marzo de 2024 - VIII Año

La Cataluña posTorra

La inhabilitación de Quim Torra como President de la Generalitat no es ninguna noticia, el personaje ya estaba más que amortizado, de hecho, podría parecer que su actitud desafiante ante el Tribunal era en realidad una estrategia de huida sin coste. Me explico, dejar la Generalitat con una condena por inhabilitación no es lo mismo que con una condena por sedición, además, se va con un sueldo vitalicio de 95.000 euros anuales, escoltas y despacho, todo ello a cargo del erario. Encima, en el ideario separatista -con ese realismo mágico que procesan- aparecerá como uno de los ya muchos héroes del “prusés”. Pero en este movimiento hay una cuestión que creo que no se repara habitualmente, para el caso de Torra no ha aparecido ninguna voz que reclamase (con la vehemencia que se reclama para otros) un indulto o un cambio legislativo para rehabilitarlo, este punto es clave para el desarrollo de este artículo. Habría que responder a la pregunta ¿qué subyace a todos los movimientos -públicos y privados- que están apareciendo en Cataluña?

Antes de analizar con cierta profundidad las razones últimas que mueven los hilos políticos y económicos en Cataluña, es necesario exponer cierta contextualización para poder dibujar el escenario, los actores y las motivaciones aparentes. Naturalmente, en el horizonte están unas elecciones autonómicas anticipadas que serían el 31 de enero o el 7 de febrero de 2021.

Empecemos con la batalla por la hegemonía del separatismo, aquí encontramos varios actores a los que les une la esencialidad y el unilateralismo. Esencialidad porque proponen una Cataluña uniforme en la que solo tienen derecho a la ciudadanía aquellos que comulgan con su ideario político y la aceptación de una manera unívoca de entender la catalanidad (el resto seríamos algo muy parecido a los metecos atenienses y, para algunos, periecos espartanos). Unilateralismo porque anteponen la ideología al estado de derecho, la acción política a la Ley, el populismo a la democracia. Como imaginarán, hablamos de tres actores políticos: JxCat (Puigdemont), ERC (Junqueras) y las Cup (no sé sabe quién, porque practican una especie de nihilismo posmoderno).

Entre estas tres fuerzas, las dos primeras están en un escenario de competencia feroz. Por un lado, Puigdemont no tiene nada que perder en su refugio belga, tiene notoriedad, cobertura mediática y dinero, mucho dinero. Sin embargo, Junqueras parte en desventaja por su situación de condenado y encarcelado, por estar la televisión catalana en manos de Puigdemont y, por tanto, porque su capacidad de influencia es inferior al fugado. Estas dos situaciones personales influyen y dibujan en las diferencias de las estrategias de las dos formaciones: Puigdemont continúa con el discurso combativo, confrontativo y violento, Junqueras es partidario de rehacer las filas mediante una estrategia de distensión visualizable en declaraciones tanto del reo, como de Rufián, como de Aragonés y otros. La segunda opción es la más estratégicamente inteligente porque asume la derrota de lo que fue el “prusés”, sabe que necesita “ampliar la base social” porque con un 47% de los votos no puedes siquiera plantear un cambio estatutario y porque han sabido leer el nuevo escenario de la política nacional, ven cómo se ha abierto un posible momento constituyente que favorecería su objetivo que no es otro que romper nuestro país.

Por otro lado, tenemos a todo un espacio que se ha dado en llamar “posconvergente” que trata de hacerse con unos 300 mil votos de exvotantes de convergencia que no tienen ningún partido al que votar (perfil conservador y nacionalista). Si bien podrían parecer distintos, todas las iniciativas aparecidas, recolocadas o reinventadas siguen un patrón muy parecido y es, básicamente, el pretender resucitar la CiU pujolista, son unos nostálgicos del gran prestidigitador que nos vendió tan bien aquello del “oasis catalán”. Nos encontramos a los restos de lo que fue Convergéncia, el actual PDeCAT con un ideario ambiguo respecto al separatismo, al PNC de Marta Pascal que se mira en el espejo de Urkullu, Units per Avançar la antigua Unió hasta ahora incrustada en el PSC y ha aparecido la Lliga Democràtica de la mano de un expresidente de SCC. Todas estas formaciones aceptan el marco mental y referencial del separatismo (Cataluña es una nación, la lengua y cultura catalana está en riesgo, existe un déficit fiscal, etc.). Bien es cierto que parte de estos posicionamientos parte de un mantra: dividir al separatismo haciéndote pasar como (casi) un separatista cambiaría las dinámicas perversas de un “prusés” enloquecido. Este posicionamiento adolece de ser una pésima solución para un problema inexistente porque, básicamente, el “prusés” está muerto. Entre las estrategias de camuflaje para parecer un separatista está la petición de indultos para los condenados por sedición, la justificación es que se busca un escenario de reconciliación y para desinflamar la tensión en Cataluña. Pésima ocurrencia porque teniendo en cuenta que es la Generalitat la que controla el relato a través de sus medios de comunicación públicos y subvencionados, solo servirán reforzarán el marco mental de un separatismo ya cansado y les insuflará nuevas fuerzas porque les reafirmará en su convicción: “España” es autoritaria y lo reconocen hasta ellos mismos…mala pieza en el telar, porque mucho me temo que estas estrategias no serán efectivas entre el electorado que hasta hace nada votaba separatista, pero si puede desmovilizar aún más al electorado constitucionalista.

