente y otras, de un modo un tanto críptico mas, sugerente, hondo y hermoso.

Quizás, uno de los aspectos que hemos de retener con más fuerza, es que hemos de mirar más allá de nosotros mismos. No hemos de vacilar en mantener una actitud firme y evitar que los estropicios que nos van saliendo al paso, nos arrastren. Hay momentos en la ruta del elefante de notable energía y fuerza para continuar la lucha o el camino, que viene a ser lo mismo.

Tras estas divagaciones que creo pertinentes, volvamos al texto. En las novelas de Saramago es harto frecuente que los valores humanos por excelencia, estén representados por hombres y mujeres del pueblo llano: artesanos, campesinos y, en general, personas vulnerables que no pertenecen a los núcleos dirigentes. Por tanto, no es de extrañar que Subhro, el hindú que cuida de Salomón, hable con una franqueza encomiable y ponga en entredicho, convenciones comúnmente aceptadas. Aguanta con firmeza y estoicismo las bajas temperaturas y las inclemencias que hacen mella en otros.

Sin embargo, lo más importante de Subhro son los comentarios y las reflexiones que desgrana en torno a la religión. Naturalmente, estas opiniones contrastan y, mucho, con las de otros viajeros. El hecho de que los hombres y las creencias sean tan diferentes es un motivo de riqueza. Lo que quiere transmitirnos el nobel portugués es de gran valor. Un noble o un siervo pueden decir tonterías mas, también sesudas verdades con independencia del papel social que jueguen. En definitiva, Saramago una vez más, hace guiños irónicos pero valiosos sobre la condición humana y sus contradicciones.

Va más allá y postula que la imaginación es de gran ayuda para proseguir el camino y vivir alerta. De cuando en cuando se permite bromas muy creativas, mas con retranca, como cuando formula que el Planeta Tierra sería mucho mejor de lo que es, si cada ser humano hiciera lo que cree que puede o debe hacer. Lo mismo podría decirse cuando ‘descubre’ que es semejante al elefante. Entre broma y broma, cuestiona abiertamente la ignorancia. Dice de ella que ‘nos afianza y asegura todos los falsos conocimientos que tenemos’.

Ya he apuntado que El viaje del Elefante puede adscribirse a diversos géneros. Me parece de relieve, sin embargo, que los pensamientos que contiene son de ‘auténtico calado’, atractivos y ayudan, no poco, al lector a introducirse en la atmósfera intelectual y vital de la novela. La vida es un camino, un trayecto o mejor aún, lo que nos va sucediendo y enriqueciendo mientras dura el itinerario.

Saramago –nunca o casi nunca- renuncia a la alegría. Subhro es jovial, inteligente e intuitivo y, con frecuencia, son ignorantes, tópicos y burdos los comentarios de quienes se consideran en posesión de la verdad y poderosos, sin embargo, el nobel portugués cuida mucho no incurrir en maniqueísmos. Por el contrario, salpica el discurrir de la caravana de anécdotas, cambios de impresiones y vivencias comunes.

Se ha dicho que El viaje del Elefante es un relato rectilíneo. No me lo parece. Al contrario, es muy eficaz el contraste entre un viaje en el que no tienen lugar grandes elementos de interés histórico y lo que podríamos calificar de estampas de la vida cotidiana. Esto permite al lector ‘adentrarse en la trama’, valorar los hechos y juzgar los lugares que se atraviesan y las diferentes respuestas de quienes en ellos habitan, desde diversos ángulos y puntos de vista.

Tiene momentos sencillamente conmovedores, como las pequeñas victorias morales, que de cuando en cuando, se obtienen en el camino. A veces, las descripciones son monótonas pero, justamente en esos instantes, deben ponerse en valor las reflexiones y comentarios que acompañan a la trama.

Saramago es uno de los creadores más libres que han existido. Es libre porque desprecia el boato, los protocolos y todo lo que suena a rígidos formalismos… y ama lo espontaneo, lo sencillo, lo auténtico.

A lo largo de las páginas del libro desfilan gentes diferentes, costumbres distintas así como, una visión de la existencia fresca, no contaminada y vital. Con el paso del tiempo, no obstante, lo que antes costaba aceptar, se acaba aceptando como parte de las exigencias que la realidad impone.

El autor de El viaje del Elefante  invita a que nos mantengamos alerta del peligro que las imposiciones arbitrarias, prejuicios religiosos y sobre todo, sentimientos nacionalistas excluyentes, traen consigo.

Se niega a dimitir de sus convicciones éticas y morales y, hace muy bien. Es humano hacer cálculos y evaluar comportamientos y acontecimientos, mas nunca conviene deslizarse, irreflexiva y acríticamente por la senda que nos ha sido impuesta. No hay que admitir ni dar carta de naturaleza a las injusticias. La solidaridad curte y saca lo mejor que llevamos dentro.

El propio Saramago nos ha legado un comentario, interesante y valioso acerca de cómo nació y cómo fue cobrando forma El viaje del Elefante. Nos hace participes de que mientras cenaba en un restaurante de Salzburgo, curiosamente llamado El Elefante, observó un friso en el que podía contemplarse un largo trayecto desde Lisboa hasta Viena. Es un hecho histórico probado el regalo que Juan III de Portugal hizo a Maximiliano.

A partir de un hecho tomado de la realidad, quizás fortuito, quizás fruto de la casualidad, la imaginación creativa se pone en marcha y empieza a concebir el ‘modus operandi’ que concluirá años más tarde, con la novela. El viaje del Elefante,  no es un relato en modo alguno menor, por el contrario, es una excelente herramienta para hacer participes a los lectores de aspectos de su mundo interior.

Como siempre o casi siempre, Saramago no escribe para divertir. Esta novela, cuento largo o como quiera denominársele, se le presenta como una ocasión pintiparada para reflexionar sobre la condición humana, dotando al viaje del elefante de una estructura sumergida o semioculta de carácter humanista. Permite además, establecer una comparación con algunos aspectos geopolíticos de este presente azaroso que estamos viviendo. Tenga en cuenta el lector avisado que no se habla solo de personas sino también, de instituciones.

Una vez más, critica abiertamente a la iglesia. Propongo al lector o lectora que valoren las páginas del ‘milagro’ o del ‘exorcismo’, son sin duda, un magnifico ejercicio de agudeza y arte de ingenio.

En El viaje del Elefante hay humor e ironía. Saramago se muestra partidario –y esta no es mi opinión, sino su confesión propia- de una especie de ‘compasión solidaria’ que ya había preconizado en otras obras.

Es casi imposible que escape al lector inteligente, un comentario malicioso más certero, sobre lo ‘caro que nos sale al común de los mortales algunos caprichos reales’.

Como ha realizado en otras ocasiones Saramago –y esto coincide con la opinión de Pilar del Río-  entrelaza personajes históricos con otros ficticios. La combinación es una vez más, oportuna, atractiva y amena. Acaba pesando más lo ficticio, mientras lo histórico, se reduce a una especie de telón de fondo, ilustrativo, eso sí.

El viaje del Elefante, es una pieza más del mosaico y contiene, como he venido exponiendo, algunos elementos que la convierten en una novela extremadamente original y, por tanto, digna de figurar en una visión de conjunto.

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