abril de 2024 - VIII Año

Arthur Schopenhauer: Un pensador incomprendido y casi olvidado…

…pero que deja la puerta abierta a los “filósofos de la sospecha”

Ningún hombre religioso puede llegar a ser filósofo ni tener necesidad de ello
y, por el contrario,
ningún filósofo verdadero, es religioso.
Arthur Schopenhauer (1788-1860)

No puede afirmarse que fuera simpático ni complaciente. Tuvo pocos amigos. Ha sido atacado desde muchos frentes y, sin embargo, todavía sigue teniendo mucho que decir. Es uno de los pensadores más pesimistas de la Historia de la Filosofía, no obstante lo cual, ha ejercido en muchos autores una profunda influencia. Consideraba que para no ser demasiado ‘desgraciados’ debemos olvidarnos de la idea de que podemos llegar a ser felices.

Son profundamente injustos, por no decir, tendenciosos muchos de los ataques que ha recibido. La Historia del Pensamiento se encarga de ir poniendo las cosas en el lugar que les corresponde. El método que voy a seguir es ir mostrando conceptos, ideas y puntos de vista que lo convierten en una ‘cala obligada’.

En la Historia de la Filosofía un planteamiento, que aunque con limitaciones, puede sernos de mucha utilidad, es que a toda acción sucede una reacción, o lo que viene a ser lo mismo, cada generación critica y se afirma frente a la generación precedente. En unos casos esto se hace de forma más ostensible, en otros, más matizada. El caso es que el centro de interés se desplaza y son otros ‘los asuntos’ que se consideran de importancia relegándose los que hasta entonces, habían concitado mayor atención.

Antes de comentar los aspectos centrales del ‘sistema schopenhaueriano’ me parece imprescindible aclarar que, el concepto voluntad’, no siempre se ha descifrado bien, ya que tiene diversos matices, acepciones e interpretaciones. De forma sencilla y sintética, voluntad es energía. Su obra más conocida, El mundo como voluntad y representación, es un intento de comprender y desentrañar el enigma de la existencia. Es un conato ambicioso que supone un esfuerzo ímprobo.

Isaac Leibniz había afirmado en su Théodicée que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Frente a este optimismo, Schopenhauer le corrige la plana afirmando que este es ‘el peor de los mundos posibles’.

Otra idea que quiero enfatizar en estos párrafos preliminares es que es uno de los filósofos –quizás el que más- que mejor entendió el pensamiento oriental. Sin ir más lejos, el concepto de ‘nirvana’ adquiere un enorme valor en su visión de la realidad.

Creo que no se ha insistido lo suficiente en que Schopenhauer es uno de los primeros filósofos que no tiene inconveniente alguno en declararse ateo. En su concepción de la realidad de base materialista, puede prescindir perfectamente de la divinidad y de cualquier causa exterior de carácter creador.

Es un pensador pesimista. No obstante da una enorme importancia a las artes, quizás como nadie lo había hecho hasta ese momento. Tampoco es baladí que con anterioridad a Sigmund Freud, valorara la importancia del inconsciente. Su rígido materialismo se pone de relieve en expresiones como esta que son recurrentes, ‘toda materia puede ser reducible a energía’. Podrá observarse que en aspectos como este se aprecia que los filósofos pueden tomar temporalmente la delantera a los científicos.

Si hubiese que elegir un concepto nuclear en su sistema filosófico este sería, sin duda, el de voluntad, ¿Qué es para Schopenhauer la voluntad? El motor de la vida, una especie de energía. La voluntad es ciega, irracional, absurda y causante del sufrimiento y padecimiento del mundo. Persigue una serenidad que aniquile ‘la voluntad de vivir’. Se muestra decididamente partidario de la contemplación del arte y de la compasión moral  para atenuar el dolor existencial, la angustia.

Como todo pensador que se precie, supo ver que había que escudriñar la realidad con nuevos conceptos y nuevos enfoques analíticos. Es quizás, el filósofo de la angustia metafísica, un pensador valiente que se atreve a arrancar con cajas destempladas, las máscaras de carnaval que se han venido utilizando profusamente.

Sus palabras precisas son portadoras de imaginación, compasión e ironía. Su soledad es agresiva. Acostumbra a romper en pedazos las cáscaras vacías sin sustancia. Tal vez, la realidad no sea sino un abismo cuyo acceso sea tortuoso y donde esté grabado a fuego: prohibido asomarse al interior.

Las verdades no tienen rostro. ¡Fuera máscaras! Hay que ir más allá de quienes ejercen de ‘centinelas del saber’. Se atrevió a lo que nadie hasta ese momento había osado, ‘pensar hasta el final la filosofía de Kant’. Es más, criticó y cuestionó alguno de sus supuestos.