Finalmente, en esta contextualización tenemos los llamados partidos constitucionalistas (no analizaré a los Comunes), aquellos que -por la razón que sea, esto daría para otro artículo- se unieron en las movilizaciones que propiciamos desde Societat Civil Catalana en octubre de 2017.  Por un lado, tenemos al PSC que será el previsible gran ganador de este grupo constitucionalista, impactará en un electorado de centroizquierda y de algún modo en el llamado “catalanista”. La estrategia de Iceta ha sido muy inteligente porque no se ha dejado llevar por el cortoplacismo. El gran ganador del 2017, esto es, Ciudadanos, va en camino de convertirse en el gran perdedor, la razón de ello también daría para otro artículo, pero como esbozo, decir que Ciudadanos perdió una gran oportunidad de convertirse en el referente del constitucionalismo al obcecarse con la Moncloa, dejar en un segundo plano a Cataluña y desmantelar el capital humano de ese partido en esta comunidad autónoma para reforzarlo en Madrid. El Partido Popular, de la mano de Alejandro Fernández, está haciendo una oposición inteligente, sin embargo, desde hace decenios, este partido ha sido objeto de escarnio y manipulación por parte de la maquinaria de propaganda nacionalista. Ahora bien, y aquí está la clave, como insinuaba antes, el problema del constitucionalismo es la desmovilización, si ocurre lo que la demoscopia está diciendo, el separatismo pasará del 50% porque simplemente los nuestros no irán a votar. No ver esto es no entender nada.

Pero vayamos a responder a la pregunta que me hacía al principio de este artículo: ¿qué subyace a todos los movimientos -públicos y privados- que están apareciendo en Cataluña? Advierto que voy a entrar en terrenos movedizos. Existe un hilo conductor que une la política catalana con la que se practica en la capital de nuestro país. El cambio de estrategia de ERC del que hablaba más arriba respondería a un reposicionamiento de la agenda de ruptura (posponiéndola en el tiempo) porque están aprovechando la necesidad que tiene el actual Gobierno de contar con ellos para mantener la mayoría de la moción de censura, sumando a esto un escenario que es el de un tripartito en Cataluña (ERC-PSC-Comunes). Este tripartito se podría entender como un cambio de dinámicas en el Parlament, sin embargo, si fuese así, esta estrategia adolecería de dos puntos débiles: por un lado, tenemos una solución tacticista pero nos enfrentamos a unos posicionamientos estratégicos, nosotros pensamos y actuamos en corto y ello piensan y actúan a largo; el segundo sería que se está ignorando deliberadamente que ERC es un partido asambleario del que se puede esperar cualquier sorpresa (ya lo ha demostrado muchas veces).

Otro de los movimientos que existen en Cataluña de la mano de actores como la Lliga Democràtica y otros (no todos políticos, también algunos empresariales que se han creído los cantos de sirena del cortoplacismo), es el del blanqueo del separatismo, practican una especie de empatía espuria para lograr facilitar el escenario de la rehabilitación (para las siguientes elecciones) de actores como Junqueras, porque para que se dé un tripartito, para que ERC blinde al Gobierno durante toda la legislatura, se necesita reforzar a Junqueras y convertirlo en un activo frente a Puigdemont. Por ello se blanquea, justifica y “comprende” a los sediciosos, porque se los necesita para esos objetivos. El problema es que el peaje de la legitimidad de las instituciones y la imagen internacional es un costo que ningún otro país estaría dispuesto a asumir.

Finalmente, no olvidemos que el separatismo es la tercera pata de ese movimiento que pretende crear un momento constituyente en nuestro país, aquél que apuesta por la deslegitimación de la justicia, de las fuerzas del orden y de la Corona. Apoyar o reforzar esta tercera pata populista pone en riesgo no solo la integridad de nuestro país, también la continuidad de nuestras instituciones y de nuestra democracia. Pero esto también daría para otro artículo o unos cuantos más, aunque mucho me temo que no interesa que se hable de ello. Es como si tuviésemos un elefante sentado en el sofá de nuestro comedor y exista una consigna de no hablar de él, no mirarlo, ni escucharlo, pero haberlo haylo.

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