abril de 2024 - VIII Año

El pensamiento político de Juan de Mariana

Quizá sea Juan de Mariana (1535-1624) uno de los autores más incomprendido en la historia del pensamiento político. Se ha querido ver en él un inspirador del liberalismo e incluso de la democracia política, y también un vulgar reaccionario católico que añoraba el viejo mundo medieval, arrumbado por el Renacimiento. Se le ha considerado el coetáneo «radical» de Suárez e incluso un extremado “monarcómaco” (calvinistas y católicos opuestos a la monarquía absoluta), el principal monarcómaco católico. Y, aunque hay razones a favor de unas y otras tesis, puede que Mariana sea más fácil de comprender que lo que todas esas hipótesis sugieren.

Mariana destacó como profesor de teología (materia que incluía también saberes filosóficos, en especial la filosofía legal y política) en los colegios jesuitas de Roma, Sicilia y París, pero problemas de salud le obligaron a retornar a España (Toledo), en 1574, donde desarrolló una amplia tarea investigadora. Sus estudios fueron muy diversos, pues se ocupó de cuestiones bíblicas, filológicas, históricas (con su monumental Historiae de rebus Hispaniae), de política (De rege et regis institutione) y de economía (De monetae mutatione). Fue también autor de un informe, para la Inquisición, favorable a la Biblia políglota de Arias Montano. Y colaboró en la edición de las obras completas de San Isidoro de Sevilla, por encargo directo de Felipe II.

La fama de teórico político la debe a su De rege et regis Institutione libri III (1599), dedicado a Felipe III de España, a quien ofrecía los principios para gobernar rectamente. La obra alcanzó fama mundial pues, no mucho después de su publicación, los franceses lo acusaron de regicida. El motivo, haber considerado “tiranicidio justo” el asesinato de Enrique III de Francia, en 1589, por el católico Jacques Clement, en las guerras de religión francesas de la segunda mitad del siglo XVI. Tras el asesinato de Enrique IV de Francia, en 1610, por Ravaillac (fanático católico), el Parlamento de París ordenó su quema pública, lo que aumentó su fama. Por si fuera poco, en 1649, el inglés Cromwell justificó la ejecución del rey Carlos I Estuardo (1600-1649) apelando a la obra de Juan de Mariana. También se le acusó de inspirar el “Motín de la Polvora” (1605), para asesinar a Jacobo I Estuardo (1566-1625), por el que se ejecutaron a muchos sospechosos, entre ellos a cinco jesuitas.

El primer libro de De Rege se dedica al origen, límites y carácter del poder monárquico, a las ventajas y desventajas de las diversas formas de gobierno y al tiranicidio como modo extremo de resistencia a la tiranía. El segundo libro se dedica a la educación del príncipe y, el tercero, a los deberes del Rey respecto a la justicia, la guerra, la agricultura, los tributos, la propiedad y asuntos relacionados con el arte de gobernar. Se la considera el tratado más teórico y filosófico de todos los denominados “espejos de príncipes”, que proliferaron en los siglos XVI y XVII, que daban consejos al gobernante para el mejor gobierno.

Mariana se situó en la tradición de “Realismo Político” anterior a Maquiavelo o a los escolásticos, que se remonta al romano Tácito, y que compartieron los maestros españoles clásicos. Así, al igual que todos ellos, Mariana aspiraba a reflejar las cosas “tal como eran” (en su “ser”), más que “como deberían ser” (en su “deber ser”). Aunque Mariana, como los autores clásicos hispanos, que proponían la subordinación de la política a la moral, fue contrario al “realismo político” de Maquiavelo. Los autores españoles, aunque divergen en su concepción de la política y de la ética política, rechazaron también que el gobierno cristiano se pudiese plantear en términos de teología moral rígida y ortodoxa.

El pensamiento de los maestros españoles clásicos se correspondía con la realidad de la Monarquía Hispánica, una monarquía limitada, no absoluta. Episodios como la fuga de Antonio Pérez, el Secretario traidor de Felipe II, muestran la limitación del poder de los reyes de España, que fue en esto peculiar en los siglos XVI, XVII y XVIII. En esos siglos, los reyes tuvieron que gobernar con la Cortes. Ciertamente, las Cortes en España languidecieron desde comienzos del siglo XVI, ante la irrupción de las monarquías personalistas que abrieron paso al absolutismo. También es cierto que los reyes siempre buscaron estar lo menos limitados posible. Pero, en España, las Cortes nunca dejaron de reunirse en todos los reinados, salvo en los de Carlos II y Fernando VI, mas, en estos reinados, siguieron funcionando las Diputaciones Permanentes y las Comisiones de Cortes. La monarquía española, incluso bajo los Borbones, fue una monarquía limitada, aunque siempre procuró estar muy poco limitada de facto.

De Rege et regis institutione se considera la obra más notable del pensamiento político español. Las peculiares tesis contractualistas expresadas por Mariana en De rege, aunque opuestas a las protestantes, permiten considerarle el inspirador de Hobbes (1588-1679) y hasta de Rousseau (1712-1778). Es importante indicar que esta obra no es un árido tratado escolástico, aspecto éste importante, pues uno de sus atractivos se debe a que Mariana introdujo, a modo de ejemplos, episodios históricos concretos con el fin de poder ilustrar los conceptos filosóficos analizados. Mariana no utiliza la cita de autoridades, sino que recurre a sucesos de la historia antigua y medieval, lo que ameniza considerablemente su trabajo.