He de reconocer que hasta hace algunos años Schopenhauer no me interesaba demasiado. Lo ponía en relación, eso sí, con Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud. Adentrarse en él es apasionante. Compensa con creces el esfuerzo. Es un pensador profundo y, a un tiempo, gratificante.

Un programa de la BBC captó mi atención. En él Bryan Magee entrevistaba a filósofos actuales que iban desgranando los aspectos esenciales de una serie de pensadores de Plantón a Wittgenstein

Despertó mi curiosidad el profesor de Historia de la Filosofía, Frederick Copleston, haciendo hincapié y poniendo en la pista de aspectos del pensamiento schopenhaueriano, a los que rara vez se alude. Fui descubriendo facetas de este filósofo que me sedujeron y motivaron a seguir leyéndolo y meditando sobre él.

Schopenhauer deseaba escudriñar y comprender el mundo en el que se encontraba, el mundo en el que vivía. Descubrí con admiración la importancia que tenían en nuestras vidas, decisiones y acciones, que no pertenecían al mundo consciente sino al inconsciente. En la profundidad de ese mundo interior buscó y halló explicaciones, reprimidas en el fondo de nuestra conciencia y de nuestra memoria.

Fue un pensador altivo, belicoso y rebelde que puso muchas cosas ‘patas arriba’ y que anunció no poco de lo que vendría después. De hecho, ha sido uno de los filósofos más influyentes y que más huella han dejado en la segunda mitad del XIX y primer tercio del XX.

Schopenhauer hacia 1805

Ya es hora de que, sin ánimo de exhaustividad, pasemos una somera revista a aquellos aspectos en que fue pionero, aunque pasasen desapercibidos en un principio. Comencemos por señalar que defendió los derechos de los animales, con una fuerza y vigor encomiables. Puede que su preocupación por el pensamiento oriental, tuviera no poco que ver. Llegó a afirmar que quien se comportaba cruelmente con los animales, no podía ser buena persona. Aplaudió la creación de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales, que por entonces, tuvo lugar en Londres.

Fue autor como se conoce, de aforismos. Siempre he opinado que los aforismos ejercen una fuerte atracción pero son peligrosos y, con frecuencia, sesgados. Digo esto porque ha sido acusado –y con cierta razón y fundamento- de misoginia. Fue un pensador contradictorio, de ahí que someta a la consideración del lector este otro aforismo schopenhaueriano: ‘Creo que si una mujer lograr retirarse de la masa, o más bien elevarse por encima de la masa, crece sin cesar y más que un hombre’

Otra idea que contribuye, sin duda, a mejorar su tergiversada imagen de misántropo es que era un antiesclavista profundamente convencido. Prueba de esto es que apoyó nítidamente, el movimiento abolicionista y que llegó a calificar a los estados esclavistas de Estados Unidos de ‘desgracia para toda la humanidad’. Al mismo tiempo, -otra vez sus contradicciones-  de alguno de sus textos se desprende un marcado anti judaísmo. No tengo tiempo de detenerme en cada uno de estos elementos, mas en diversos escritos criticó el pensamiento nacionalista, mostrándose como un antinacionalista convencido. No es un mal posicionamiento y más teniendo en cuenta lo que los nacionalismos han significado en la historia europea.

Algunos críticos, situándose más allá de su pensamiento político, señalan determinadas afinidades y coincidencias con Karl Marx. Se muestra, por ejemplo, un decidido partidario de la emancipación de la servidumbre.

Schopenhauer en diversos aspectos de su obra, muestra interés por lo que hoy llamaríamos filosofía política. A mi juicio, sus planteamientos sobre el Gobierno Constitucional, la libertad de prensa o los derechos individuales, no deben menospreciarse, ni echarse en saco roto, aunque en líneas generales sean deudores de un liberalismo conservador.

Obviamente, hay correlaciones evidentes entre sus concepciones políticas y éticas. Por ejemplo, en Parerga y Paralipómena defiende, con claridad, la separación e independencia de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial). De nuevo, sus contradicciones se hacen patentes, reconociendo la influencia que Thomas Hobbes, tuvo sobre él.   

En esta relación apresurada debe hacerse una consideración sobre la compasión. Para él no es otra cosa que la base de la moral. Schopenhauer, de forma lenta pero perfectamente perceptible, se fue apartando de Kant. Es más, critica abiertamente lo que podríamos calificar de la deontología de la ética kantiana. Así mientras rechaza el imperativo categórico, se aproxima de David Hume en su consideración de la compasión como base y sustrato de la moral.

Para quienes quieran profundizar en este aspecto, sugiero la lectura de Los dos problemas fundamentales de la ética. Podríamos decir y, no nos equivocaríamos, que la ética no tiene para él como finalidad prescribir acciones morales sino investigar las acciones morales.  

