abril de 2024 - VIII Año

Cohesión por reparar (y IV)

Desde hace años, España sigue siendo fuente de emigración para universitarios: médicos, ingenieros, economistas que buscan en otros países un acomodo más ventajoso para sus vidas. Ello es un problema sin paliativos, porque gastamos mucho dinero en formar talento, que luego rinde beneficio en otras latitudes y perdemos el servicio, prosperidad y progreso que pudieran reportar nuestros compatriotasexpatriados. En términos de cohesión, es una sangría lacerante, tan dolorosa emocionalmente, como dañina para la economía nacional.

En sentido inverso, dada nuestra exigua natalidad, nos hemos convertido en polo de atracción para amerindios, chinos, africanos subsaharianos y magrebíes, y europeos del Este. a la desbandada tras la rotura del telón de acero. La extracción social de estos inmigrantes corresponde a las capas más menesterosas de sus sociedades respectivas; son gentes carentes de una formación profesional específica, que vienen dispuestos a trabajar como peones o en labores auxiliares de reparto, limpieza, transportes, etc.. Aunque en España tuviéramos pleno empleo, necesitaríamos un 8% de inmigrantes para atender nuestras necesidades.

Mi objetivo es buscar la cohesión, la integración plena con nosotros de estos forasteros que, cuando llegan, ya nos han elegido y prefieren quedarse aquí, trabajar y compartir su vida con nosotros. Por tanto, hemos de exigirnos algo más y más humano que dejarlos estar y que se busquen la vida, porque esta desidia puede resultar cara para todos.

Quizá, los más cercanos a nuestra idiosincrasia son los amerindios, por compartir idioma y cultura. Sin embargo,llegan pletóricos de ambivalencia: amor, a veces retórico, a la madre patria y odio a ese espanto de nación, creado por la leyenda negra de origen holandés, luego aventado por Inglaterra, USA y últimamente, por la ultraizquierda de aquende y allende los mares.Las ambivalencias o se enquistan, o se decantan y resuelven.

Los chinos vienen a trabajar como esclavos, stricto sensu, porque sus condiciones laborales son inaceptables dentro de nuestro ordenamiento jurídico. Sin duda, ellos las acatan porque entran en su sintalidad, su personalidad colectiva, antes avasallada por los mandarines y luego por los comisarios del partido comunista. Cambió la estética, la apariencia exterior, pero se mantuvo el régimen de amos y esclavos, que sigue incardinado en su mentalidad, aunque vivan en otro mundo. Es poco predecible qué pasará cuando abran los ojos y sus valores entren en crisis; pero, sabemos que los fenómenos de anomia provocan violencia.

Más preocupantes son los europeos, polacos antes súbditos de Jaruzelski, rumanos criados por el matrimonio Ceausescu y ahora muy aficionados a llevarse gratis el cobre de las obras, moldavos, búlgaros y 170.000 ucranianos refugiados. Estos últimos están atravesando una injusta tragedia nacional, que exige toda nuestra solidaridad; pero, en sus genes culturales va la crueldad de los antiguos boyardos, que heredaron los recientes comisarios políticos comunistas, que impone prudencia. Todos son europeos que, desgraciadamente, han sido víctimas del comunismo y están resentidos porque han visto cómo la calidad de vida crecía a unos kilómetros de su frontera, mientras ellos continuaban esperando el paraíso comunista, en medio de carencias y humillados por la falta de derechos. En estas personas puede anidar un afán de desquite de la envidia sufrida y prisa por volver a sus países menos pobres de lo que salieron.

Mayor inquietud despierta el contingente africano. Los subsaharianos porque se mueven en masas y ya conocemos las características de la masa, descritas magistralmente por Le Bon y refrendadas por Freud. Toda masa es anónima, emocional e irracional.

