marzo de 2024 - VIII Año

El Real Monasterio de Santa María de Veruela

El fantasma de Gustavo Adolfo Bécquer.

MONASTERIO DE VERUELAReal Monasterio de Santa María de VeruelaEste 2020 será memorable por razones que todos conocemos. Pero estas lamentables circunstancias no nos deben hacer olvidar que en este sufrido año que estamos viviendo coinciden, por aquellos azarosos caprichos de la diosa Fortuna, dos grandes efemérides literarias. Una que lo inauguró y otra que llegará con su clausura. Empezamos bien pronto el pasado 4 de enero con la celebración del centenario de la muerte de Galdós y se nos echa encima el no menos importante 22 de diciembre con el 150º aniversario de la muerte del poeta hispalense Gustavo Adolfo Bécquer.

Para colmo de coincidencias nuestro primer poeta aquejado, como todo romántico que se precie, por dolencias muy de la época, como la tuberculosis, se vio en la obligación de encerrarse en el aragonés Monasterio de Veruela, acompañado por su hermano el pintor Valeriano. El cenobio se encuentra a 80 kilómetros de Zaragoza y podemos acceder a él tomando la AP-68 hasta la salida 19, donde se enlaza con la N-122. Ya años antes durante su viaje de bodas Bécquer había hecho lo propio en el tudelense monasterio de Fitero. Lejos del tráfago de la capital y la actividad político-social se sumerge ahora en el paisaje del mítico Moncayo, el monte más misterioso de la geografía española. A quien escribe estas líneas se le antoja que la relación casi mística que estableció el poeta con este pico fue de una naturaleza parecida a la que mantuvo 40 años después otro espíritu inquieto, el pintor posimpresionista Paul Cézanne, con la Montaña Sainte-Victoire en el mediodía francés. En cualquier caso sus poderosas presencias dejaron huella indeleble en la obra de cada uno de ellos. La pasión de Bécquer por lo oscuro y las brujas parece la conjuración de dos eclipses: el famoso eclipse total de sol que se produjo en nuestro país el 18 de julio de 1860 y el de 1870 en su Sevilla natal, media hora después de su muerte. Sus últimas palabras: ‘Todo Mortal’, dejaron en el aire en ese su último aliento, su fascinación por lo fantasmagórico. Fascinación que le va a llevar a buscar el amparo de ese evocador monasterio ya convertido en rústica posada tras la desaparición de los monjes.

PARQUE DEL MONCAYOParque del MoncayoLos hermanos permanecieron allí durante el invierno de 1864 y parte de la primavera y aunque su estancia no llegó al año esta etapa constituirá una parte esencial en la producción artística de ambos. El poeta escribió con el título ‘Desde mi celda’ una recopilación de nueve relatos epistolares que recogen las impresiones de su confinamiento en aquel lugar. Entonces se fueron publicando puntualmente en el diario madrileño ‘El Contemporáneo’. Mientras que Valeriano hará los magníficos bocetos de su carpeta ‘Expedición de Veruela 1863’. Como los dos no solo fueron uña y carne sino que fallecieron de manera precoz en 1870 es justo también recordarles juntos. Sus respectivas reivindicaciones, sobre todo la del poeta, no suponen a estas alturas una novedad puesto que su obra ha iluminado con su influencia todo o casi todo lo que ha sucedido en nuestra lírica desde Rubén Darío al 27 pasando por Juan Ramón y los Machado. Sí que se hace obligada, sin embargo, una visita a la comarca y, en especial, al citado Real Monasterio de Santa María de Veruela. El holandés Cees Nooteboom con su apasionado verbo viajero contó en su excelente ‘El desvío a Santiago’ su paso por él en esos caminos laterales tanto literarios como geográficos a los que nos tiene acostumbrados. También el documental ‘Bécquer y las brujas’ de Elena Cid que se presentó el pasado 25 de enero con 8 candidaturas a la edición de los Goya hace un recorrido audiovisual por los enclaves de esta época del poeta.

