Tony Curtis nació un 3 de junio, tal día como hoy, pero de 1925. Se convirtió en uno de los actores más divertidos de su época, especialista en comedias, pero sin olvidar papeles dramáticos tan brillantes como en Los vikingos o Espartaco.
Fue un estupendo Houdini, pero no desdeñó disfrazarse de mujer en la memorable Con faldas y a lo loco, en un tándem delicioso con Jack Lemmon, como dos músicos que presencian la matanza del día de San Valentín y se ven obligados a vestirse con ropas de féminas, para escapar de los mafiosos. Josephine y Daphne, cómicos, inigualables, con la explosiva Marilyn de compañera de viaje y una orquesta de mujeres. Curtis fue un claro ejemplo de un segundo Cary Grant cuando conquista a Marilyn en la playa y en el yate. Se hace pasar por millonario y nos lo creemos, porque el guapo Tony era capaz de seducir a las mujeres más hermosas del mundo. De hecho, lo confesó en una entrevista: donjuán total, antes de la figura del prolífico Warren Beatty, sus conquistas fueron muchas, pese a haber estado casado con la gran Janet Leight.
Tony Curtis fue un pícaro del cine: trabajó con Yul Brynner en Taras Bulba, con Kirk Douglas y Ernest Borgnine en Los vikingos, con Douglas, Laurence Olivier, John Gavin y Peter Ustinov en Espartaco. Sin dejar de recordar a Natalie Wood (inolvidable esta bella mujer que tuvo tan mala suerte al morir tan joven), en la estupenda La carrera del siglo, a Jean Simmons en Espartaco, o a la propia Janet y a tantas otras.
No envejeció muy bien y en televisión se unió a otro guapo del cine, el británico Roger Moore, en Los persuasores. Pero no dejó la gran pantalla del todo: El último magnate o El espejo roto. En ambas películas haciendo de productor, porque Curtis llevaba la elegancia de los actores clásicos, más allá de ser un segundo Cary Grant, como muchos le etiquetaron. Sin dejar de lado que Cary fue un actor emblemático, de los más grandes y de una enorme clase.
Asimismo, Curtis fue capaz de interpretar al asesino de mujeres Albert de Salvo, en la excelente El estrangulador de Boston, algo que sorprendió a muchos: el galán haciendo de criminal, con brío y excelencia. Tal era Tony Curtis, capaz de afrontar cualquier papel.
Se cumplen cien años del nacimiento de este actor estupendo, mejor actor de lo que muchos creyeron, y, desde luego, un verdadero galán, con un aire de granuja que le caracterizó siempre.
Me lo imagino con Lemmon, junto a Billy Wilder, en algún lugar, vestidos de mujeres y demostrando lo grande que fue el cine clásico.