En cuanto a los magrebíes, hay que distinguir entre el contingente mayoritario que puede ser gente pacífica, que quieren vivir mejor y dejar vivir, y la fracción hostil a la civilización occidental por motivaciones medievales de índole religiosa, que siempre han sido y son irracionales, con independencia del credo del que provengan. Este segmento es peligroso como ha demostrado el reciente atentado de Tarifa, antes el de Barcelona, antes el de Bataclan en París y antes, al parecer, el de marzo de 2004, en Madrid. Convivimos con un enemigo camuflado, que reza los viernes y atiende a las soflamas de sus imanes, que constituyen un clero no canónico, de carácter electivo y, por tanto, difícil de gestionar. Difícil no quiere decir imposible.

Todas estas capas sociales configuran más del 12% de la población española, aunque totalizan el 28% de la población carcelaria. De los 51.172 reclusos que mantenemos, 14.328 son extranjeros. En proporción, no debieran pasar mucho más de 6.000 personas.

¿A qué razones obedece esa diferencia?, ¿es por desconocimiento de las leyes y de los valores que las inspiran?, ¿es por simple desarraigo, confiados en la transitoriedad de su estancia entre nosotros?, ¿es por la penuria derivada de un viaje voluntarista, hecho con inmensos esfuerzos y mayores imprevisiones?, ¿es que los predicadores de la yihad tienen éxito con sus soflamas de los viernes y carecen de contrapeso ideológico?

Aunque las feministas oficiales no ponen el dedo en la llaga, resulta penoso ver a las monjas católicas disfrazadas de damas medievales entre hábitos, esclavinas, escapularios y tocas. No les van a la zaga las mujeres musulmanas, igual de celosas para esconder su corporalidad. Ciertamente, el hábito no hace al monje; pero lo segrega, lo define distinto y excluido de este mundo, porque toda vestimenta habla de nuestra pertenencia social e ideológica. Monjas y musulmanas son libres para vestir de esa guisa, por supuesto. Buscar su integración no ha de buscarse imponiéndoles nada. Vestir con discreción puede ser el punto de encuentro para monjas y musulmanas, sin tener que alardear de creencias, ni humillarse reconociéndose pecaminosas. Todo un reto a conseguir para las feministas de la igualdad.

El Estado, decía Tocqueville, ha de dar libertad e instrucción. Para cualquier liberal, aunque sea de izquierdas como él, la libertad no se da, se tiene por derecho propio. Si aceptáramos que alguien nos diera la libertad, habría que suponer que la da porque tiene acopio de ella y lo administra graciosamente. Esto no sé si llegaría a despotismo, quizá poco ilustrado, aunque Tocqueville presumiera de liberal. Por tanto, vamos a convenir que todos los conciudadanos somos naturalmente libres, sea cual sea el origen de donde provenimos, nuestras creencias e ideologías.

Asunto diferente es la instrucción. Cuando ésta es cuartelera, o catequética, deja poco resquicio a la libertad. Ni los CIR, ni las mastabas, ni los seminarios conciliares son un buen ejemplo. Sin embargo, se puede instruir informando, favoreciendo la indagación libre, explorando y hasta experimentando. La formación activa y el aprendizaje significativo cuentan con múltiples métodos pedagógicos que salvaguardan la libertad para aprender, en todos los ámbitos de la docencia, incluido el universitario.

De cara a la cohesión social, es preciso ordenar el proceso migratorio, desde los países de origen de los emigrantes, concertando allí contratos de trabajo y lugar de destino, e iniciar un proceso de aprendizaje del idioma y de información sobre nuestra cultura e idiosincrasia. Allí, como actividad propia de la Agregaduría Cultural de la Embajada y los consulados, y aquí, en los centros de acogida de inmigrantes que, además de la atención material y sanitaria, con la misma urgencia, han de incluir la acogida cultural: dar a conocer el idioma, instituciones, legislación básica, historia, costumbres, los valores que nos caracterizan desde Isabel I de Castilla, y el estilo de vida que configura la identidad nacional. Ni los emigrantes, ni cualquier otra persona puede amar lo que desconoce. Y sin ese aprecio mínimo no habrá cohesión, sino guetos, cuyo pronóstico puede ser horrible.

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