En el cenobio se da cabida a los diversos estilos artísticos que van desde el románico de la portada de la iglesia abacial, al barroco de la portada de la sacristía y del monasterio nuevo pasando por el gótico del interior y del claustro medieval, y el renacimiento. Después de la estadía de los hermanos se instalaron allí los Jesuitas durante casi un siglo, desde 1877 a 1975. Y ya durante la Transición en 1976, el Estado cedió el usufructo del monasterio a la Diputación Provincial de Zaragoza para su rehabilitación y conservación. Desde 1998 es de titularidad de dicha Diputación que, no solo ha continuado las obras de restauración, sino que lo mantiene abierto al público convirtiéndolo en sede de actividades culturales de todo tipo, con exposiciones, cursos y festivales musicales. Recordemos que en origen fue una abadía cisterciense que fue fundada en el siglo XII en las estribaciones del Moncayo. Su hermoso topónimo nos acerca al diminutivo de la cercana Vera de Moncayo, que se encuentra junto al río Huecha y que por ello recibe este apelativo que está emparentado con el término gallego-portugués beira. El río es el eje que articula todo el señorío verolense. Antes de la construcción del monasterio, este valle de Veruela junto con el cercano de Maderuela pertenecían a la familia del noble Pedro de Atarés. Se hizo una donación al clero, que fue confirmada en 1155 por Ramón Berenguer IV, con el fin de que se llevaran a cabo las obras. Sin embargo, como la iglesia tardó en edificarse 250 años se acabó construyendo un nuevo claustro barroco ya en el siglo XVII con celdas individuales.

TARAZONATarazonaEl juego de las casualidades de nuevo quiso que las instalaciones fueran abandonadas por sus moradores, los monjes, a consecuencia de la desamortización de Mendizábal, precisamente en el año 1836 que es el del nacimiento de Gustavo Adolfo. Más allá de otras consideraciones este proceso propició la destrucción y el abandono de muchos de estos monumentos. En este caso la proverbial creación de una hospedería por una junta de conservación de las localidades cercanas de Borja y Tarazona permitió su mantenimiento impidiendo su desaparición. Esta hospedería es la que van a ocupar los hermanos Bécquer buscando un refugio de serenidad y reposo y en lo sucesivo su sombra va a imprimir al lugar esa aura legendaria similar a la que Chopin confirió a la mallorquina Cartuja de Valldemosa.

‘Heme aquí transportado de la noche a la mañana a mi escondido valle de Veruela’, escribió el poeta y al comienzo de la tercera de las cartas nos relata su paseo matinal por los caminos de las faldas del Moncayo: ‘Hace dos o tres días, andando a la casualidad por entre estos montes, y habiéndome alejado más de lo que acostumbro en mis paseos matinales, alcancé a descubrir, casi oculto entre las quiebras del terreno y fuera de todo camino, un pueblecillo cuya situación, por extremo pintoresca, me agradó tanto, que no pude por menos de aproximarme a él para examinarlo a mis anchas’. Y en la cuarta le sacude un profundo estremecimiento: ‘…la proximidad del Moncayo nos tiene de continuo como a los espectadores de una comedia de magia, embobados y suspensos con el rápido mudar de las decoraciones y de las escenas’. Este pico que con sus más de 2.300 metros es el más alto del Sistema Ibérico también le va a servir de ambientación para varias de sus leyendas como ‘Ojos verdes’ y ‘La corza blanca’. Pero a pesar de su alto valor ecológico y paisajístico que sirve de reclamo a los amantes de la naturaleza el espíritu misterioso que alentó la febril imaginación de Bécquer se mantiene vivo actualmente y también hace que sea pasto de turistas más singulares. Por ejemplo, en el municipio de Trasmoz donde el poeta encontraría la inspiración para escribir las tres cartas en las que describe leyendas sobre las brujas del lugar y sus aquelarres. En su castillo hay un Museo de la Brujería que merece la pena visitar. Resulta divertido recordar que el inventor de la fregona y de la jeringuilla desechable, el ingeniero aeronáutico Manuel Jalón , fue propietario de este castillo que, muchos años antes, había sido cuartel de estos conciliábulos macabros. A día de hoy todavía este es el único pueblo de nuestro país oficialmente maldito y excomulgado por la iglesia católica, que aún sigue sin revocarla.

En la Carta VI Bécquer hará un análisis de la historia de la brujería y los orígenes de la terrible caza de brujas a manos de la Inquisición Española y además escribe en ella: ‘…era tan peligroso subir a la cumbre por la senda que llamó de la tía Casca. — Porque antes de terminar la senda, me dijo con el tono más natural del mundo, tendríais que costear el precipicio a que cayó la maldita bruja que le da su nombre, y en el cual se cuenta que anda penando el alma que, después de dejar el cuerpo, ni Dios ni el diablo han querido para suya’. Estamos, pues, en el mismo ámbito que antes había documentado Francisco de Goya en sus inquietantes aguafuertes y sus Pinturas Negras inspirándose en TRASMOZTrasmozlas Brujas de Zugarramurdi. Incluso podríamos suscribir sobre el poeta el mismo juicio que Julio Caro Baroja emitió sobre el pintor al afirmar que ‘intuyó algo que hoy día vemos claro, a saber: que el problema de la Brujería no se aclara a la luz de puros análisis racionalistas… sino que hay que analizar seriamente los oscuros estados de conciencia de brujos y embrujados para llegar más allá’. Trasmoz sigue marcado por su pasado y celebra actualmente el ‘Encuentro de Brujería, Magia y Plantas Medicinales del Moncayo’ así como el día de Todos los Santos. En este los vecinos se echan a la calle ataviados con calabazas iluminadas en un acto que llaman ‘Luz de las ánimas’ y, de este modo, recuperan sus antiguas costumbres para honrar a los muertos. Sin embargo, el misterio alrededor de la muerte no se circunscribe a este curioso pueblecito.