Mariana fue uno de los más ´destacados defensores de la libertad frente a la tiranía, así como de la propiedad privada y la limitación del poder del soberano. También del tiranicidio, si el príncipe faltaba a sus responsabilidades religiosas, abusaba con los impuestos o pretendía apropiarse de los bienes de sus súbditos. Se ha querido ver en la definición de “tirano” de Mariana, que incluye el caso de gobernantes herejes (protestantes), únicamente la apelación a los católicos para combatir a los príncipes que seguían la religión reformada. Su teorización de la tiranía se circunscribiría pues, para esas tesis, a llamar a los católicos a luchar contra “reyes herejes”, como los príncipes germanos o británicos, en las guerras religiosas europeas de los siglos XVI y XVII. Pero, para Mariana, el rey que legisla sobre la religión es un tirano, pues esa materia sólo corresponde al Papa.

Hay diferencias importantes en la comprensión del contrato social entre los clásicos españoles, como Mariana, y los primeros contractualistas protestantes. A diferencia del anglicano Hobbes, los autores hispanos rechazaron que los derechos personales y la soberanía pudiesen delegarse irrevocablemente. Mariana sostenía que, pese a transferir al rey su poder político original, el pueblo se reservó importantes derechos, como la tributación, el de veto a las leyes y el derecho a determinar la sucesión si el rey no tenía heredero. Esto ha valido a los autores hispanos ser calificados a veces de liberales, republicanos y hasta democráticos, lo que quizá sea exagerado. Para Mariana, los hombres no podían perder su soberanía.

También hay diferencias en la concepción del Pacto Social, entendido de modo dispar, más que contrario. Para los protestantes, como Hobbes, el pacto social suponía dos pactos sucesivos, entre individuos aislados y sin ley. En primer lugar, se producía el “pacto de unión” (pactum unionis), creador de la sociedad, seguido de un segundo pacto, el pacto de sujeción (pactum subjectionis), que creaba la autoridad política a la que se sometía la sociedad. Esta tesis del doble pacto social fue sostenida después por Pufendorf y Locke, y por la casi totalidad de la Ilustración europea y americana, y su influjo llegaría hasta Rousseau.

Los autores españoles vieron el pacto social de otro modo. Para ellos, el origen de la sociedad no estaba en ningún pactum unionis, sino que su origen era el “bien”, la sociabilidad, uno de los bienes concedidos por Dios a los hombres. Por tanto, la sociedad está conformada naturalmente y sujeta a la Ley Natural ab initio. Por el contrario, el poder político (el Estado), nacido del pactum subjectionis, deriva del “mal”, que también acompaña al hombre, como el pecado, y crea las discordias sociales. Para evitarlas o limitarlas, es por lo que se necesita establecer la autoridad del gobernante en la sociedad. Aunque Mariana, a diferencia de Suárez, contempló la hipótesis de una época previa, tras el Pecado Original, en que los hombres vivieron de modo anárquico y sin propiedad (¿estado de naturaleza?), y estimaba en mucho menos la Ley Natural.

Para Mariana, el poder político sólo pertenece a la comunidad y nunca a individuos concretos. El poder político procede de Dios, supremo principio ordenador, pero mediatamente. Dios no entrega el poder al gobernante, sino al pueblo, que instituye, mediante el consentimiento, al gobernante que organiza políticamente la comunidad. En la comunidad política originaria, el poder radica en toda la colectividad o, dicho de otro modo, es en la comunidad, en el pueblo, donde reside la soberanía. De ahí su preocupación por la tiranía que, para Mariana, significaba la desnaturalización de la sociedad y de los hombres, y el mayor peligro.

Mariana, igual que Suárez, se opuso al avance del absolutismo en Europa, impulsado por los protestantes. Estos, como el Rey Jacobo I de Inglaterra, defendían el derecho divino de los reyes para gobernar absolutamente. Mariana, como los demás teóricos españoles, convirtió la doctrina escolástica abstracta de la tiranía en un argumento de peso para censurar a los tiranos de todos los tiempos. Denunció por tiranos a gobernantes antiguos, como Alejandro Magno, Julio César y Octavio Augusto, que adquirieron su poder injustamente. Y denunció a los reyes protestantes que, al abrazar la herejía, incurrían también en tiranía por usurpar las atribuciones religiosas del Papa. Mariana se fundaba en una concepción democrática de la titularidad del poder, común entre los escolásticos, pero formulada por él de un modo más radical.

Quizá por todo eso, sea más a Mariana que a Suárez, a quien debería considerarse el antecesor de la teoría del consentimiento popular de Locke y de la supremacía del pueblo sobre el gobierno. Y también se anticipó Mariana a Locke en que los hombres abandonaron el estado de naturaleza para formar gobiernos a fin de preservar sus derechos, como el de propiedad.

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