Son también dignas de recordarse, sus opiniones y el valor que da al arte y a la estética. Tengamos en cuenta que la existencia era para él esencialmente sufrimiento. Pues bien, una forma de evadirse de este dolor, aunque sea temporalmente, es la contemplación estética.

Otro enfoque por el que ha sido atacado y vilipendiado, especialmente por las religiones del libro, es su ateísmo que tanto influyó, posteriormente, en Friedrich Nietzsche. Sostiene que la religión ha sido a lo largo de la historia un freno a la razón. Para él, el filósofo debía desprenderse de cualquier andadera y procurar vivir libremente.

Sorprende igualmente, por su vigor, su defensa del suicido. Considera que el hombre tiene derecho a quitarse la vida, negando por tanto, que el suicidio fuese inmoral. Es más, lo contempla como una enérgica afirmación de la voluntad.

Estas páginas pretenden mostrar como el interés por el pensamiento de Schopenhauer puede y debe diversificarse. Frente a sus detractores, ha de afirmarse con toda rotundidad que ha tenido una nítida influencia, especialmente, en pensadores, literatos y científicos. Pensemos en Leon Tolstoi, Thomas Mann, Émile Zola, Marcel Proust, Pío Baroja o Miguel de Unamuno, por citar solo algunos.

Entre los filósofos su huella más perdurable está en Friedrich Nietzsche y en menor medida en Henri Bergson o Ludwig Wittgenstein.

Su influencia ha sido sencillamente nítida, en autores interesados por el mundo del inconsciente o por aspectos psicoanalíticos. A la cabeza, lógicamente, encontramos a Sigmund Freud.

Entre los científicos Albert Einstein, probablemente sea quien tiene una mayor deuda con él. Se han encontrado paralelismos entre anticipaciones de Schopenhauer y la teoría de la relatividad. El propio Einstein llegó a dejar por escrito que los pensamientos de Schopenhauer le servían de continuo consuelo.

Poco me queda ya por decir, salvo que manifestó en diversas ocasiones su predilección por Baltasar Gracián, de hecho, había aprendido castellano para leerlo.

Para quienes quieran ‘penetrar’ en el núcleo duro de la filosofía de Schopenhauer las disquisiciones, reflexiones y comentarios que hace sobre ‘espacio, tiempo y causalidad’ tienen un valor especialmente significativo. Es relevante que algunas de sus teorías son nada menos que creadoras de una realidad social  y otras deben ponerse en correlación con hallazgos científicos.

A lo largo de la Historia de la Filosofía los ‘sistemas cerrados’ han pretendido y pretenden definir, acotar, encerrar… esos han sido y son sus ilusorios preceptos. Por el contrario, al de Arthur Schopenhauer estimo que hay que contemplarlo y analizarlo como un sistema abierto. Creo que este es uno de sus principales méritos y que en cierto modo, explica su actualidad.

Creo que no está en modo alguno exenta de interés su teoría de que no hay verdades absolutas. La naturaleza se puede regir por leyes, pero estas son fragmentarias y provisionales. Arthur Schopenhauer, en cierto modo hechiza. Es un pensador exigente y motiva a ir más allá de tópicos y prejuicios.

Hay quienes han denominado al ‘corpus teórico’ de Schopenhauer ‘la filosofía de la voluntad’. Quiero dedicar tan solo unas líneas a señalar que la antropología filosófica de Sigmund Freud le debe mucho. Schopenhauer indaga, con penetración, en la teoría del inconsciente humano que sirvió a Freud como base de sus postulados. Su consideración de que hay que aflorar a la superficie las fuerzas obscuras del interior ejerció, asimismo, una senda que Freud supo continuar y profundizar. Es también reseñable, su influencia en el psiquiatra vienés de que la razón es débil y engañosa para captar no pocos fenómenos que están en nuestro interior y que hay que hacerlos aflorar.

Supo anticiparse a Nietzsche en su consideración de que el mundo es un fenómeno o representación, de una mera apariencia. Igualmente de interés me parece su consideración del hombre como voluntad de vivir. Cada cosa del Cosmos es voluntad de ser

Cada cierto tiempo, es más que oportuno recuperar la trayectoria e influencia de pensadores que han sido determinantes en un momento dado en la Historia de la Filosofía.

No es necesario coincidir con el conjunto de sus ideas. Basta con rescatar aquellas que gozan de mayor predicamento intelectual y político. En esta compleja sociedad globalizada que cada día ha de hacer frente a problemas que amenazan su futuro y de los que la pasada pandemia ha sido, tan solo, el último ejemplo, ‘las claves del pensamiento’ schopenhaueriano pueden sernos de utilidad para, sin simplismos analizar, con rigor ‘lo que pasa y lo que nos pasa’.

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