A 15 Km. se encuentra la localidad de Tarazona que también mereció el interés del escritor. En su quinta misiva podemos leer: ‘Entre los muchos sitios pintorescos y llenos de carácter que se encuentran en la antigua ciudad de Tarazona, la plaza del Mercado es sin duda alguna el más original y digno de estudio.’ Es una encrucijada de caminos entre Aragón, La Rioja, Navarra y Castilla y León y presenta diferentes ecosistemas y evidentes contrastes. Desde las zonas áridas más cercanas al río Ebro hasta la cumbres nevadas del Moncayo. Entre ambos extremos se pueden observar las dehesas del somontano, el parque natural del Moncayo y la vega del río Queiles. El monte que fascinó a nuestro poeta ofrece una gradación bioclimática escalonada muy heterogénea, que podemos contemplar y que va desde los restos de glaciares hasta los bosques frondosos de haya, carrasca, roble, pino y enebro con su variopinta fauna de jabalíes, corzos, aves rapaces y águilas. Desde 1978, un sector del monte en su vertiente aragonesa forma parte del hoy denominado Parque natural del Moncayo que ya en 1927 se declaró ‘Sitio Natural de Interés Nacional de la Dehesa del Moncayo’ para dar un impulso a la zona. Con una actual superficie de 11.144 hectáreas dispone de un Centro de Interpretación de la Naturaleza, precisamente, en Agramonte. Bien a pie o en coche se puede llegar hasta el santuario de Nuestra Señora del Moncayo, uno de los lugares imprescindibles de este espacio natural.

Históricamente ha sido tierra de frontera y en la Edad Media fue un enclave de importancia geoestratégica donde convivieron las ‘tres culturas’ y, por ello, conoció sus respectivos ritos funerarios. Hoy podemos visitar los sepulcros que alberga la Catedral de Santa María de la Huerta donde permaneció enterrado Baltasar Gracián durante años probablemente en una fosa común del que fuera Colegio de los jesuitas (hoy Hogar Doz) al sorprenderle allí la muerte en 1658 donde estuvo desempeñando diversos cargos menores para la orden. La leyenda también envuelve al Palacio de Eguarás que se alza a la derecha de la Catedral. Se oye que en él habita el fantasma de Irene, una muchacha que se tiró por la ventana de su cuarto cuando supo que el militar que la pretendía había enviado a su amado Andrés a la cárcel en la tradición del más puro folletín a lo Edmundo Dantès. Desde entonces los fenómenos polstergeist no han dejado de sucederse en el edificio. También el Convento de Nuestra Señora de la Concepción, en la parte alta de Tarazona, cuenta con su historia particular de fantasmas. Se dice que en la misma iglesia del convento, apareció hace muchos años la imagen de sor Beatriz de Silva, fundadora de la orden, con una estrella como símbolo de pureza sobre la frente. La cosa no para ahí porque la monja se aparece cuando menos se la espera en diferentes conventos concepcionistas.

Para buscar más misterios debemos acercarnos al cercano Agramonte donde están las ruinas del antiguo sanatorio antituberculoso. Nada habría hecho más las delicias de nuestros románticos decimonónicos. En 1934, durante la Segunda República se dieron estos terrenos al ayuntamiento de Tarazona para la construcción de la Ciudad Montaña que incluiría un sanatorio, un hotel y colonias escolares. Desde que se cerró en 1978 se encuentra en un estado lamentable de abandono que los amantes de las ciencias ocultas han hecho suyo como lugar de culto. Parece que el fantasma de nuestro poeta sigue recorriendo en pleno siglo XXI, incansable, todos estos parajes que tanto le cautivaron.
Como acertadamente cantaba allá por los añorados años 80 el grupo Gabinete Caligari con su genuino acento cañí: ‘Bécquer no era idiota, ni Machado un ganapán. Y por los dos sabrás que el olvido del amor se cura en soledad…,’

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